Hoy el punto cuya temperatura se ha elevado al rojo blanco es Transnistria – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

El enfrentamiento entre el atlantismo y el núcleo del proyecto de un mundo multipolar sigue gozando de buena salud. La expansión de la guerra inicial, que se limitaba a los enclaves de origen étnicos rusos ubicados en el Donbass, se ha extendido a Ucrania en su totalidad y ha arrastrado a la OTAN en su conjunto. A estas naciones se le suman otras como Israel, no pertenecientes a la organización atlantista pero de indudables nexos con ella. Los anglosajones que lideran a la OTAN han decidido, ante la imposibilidad de derrotar a Rusia con sanciones económicas y con el aparato militar, acelerar el conflicto.

Ucrania comienza a recibir armas de mayor alcance y capacidad destructiva, armas que, debido al proceso metódico de destrucción a las que las somete Rusia, vacían los arsenales de la OTAN ubicados en territorio ucraniano, y comienzan a escasear en los propios inventarios atlantistas. En estos días se cumple un año de inicio del enfrentamiento abierto y directo entre Rusia y Ucrania, porque el encubierto llevaba desde el 2014, cuando un golpe de Estado auspiciado por EE.UU. derrocaba al presidente legítimo Yanukóvich. A partir de ese momento se daba la luz verde para el asesinato de ucranianos de origen ruso, a los cuales se les prohibió sus manifestaciones culturales, inclusive el uso del ruso como lengua.

El Occidente Colectivo no duda de que es inaceptable que Rusia desafíe y resulte victoriosa en las tierras ucranianas. La escalada se acompaña con amenazas contra China, a quien se la acusa de ayudar militarmente a Rusia. La respuesta a esto es compleja, China no ha enviado armas, o al menos aún no hay evidencia real de ello, algo de por sí altamente difícil de probar. Tampoco sabemos si envía material sensible para fabricar armas, pero muchos elementos pueden ser de utilización dual, tanto civil como militar. Lo que no otorga dudas es que China sí ha hecho buenos negocios con Rusia y eso ha favorecido las arcas de Moscú, que ahora tiene recursos para realizar una producción masiva de misiles hipersónicos para colocar en buques de la Armada rusa, dándoles una ventaja sobe la US NAVY, de mayores capacidades hasta la aparición de esta tecnología disruptiva.

EE. UU. y su séquito europeo han decidido amenazar a China sin que haya no solo una base real y comprobable, sino sin que medie ninguna resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. Las acciones occidentales son absolutamente ilegales desde el punto del hasta ahora, y solo hasta ahora, vigente Derecho Internacional. No contentos con ellos, el mundo atlantista extiende la amenaza a toda nación que colabore con Rusia, lo cual claramente incluye a países como India, Turquía o Arabia Saudí. ¿Puede acaso Occidente aislar a China, India, Rusia, Arabia, Turquía, Irán y un largo etc.? No, es indudable que cada acción del mundo atlantista constituye un daño autoinfligido, los atlantistas parecen no entender que están serruchando la rama en la que ellos se encuentran sentados.

El camino del Occidente Colectivo lleva al desastre propio, no hay forma que pueda enfrentar a tantas y tan poderosas naciones a la vez. Sin embargo, en un exceso de borrachera ideológica, el mundo atlantista parece no comprender que el tiempo ha pasado y su hegemonía ha finalizado. Esto sucede, además, con su voluntad o sin ella. Es muy simple, el poder económico, financiero, tecnológico y militar está en manos de sus enemigos, al menos mayoritariamente. La prudencia aconseja aceptar la nueva situación y ser un polo de poder en ese nuevo esquema global, pero parece que esa es la última de las opciones que manejan desde Washington y Londres.

Por ahora atacar a China parece fuera de lugar, al menos un mínimo de sentido común indica que si EE. UU. tuvo que huir de Afganistán, Francia está siendo expulsada de varias naciones africanas o el Reino Unido demuestra su incapacidad para capear la crisis, considerar un ataque sobre Beijing es simplemente demencial. Pero lamentablemente no es posible descartar nada en un mundo donde hemos visto cómo los anglosajones vuelan un gasoducto de interés estratégico para Alemania como el Nord Stream, y Berlín hace silencio mientras otros países involucrados esconden los resultados de sus investigaciones sobre la autoría del hecho.

Hoy el punto cuya temperatura se ha elevado al rojo blanco es Transnistria. Esta porción de territorio es una estrecha franja de tierras ubicadas en el límite entre Ucrania y Moldavia, con poco menos de 400.000 habitantes de origen étnico ruso. Los orígenes del conflicto entre Transnistria y Moldavia es tan complejo como lo que sucede en Ucrania y el Donbass. Para comprender lo que sucede debemos hacer un enorme esfuerzo para salir de la propaganda y la simplificación. A veces resulta asombroso ver cómo analistas internacionales reducen la problemática a un país que invade a otro considerando las fronteras terrestres actuales y no contemplando el contexto en que se da el asunto.

