Por Marcelo Ramírez*
A dos meses del inicio de la operación especial de Rusia sobre Ucrania, comenzamos a ver de qué se trata en realidad. La pelea de fondo en verdad es la OTAN contra Rusia, una disputa que se da en varios niveles que exceden al plano militar.
Hay dos ejes principales que podríamos encuadrar sin gran esfuerzo como guerra híbrida: el militar y el económico/financiero.
El plano económico se presenta en los medios de Occidente como una respuesta devastadora contra la economía rusa que va a destruir su funcionamiento y a hacer retroceder décadas al país euroasiático.
Joe Biden, el extravagante presidente estadounidense que presenta dudas sobre su claridad mental para operar en un mundo tan peligroso, ha dicho sin ambages que el rublo iba a ser reducido a escombros cuando anunció nuevas rondas de sanciones contra Rusia.
El rublo cotizaba al 31 de diciembre del 2021 a 0,01332 centavos de dólar por unidad cuando la crisis existía pero aún no se temía una guerra, el día 24 de febrero cuando se inicia la acción armada cae a 0,01187, el 9 de marzo registra su menor cotización en medio de agoreros pronósticos sobre el futuro ruso y sobre el “error” de Putin de haber dado un paso en falso permitiendo que “la comunidad internacional”, es decir, EEUU, la UE, Canadá, Australia y Japón junto a algunos Estados más que menores, desate una tormenta de sanciones que harán caer el gobierno ruso, ya de por sí, según la prensa occidental, desprestigiado ante sus ciudadanos.
Pero a partir de allí, Rusia comenzó a mostrar no solo que el liderazgo de Putin seguía intacto, subiendo además 10 puntos hasta alcanzar el 79% de los rusos, algo que largamente contrasta con los raquíticos porcentajes que maneja la media de los líderes del Oeste, sino también a dar señales de que su economía estaba preparada para afrontar las sanciones.
Rusia no solo comenzó a demostrar que su producción en energía, minerales y otros insumos básicos eran indispensables para Occidente, sino que había previsto un sistema de compensaciones bancarias internacionales que reemplazará al SWIFT y que además tomaba una medida impensada, Putin anunciaba a quien lo quiera oír que su país ya no aceptaría dólares o euros de países hostiles y les exigiría rublos por su energía, y que esto podría extenderse a otro tipo de producciones.
El resultado fue la inversión de la curva de caída del rublo y el mismo comenzó a recuperarse hasta llegar hoy a valores que superan los anteriores a la crisis ucraniana, hasta situarse en cotizaciones similares a las de fines del 2021.
El resultado de estas políticas ha demostrado que Rusia tiene un plan estratégico económico/ financiero eficaz y con toques originales que hoy amenazan algo que muchos creían imposible y es que el dólar pierda su estatus de moneda de cambio y reserva internacional, comprometiendo de esta manera las bases del poder de EEUU.
La vulnerabilidad esperada no fue en el sancionado sino en los sancionadores, como la UE que comenzó a experimentar grietas internas en función de que no todos los países están de acuerdo con las sanciones y algunos de ellos se han rebelado rechazando la imposición de la misma en no utilizar rublos.
La UE se ve sometida entonces a un proceso de cuestionamiento de sus políticas, porque las mismas implican que el rumbo conduce al abismo, Alemania apoya formalmente las medidas pero sus organizaciones intermedias, empresariales y políticas advierten ya públicamente que esto conducirá a un desastre peor que el experimentado con la parálisis de la covid 19, el riesgo no solo va a ser de no disponer de calefacción para el próximo invierno sino que hará inviable la producción industrial que quedará paralizada por los costos energéticos y una sociedad que perderá buena parte de sus empleos.
Si este cuadro no es lo suficientemente preocupante, podemos sumarle el costo de los alimentos que junto a la energía se constituyen en tasas crecientes de inflación más propias de la alicaída Argentina que de la otrora poderosa Europa.
Un cuadro serio que compromete el liderazgo europeo en general cuando estas consecuencias comienzan a impactar con fiereza en la sociedad y se multipliquen las protestas sociales ante una ciudadanía que ya no se satisface con echarle la culpa de todo a Putin y empiecen a preguntarse por qué razón debieron abandonar su vida confortable de antaño y sumirse en un nivel de pobreza tercermundista al que están desacostumbrados.
Si esto parece ya de por sí algo que debería prender luces de alarma, hay otros temas en danza que pueden hacer que esto sea el menor de los problemas y ese es el frente militar.
La prensa, y algunos canales especializados en temas militares en redes, todos ampliamente controlados por la OTAN, no se cansan de repetir que Putin, al igual que con el tema económico/ financiero, en el área militar ha cometido otro error garrafal al entrar con sus tropas en Ucrania.
