¿Israel ayudó a la creación y ascenso de Hamas? – Por Bruno Sgarzini

Por Bruno Sgarzini*

¿Israel ayudó al ascenso de Hamas, la organización que realizó el peor ataque en su tierra en 50 años?

En 2019, Benjamín Netanyahu dijo en una reunión cerrada que cualquiera que quisiera evitar un Estado palestino debía apoyar y financiar a Hamas. “Nuestra estrategia es aislar a los palestinos en Gaza de los palestinos en Cisjordania”. Lo dijo, según el periodista israelí Gidi Weitz, en una reunión de su partido Likud en el parlamento, la Knesset.

Para Zvi Barel del diario israelí Hareetz, el liderazgo político encargó a las Fuerzas de Defensa de Israel “crear un animal cuyas partes del cuerpo no coincidieran, tanto en Gaza como Cisjordania. Como una forma de crear una Palestina A, gobernada por el partido Al Fatah en Cisjordania, y una Palestina B dirigida por Hamas en Gaza”.

En 2007, el director de Inteligencia de Israel, Amos Yadlin, le dijo al embajador estadounidense en el país, Richard Jones, que “Israel estaría ‘feliz´ si Hamas tomara el control de Gaza porque las Fuerzas de Defensa de Israel podrían entonces tratar a Gaza como un estado hostil”, según un cable diplomático del representante estadounidense desclasificado por Wikileaks.

En la reunión, Yadlin descartó la importancia del papel iraní en una Gaza controlada por Hamás “mientras no tuviera puerto”.

Hamas, por ese entonces, había ganado las elecciones parlamentarias y se había constituido como gobierno en Gaza. Israel, junto a Estados Unidos y otros gobiernos del mundo, congelaron los fondos enviados a la administración palestina por la falta de reconocimiento de Hamas al Estado de Israel.

Un año después, el gobierno de Netanyahu lanzó la operación Plomo Fundido para “evitar el lanzamiento de cohetes” desde Gaza. También buscaron a los líderes de Hamas con un saldo de 1.400 palestinos muertos.

Esto fue el pretexto para endurecer las condiciones en la Franja con puntos de control y políticas de segregación, calificadas por Amnistía Internacional como un “régimen de apartheid” que busca la “opresión y dominación sistemáticas de un grupo racial sobre otro con la intención de mantener ese sistema”.

Para Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas de Netanyahu y miembro del Partido Sionista Religioso, la partición de Palestina en dos permitiría anexar Cisjordania y expandir rápidamente los asentamientos judíos sionistas allí. “Una vez que Israel haya declarado su intención de nunca abandonar esa tierra y haya creado realidades sobre el terreno que hagan inimaginable su retirada, los palestinos se reconciliarán con la nueva realidad: aceptarán una forma de ciudadanía de segunda clase, se irán voluntariamente o intentarán actos violentos, resistencia y serán aplastados”.

Como ministro, Smotrich ha utilizado su tiempo en el gabinete de Netanyahu para intentar implementar este plan, trabajando tanto para anexar de facto Cisjordania como para expandir rápidamente los asentamientos judíos. Los grupos extremistas, de hecho, comenzaron a asediar a algunos de lugares sagrados del islam como la mezquita de Al-Aqsa y expandir su ocupación.

La clave para que Israel obtenga una victoria tan total, escribió, es simple: romper el espíritu de los palestinos.

De hecho, para la organización de veteranos israelíes Breaking the Silence una de las razones del éxito del ataque de Hamas es que habían pocos soldados custodiando los puntos fronterizos de Israel cerca de Gaza porque estaban protegiendo el avance de los colonos en Cisjordania.

¿Pero hay más antecedentes que relacionen al liderazgo israelí con el ascenso de Hamas?

Cuando Hamas, acrónimo de Harakat al-Muqawama al-Islamiya (“Movimiento de Resistencia Islámica”), desembarcó en Gaza contó con ayuda de Tel Aviv, según el general israelí Yitzhak Segev, gobernador de Gaza a finales de los 70.

En 1979, las autoridades israelíes le dieron un permiso oficial al Jeque Ahmed Yasin, el fundador del movimiento, para armar la organización Mujama al-Islamiya, una organización caritativa predecesora de Hamas. También le permitieron desarrollar la Universidad Islámica de Gaza, donde se formaron gran parte de los cuadros dirigentes de Hamas.

La organización, nacida de los Hermanos Musulmanes de Egipto, planteaba el objetivo de un Estado Islámico en Palestina y la destrucción del Estado de Israel en su carta orgánica. También profesaba una visión salafista, fundamentalista, del Islam.

En sus primeros años en Gaza, el “el gobierno de Israel le daba dinero para sostener sus mezquitas”, según dijo general israelí Segev a The New York Times. Avner Cohen, responsable israelíes de asuntos religiosos en Gaza hasta 1994, afirmó a The Wall Street Journal que “Hamas, a su pesar, había sido una creación de Israel. Un error enorme y estúpido”.