Los mapas territoriales que han surgido en los siglos XIX y XX poco tienen que ver con las realidades. La idiosincrasia, la historia, las costumbres y su origen étnico demarcan otras razones que las sociedades occidentales no comprenden, pero juzgan y permiten que sus élites, que sí conocen el juego, actúen.
Transnistria es un desprendimiento de Moldavia a principios de los 90, pero al poco de andar nos encontramos que este pequeño país con 2,5 millones de habitantes también tiene una efímera historia como nación independiente.

Moldavia es una construcción que nace en la Rus de Kiev, el origen de Rusia y la actual Ucrania. Ha pertenecido al Reino de Hungría que la transformó en un principado, luego ha integrado el Gran Ducado de Lituania, el Imperio Otomano y finalmente el Imperio Ruso. Con la Revolución de Octubre se impuso la idea de Lenin sobre Stalin, de hacer a la URSS como una confederación de Repúblicas que entraban o salían a voluntad de la misma.

De esa manera, Lenin sembró la semilla de lo que décadas después sería la pérdida de 1/3 del territorio y que, a futuro, Occidente quiere utilizar del mismo modo para dividir la Federación rusa en 35 Estados más. Esto sucede porque han impuesto el concepto de la etnia por encima del ecúmene civilizatorio, y es un modelo que lo que podríamos llamar el Occidente Corporativo, quiere usar como concepto para atomizar los Estados. Los dos centenares de Estados hoy reconocidos se transformarían en miles si está idea prospera, y esos microestados se verían incapaces de imponer sus intereses a las grandes corporaciones que hoy ya someten Estados mucho mayores.

Putin emplea el concepto de espacio civilizatorio ruso eslavo para construir, o reconstruir, el espacio histórico de su país. Rusia es un espacio donde conviven rusos étnicos con más de 150 nacionalidades diversas, su visión entonces es que Rusia son los rusos eslavos y aquellos que no lo son, pero que comparten tradiciones, lengua e historia. Por este motivo es que Rusia considera que los ucranianos de origen ruso son parte de su familia étnica, y allí también entran otros espacios como Osetia, Abjasia, Artsaj y la propia Transnistria, y eso lo que dio pie a las Repúblicas de Lugansk y Donetsk. Por ese mismo motivo es que Rusia ha dado la bienvenida a Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jerson. Siempre han sido consideradas como parte integral de Rusia.

Transnistria es hoy un punto sensible para Rusia, cuyo gobierno ha sufrido muchas críticas por no haber ayudado con todos los recursos disponibles a los habitantes del Donbass bajo ataque ucraniano por 8 años. Putin es un realista ante todo, y, pese a su voluntad, no estaba en condiciones en el 2014 de avanzar como lo hizo hoy. Si bien las FFAA ucranianas estaban desorganizadas, la OTAN no y Rusia sería el blanco si se calculaban mal las acciones. Moscú en el 2018 presentó sus nuevas armas hipersónicas, drones como el Poseidón, el misil de propulsión nuclear Burevestnik y otras que ahora empieza a producir masivamente. Recién ahora, al menos a juicio de Putin, está en condiciones de enfrentar a la OTAN.

Occidente, consciente de la importancia para Moscú de este territorio, ha decidido repetir la maniobra que empleó en Ucrania. El 24 de febrero de 2022, Rusia se anticipó a lo que se podía esperar, que era un asalto de las FFAA ucranianas al Donbass, lo que viendo las evidencias posteriores sobre cómo los neonazis trataron a la población de origen ruso, iba a constituirse en una masacre. Ucrania, era uno de los países más pobres de la región luego de la llegada de las políticas liberales pro occidentales, lo que contrastó notablemente con la prosperidad y desarrollo en la etapa soviética, donde era la república de mejor estándar de vida con enorme desarrollo científico-tecnológico. Pese a ello, se embarcó en un rearme que colocó a su ejército como el más poderoso de Europa en armamento convencional.

Resulta muy claro que Kiev fue impulsado al choque con Rusia para tener argumentos para lanzar a la OTAN militarmente en conjunto a un paquete interminable de sanciones. Sin embargo, la realidad puede ser tozuda y las cosas no salieron como se planeó.

«La primavera de Moscú» que impulsó Occidente al comienzo de las acciones, no tuvo eco en Rusia, las sanciones terminaron por afectar a los propios sancionadores, militarmente Putin ha logrado la destrucción del ejército ucraniano y de los refuerzos OTAN junto con un golpe en las existencias de esa organización.
Llegó entonces la hora de abrir otro frente y allí una vez más fue comisionado Zelensky para atacar a Transnistria.

