Por Juan Manuel de Prada
Ha causado gran revuelo la filtración interesada de un documento donde se anuncia que una mayoría de los magistrados del Tribunal Supremo de Estados Unidos estaría dispuesta a revocar la sentencia Roe vs. Wade. Si esta revocación se produjese (pero la filtración se ha realizado, precisamente, para que tal cosa no ocurra), el aborto no sería prohibido en Estados Unidos, sino que cada estado tendría capacidad para limitarlo o ampliarlo dentro de su territorio. Se trataría, pues, de un aspaviento característico de la relativista justicia ‘liberal’, que no se funda en juicios objetivos sobre la naturaleza del aborto ni en la defensa del bien común, sino que confía a la mayoría la determinación del bien y del mal, al más puro estilo ponciopilatesco.
Así y todo, la filtración ha desatado una campaña rabiosa contra los jueces dispuestos a favorecer el aspaviento, desatada por toda la izquierda caniche mundial. Es natural que así sea, pues la izquierda es hoy la vanguardia ideológica del capitalismo global, que para poder imponer los designios de sus élites necesita realizar lo que Lippmann denominaba eufemísticamente un «reajuste necesario en el género de vida» de las masas. Y, dentro de ese «reajuste en el género de vida», el crimen del aborto ocupa un lugar medular; podríamos decir, incluso, que se trata de la piedra angular del sistema, que, por tratarse de un crimen nefando, requiere ser envuelta con rebozos doctrinales campanudos (emancipación, libertad individual, autonomía de la voluntad, etcétera) que hagan sentirse ‘empoderadas’ a quienes, con sus vientres yermos, son instrumentos del capitalismo global, que necesita, para mantener su sistema de producción, el deterioro de las condiciones laborales. Al capitalismo global no le convienen los vínculos indestructibles que genera un hijo; pues sabe -ya lo explicó David Ricardo en su ley de bronce de los salarios- que si los trabajadores tienen hijos se vuelven más pugnaces en la exigencia de subidas salariales. Las sociedades fecundas luchan con ardor por el porvenir de sus hijos; las sociedades estériles se raspan el útero, mientras miran las pantallitas de Apple o Netflix.
El capitalismo, como nos enseña Hayek, tiene hecho su ‘cálculo de vidas’; y a asegurar el ‘cálculo de vidas’ que necesita el turbocapitalismo global, se dedica la izquierda sistémica hoy, convertida en caniche de la plutocracia. Nada más natural, pues, que haya movilizado a todas sus fuerzas de choque, después de filtrarse la noticia de la tímida palinodia del Tribunal Supremo estadounidense. Por supuesto, en este artículo hemos explicado tan sólo las causas ‘naturales’ de su reacción rabiosa; la causa sobrenatural no podemos explicarla a fondo porque nos han recortado mucho la extensión. Pero ya se sabe que la nueva alianza de Dios con el hombre, que se sella en la Cruz, se inicia en el vientre de una mujer; y el vientre de la mujer se convierte así en el epicentro de una guerra sin cuartel (Gn 3, 15).
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