¿Para qué? Debilitar a la Organización de Liberación de Palestina, liderada por Yasser Arafat, que en los ochenta era la mayor organización palestina con la propuesta de un Estado Palestino secular y laico, contrario a los intereses y la visión de Hamas.

En esta disputa por el liderazgo palestino, Hamas irrumpió como movimiento en la primera Intifada en 1987, llamada la “revuelta de piedras”, contra la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania. Según el general israelí Segev, por esos años, siguió en contacto con el clérigo líder de Hamas hasta que en 1989 la organización mató a dos soldados israelíes, “una acción que provocó la sentencia a cadena perpetua del clérigo y la deportación de casi 400 dirigentes del grupo al Líbano”, de acuerdo al diario español El Mundo.

En la década del 90, la organización comenzó con los atentados como una forma de lucha contra la ocupación de Israel y sabotaje a los acuerdos de Oslo de 1993, firmados por Yasser Arafat y el primer ministro israelí, Issac Rabin. Hamas y el Likud de Netanyahu, se opusieron a la creación de dos Estados, una decisión aprobada por varias resoluciones de las Naciones Unidas.

Los atentados de Hamas y los ataques de colonos israelíes intentaron torpedear el acuerdo de Oslo. Rabin, de hecho, fue asesinado por Yigal Amir, un extremista israelí, en un acto público el 4 de noviembre de 1995. Luego de una elección, Benjamín Netanyahu se convirtió en primer ministro y enterró los acuerdos de Oslo acusando a los palestinos de incumplirlos.

Para las sociólogas Lucía Carbone y Flavia Fanello; “por el lado israelí, los ataques suicidas llevados a cabo por el grupo islamista Hamas, favorecen sus políticas represivas y lo hacen posicionarse en el lugar de interlocutor fuerte, el único capaz de llevar a cabo negociaciones sin hacer más concesiones que las necesarias para mantener su status de potencia dominante sobre los palestinos. Por el lado de Hamás, estas posiciones fortalecen y justifican su accionar ya que, al debilitarse la OLP en las negociaciones de paz, y al incrementarse las políticas represivas de Israel, su papel como único movimiento de resistencia a la invasión sionista cobran validez”.

El protagonismo de Hamas en la Segunda Intifada (de Al-Aqsa) con ataques y atentados suicidas, por ejemplo, justificó la decisión del gobierno de endurecer la política de bloqueos y muros alrededor de Cisjordania, según el experto en relaciones internacionales Jesús López Almejo en su trabajo “Hamas entre la táctica terrorista y la vía política”.

“Se justificó oficialmente en términos de seguridad y para poner a salvo a la población israelí del terrorismo palestino. De acuerdo con Jaime Saura Estapá, el trazado del muro se diseñó para modificar la composición demográfica palestina, incluida Jerusalén Este, mediante el fortalecimiento de las colonias israelíes, que de acuerdo con el derecho internacional fueron ilegalmente establecidas en los territorios palestinos, fraccionando Cisjordania en dos mitades y dejándola sin continuidad territorial”.

La llegada de Hamas al poder en Gaza le permitió al gobierno de Benjamín Netanyahu endurecer y consolidar el régimen de apartheid en los territorios reconocidos por la comunidad internacional como parte del Estado palestino.

Para Alon Pinkas del diario israelí Haaretz, lo que fracasó con el ataque de Hamas, el mayor a Israel en 50 años, fue la idea de que “Tel Aviv podría fortalecer efectivamente a Hamás para debilitar a la Autoridad Palestina y hacer inviable cualquier solución de dos Estados”.

En propias palabras de Netanyahu, “cualquiera que quiera frustrar el establecimiento de un Estado palestino tiene que apoyar el fortalecimiento de Hamás y la transferencia de dinero a Hamás. Esto es parte de nuestra estrategia: aislar a los palestinos en Gaza de los palestinos en Cisjordania”. Un régimen de apartheid palestino sería lo ideal para hacerlo.

Para Zack Beauchamp, corresponsal en Medio Oriente del medio estadounidense Vox: “Netanyahu supuestamente consideraba que el gobierno de Hamás en Gaza era una especie de ventaja. Mientras los palestinos sigan divididos entre ellos (Hamás a cargo de Gaza y la facción moderada de Fatah en el poder en Cisjordania), entonces un acuerdo de paz probablemente sea imposible: no se puede llegar a un acuerdo negociado sin un socio negociador unificado. Según este pensamiento, la amenaza terrorista que plantea Hamás puede gestionarse; el bloqueo interminable y las operaciones militares periódicas pueden mantener el peligro que representa Hamás dentro de parámetros aceptables”.

Su aliado táctico ahora le ha dado uno de los mayores golpes políticos-militares de su historia. Y es posible que le proponga entrar a Gaza para comenzar una guerra de desgaste en otros frentes a través de sus aliados en Siria, El Líbano, Yemen e Irán. Lo que puede ser una amenaza existencial para Israel.

El fuego con el que jugó Netanyahu, por muchos años, puede acabar con su sueño de imponer el Estado de Israel al pueblo palestino.

 


*Bruno Sgarzini es periodista dedicado a temas internacionales.

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