El interés estratégico para Ucrania sería apoderarse de las reservas de material militar guardado en el enorme depósito de Kolbasna, pero esto trae algunos problemas aparejados. En primer lugar, Rusia ha ido vendiendo municiones y equipos durante décadas, ha empleado otro tanto y se debe considerar que las armas soviéticas tienen otros patrones que las hace incompatibles con las de la OTAN. Ucrania ha perdido su armamento soviético, al igual que el que existía en los países que hoy integran la OTAN, por lo que no es posible considerar que lo que encuentre le sea muy útil. Asimismo debemos recordar que son equipos con más de tres décadas sin actualización y probablemente sin mantenimiento adecuado. Aun así, Rusia tomará precauciones minando los almacenes para solo dejar cenizas si caen en manos de Kiev.

Las razones más lógicas para que actúe así Zelensky, es generar presión sobre Putin para que deba abandonar la posición de esperar destruyendo fuerzas ucranianas/ OTAN y se vea obligado a una ofensiva que le ocasione muchas bajas y malestar en su país.

La obligación de Rusia para defender a sus conciudadanos de Transnistria lo obligaría a iniciar una acción de desembarco anfibio sobre Odesa con un alto costo. Otra posibilidad es avanzar a través de Zaporizhzhia, pero esta es una zona fortificada de Ucrania que impide el cruce rápido de tropas rusas para apoyar a Transnistria. Otra alternativa que manejan los analistas militares es una operación aerotransportada con paracaidistas rusos para reforzar la guarnición de unos 1500 efectivos que hoy se encuentran en el lugar. Considerando que Ucrania puede destinar a la ofensiva entre 40 y 50 000 efectivos, la situación sería complicada y probablemente insuficiente.

Las otras posibilidades son el uso de munición nuclear táctica para abrirse paso por Zaporizhzhia o para atacar las concentraciones de tropas de Kiev en la frontera con Transnistria. Esto es viable militarmente, pero permitiría a la OTAN, gracias a su control total de los medios de comunicación, realizar una intensa campaña de desprestigio contra Rusia, buscando obligar a naciones hoy neutrales a sumarse a las sanciones. El juego de la OTAN es preciso y busca dañar la estrategia rusa de arrasar lentamente a las tropas enemigas en Ucrania, obligándola a jugar en otro terreno desfavorable. No obstante, Rusia puede disponer de otra carta que puede torcer la situación a su favor y es el ataque desde el Norte, como hizo al inicio de la OME.

Con las tropas combinadas de Bielorrusia y Rusia, ambos miembros del Estado de la Unión, se abriría otro frente que Ucrania no podría afrontar. Un ataque por el Norte a la altura de Transnistria hacia el Sur amenazaría una vez más la capital ucraniana, obligando a destinar refuerzos para que la misma no caiga. Un segundo efecto sería que las tropas podrían realizar un rápido avance y generar un puente terrestre con Transnistria, aprovechando que no hay fortificaciones ucranianas y son escasas las tropas en el lugar. Moscú podría optar por rodear los obstáculos más difíciles y alcanzar el enclave en riesgo. No solo eso, si se actúa con esa operación, Ucrania vería que su flujo de armas sería interrumpido y toda su defensa se vería comprometida. ¿Por qué entonces no lo hizo antes? Porque implica sumar a Bielorrusia con el riesgo de que Polonia se adicione a la guerra abiertamente.

No obstante, debemos considerar que la OTAN ha cruzado las líneas rojas rusas brindando armas de cada vez mayor alcance, ha decidido enviar tanques modernos y cazas F16. Si la OTAN continua la escalada, Moscú pude verse tentado a aumentar la presión. Lukashenko se ha entrevistado con las autoridades rusas y ahora hará lo propio con las chinas. Beijing se ha acercado a Moscú en el plano militar hasta estar a punto de firmar un contrato para proveer a Rusia de drones desafiando a Washington.

Rusia cuenta con el firme apoyo de Irán y de Corea del Norte, la guerra escala.

No sabemos qué sucederá en el futuro, no podemos adivinar que nos depara el destino, pero sí podemos analizar las posibilidades de una probable situación. La escalada de la guerra una vez más está en el menú.

Las diferencias son irreconciliables, los bandos se están preparando aceleradamente, la diplomacia ha perdido su protagonismo que lo ganan las acciones militares.

Nunca en la historia una potencia hegemónica ha cedido su predominio sin una guerra, con la excepción de la URSS, pero jamás fue hegemónica.

Esta es solo una repetición de un ciclo histórico natural de nacimiento, apogeo y caída de una gran potencia, lo único que hace este hecho excepcional son las armas nucleares estratégicas.

Putin en una entrevista ha señalado que las naciones de Occidente son las grandes responsables de lo que sucede con Ucrania. Esto es muy serio, porque significa que la posibilidad que Rusia apunte directamente a Occidente como responsable, crecen.

 

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