Por Alexander Dugin
El judaísmo, al igual que todas las religiones, es multifacético, por lo que simplemente dedicarse a elogiarlo o deplorarlo es tener una perspectiva muy simplista del mismo. En sí, el judaísmo esta conectado a la idea del pueblo elegido en un sentido ante todo religioso, siendo su principal objetivo la espera del Mashíaj, es decir, el Mesías que reinará sobre Israel. Como religión, el judaísmo esta vinculado a la espera paciente del Mashíaj, no obstante, esta imagen se dificulta debido a la dispersión de los judíos llevada a cabo durante el primer milenio. Tal dispersión, acontecida después de la destrucción del Segundo Templo, ha durado dos mil años y ahora forma parte de las mismas tradiciones judías, pues es vista como una forma en que el pueblo de Israel expíe los pecados cometidos en otras etapas de su existencia histórica. Si esta expiación es llevada a cabo de forma sincera y los judíos se arrepienten realmente de sus pecados, entonces la tradición establece que el Mashíaj llegará y que esto confirmaría la naturaleza divina del pueblo elegido. Todo lo anterior llevará a que los judíos regresen a Israel, se conviertan en una nación independiente y se construya el Tercer Templo, esta es la estructura teológica creada por los judíos. Los seguidores más consecuentes de estas ideas son el movimiento fundamentalista Neturei Karta, que sostienen que el Dios de los judíos ordenó a su pueblo soportar las penurias del exilio con tal de esperar hasta el final y expiar los pecados que tienen. Solo cuando este proceso termine llegará el Mashíaj prometido en las escrituras y comenzará el proceso de regreso a la Tierra Prometida.
Pero, ¿si la teología judía establece todo lo anterior por qué hoy existe un Estado de Israel y se violan todas las prohibiciones anteriores? Para entender el por qué el actual Estado de Israel contradice las enseñanzas religiosas del judaísmo tenemos que remontarnos a las enseñanzas del pseudo-Mesías Shabtai Tzvi, quien predicó en el siglo XVII una especie de proto-sionismo. Tzvi consideraba que él era el Mesías y dijo que los judíos debían regresar a Israel. El destino de Shabtai Tzvi fue muy triste: se presentó ante el sultán otomano reclamando que Palestina pertenecía a los judíos, a lo que el sultán le dio a elegir entre convertirse al Islam o ser decapitado. Es aquí donde la historia toma un giro extraño, Shabtai Tzvi se convirtió al Islam, lo que supuso una gran decepción para muchas comunidades judías. Sin embargo, algunos de sus seguidores, los sabatianos, en su mayoría judíos askenazis de Europa Oriental, adoptaron un punto de vista distinto. Paralelamente a los sabatianos surgió el movimiento jasídico, el cual no era un movimiento mesiánico o escatológico, sino que se dedicó a difundir al interior de las comunidades judías las enseñanzas de la Cábala. Ahora bien, algunas de las sectas sabatianas, especialmente los frankistas polacos, establecieron una base teológica para explicar las acciones de Shabtai Tzvi: según ellos Tzvi era el verdadero Mesías y su conversión al Islam fue deliberada, pues con ello cometió “santa traición” (traicionar al judaísmo con tal de acelerar la llegada del Mashíaj). Según los sabatianos uno puede convertirse a otras religiones sin problemas, o al menos eso sostenía Jacob Frank, quien se convirtió primero al Islam y luego al catolicismo con tal de probar que los judíos no devoraban niños cristianos… Los sabatianos planteaban la necesidad de violar y traicionar todas las enseñanzas del Talmud y sin duda la doctrina secreta expresada por Frank cambió totalmente las ideas judaicas sobre el Mesías. De ahora en adelante los judíos serían el Mesías y ya no era necesario esperar por la llegada del mismo, tampoco importa traicionar tu religión pues ya eres un santo o un dios.
Estas ideas tuvieron mucho que ver con la formación del sionismo, ya que el sionismo es una forma de satanismo judío o satanismo dentro del judaísmo que busca anular todos los fundamentos de su religión. Si en la tradición judía se establece que es necesario esperar la llegada del Mashíaj el sionismo dice que el judío ya es un dios, por lo que muchos judíos ilustrados adoptaron el sionismo. Por otro lado, el sionismo es una continuación del judaísmo, pero también su refutación. Los sionistas dicen que no hay necesidad de arrepentirse de nada, pues ya han sufrido bastante durante dos mil años y que ellos son dioses. Tal teología explica muchas peculiaridades del actual Estado sionista y el apoyo que recibe Israel de judíos laicos, judíos liberales, judíos comunistas, judíos capitalistas, judíos cristianos, judíos musulmanes, judíos hindúes, etc., que no son otra cosa que las redes creadas por el frankismo después de cada uno de ellos cometiera “santa traición” con tal de crear un Estado judío, lograr la dominación mundial y prohibir cualquier crítica al sionismo (en algunos Estados de los Estados Unidos se equiparan los ataques al Estado de Israel con el antisemitismo). Lo único que falta para cumplir en esta teología es demoler la mezquita de Al-Aqsa y construir el Tercer Templo. La Knesset ya ha asignado fondos con tal de llevar a cabo investigaciones en ese sentido. Teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿acaso es posible que la ONU, con sus constantes “llamados a la paz” o “respeto de los derechos humanos”, puede frenar un conflicto que tiene un trasfondo metafísico tan profundo y complicado? El respeto de los derechos humanos de los palestinos ha sido borrado por medio de declaraciones absurdas como acusar a los críticos de Israel de ser antisemitas por defender a los palestinos, siendo los palestinos semitas. Una vez que dejamos de lado la hipnosis, el sinsentido y la fragmentación que la postmodernidad impone sobre nuestras consciencias podemos observar al desnudo el interesante y aterrador panorama de lo que esta ocurriendo en el Cercano Oriente.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera – Fuente
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