Las noticias se multiplican: Rusia sufre enormes pérdidas humanas, de materiales, demuestra torpeza en sus estrategias, no consigue tácticas efectivas, debe retirarse de Kiev derrotada, los ucranianos tienen una capacidad de resistencia asombrosa, y un interminable etcétera de razones por la cual se concluye que Rusia tiene un ejército “tercermundista” que no podría resistir más que unas horas al poder de la OTAN.
Explican con términos tajantes que el desastre ruso se complementa con “despertar a un gigante dormido” como Alemania y que el resultado son declaraciones de funcionarios con cuantiosas inversiones a futuro.
Este razonamiento tiene algunos problemas, en primer lugar, Alemania está en un estado de cuasi indefensión donde carece de una Fuerza Aérea con capacidades operativas medianamente serias, materiales obsoletos, producción cara y sobre todo militares más preocupados en mostrar un bronceado y en que se respeten sus derechos individuales que en meterse en el barro a combatir chechenos. Conseguir torcer ese rumbo le llevará años además de un giro en sus prioridades políticas de una sucesión de gobiernos más preocupados en derechos de minorías que en tener un ejército apto.
La vocación pacifista que podríamos presuponer para exculparse de responsabilidad se diluye cuando envían armas aumentando amenazas, echando más leña al fuego de la hoguera de la guerra.
Alemania es un símbolo de una Europa decadente que hoy se muestra impotente, se asoma al abismo por una dirigencia servil al poder atlantista, ya no globalista pues el globalismo está herido de muerte. Amenazada por una crisis económica y proporciones bíblicas, Berlín no sólo no toma medidas para conjurar esta amenaza, sino que la profundiza y le agrega un desafío abierto a una potencia como Rusia.
Rusia, aclaremos este punto, ha conseguido en pocas horas dejar fuera de combate a un ejército de 350 mil hombres entrenados y equipado por la OTAN durante 8 años, que hoy cuenta con el apoyo de miles de mercenarios, tropas especiales camufladas como voluntarios y todo tipo de información táctica para las operaciones en el escenario del conflicto.
Si quedan dudas, Moscú decide cuándo y dónde combatir, ha tomado ciudades importantes, ha reducido a una guerrilla escondida entre civiles al ejército ucraniano, ha capturado tropas extranjeras y ha eliminado a cientos de mercenarios precipitando a la fuga a muchos otros. Sin avergonzarse, los canales especializados que nutren de informaciones a muchos “especialistas” en temas internacionales y a periodistas vulgares que insisten en que Rusia está sumida en una desastre militar, siendo incapaces de entender, o tal vez aceptar, que las técnica de maskirovka tan mentadas (técnica de engaños sobre las verdaderas acciones) significa que nunca tuvo como intención Rusia de tomar las grandes ciudades como Kiev sino que fueron una forma de impedir concentraciones mayores en el zona del Donbass, en las cuales se va a producir una nueva ofensiva rusa para liberar esas regiones rusoparlantes.
Los “especialistas” occidentales insisten en sus teorías de catástrofes rusas demostrando que su intención nunca fue trabajar sobre la verdad profesionalmente, sino que son meras herramientas de la OTAN en la guerra de informaciones.
Esto es algo de suma importancia porque la escalada de acciones militares comienza seriamente a amenazar con una guerra nuclear, creando una falsa sensación de eficacia en las propias tropas de la OTAN y la ineficiencia rusa.
Rusia ha utilizado apenas un 7% de sus capacidades reales, solo ha mostrado algunas de sus armas revolucionarias como los Kalibr, los Iskander o los misiles hipersónicos Kinzhal utilizados para golpear blancos puntuales en toda Ucrania. Moscú con esto demuestra que nadie prácticamente en Europa está fuera de su alcance y en caso de ser necesario podría destruir las naciones europeas que se le opongan y se transformen en una amenaza.
Pero también se reserva un mensaje para EEUU, la nueva prueba del misil Sarmat es un mensaje para Washington, este misil de nueva generación y que no tiene equivalente en Occidente puede destruir un país del tamaño de Francia, y es casi imposible de detener por sus capacidades de maniobra. Si es dotado de planeadores hipersónicos Avangard, Occidente solo puede observar la destrucción de sus capitales o los blancos que Rusia determine.
Este poder apocalíptico que poseen las fuerzas estratégicas rusa, y que solo hemos mencionado algunos casos, pero existen muchos otros, como el drone marino Poseidón que puede portar una ojiva de 100 megatones, cuya explosión podría arrasar una ciudad costera con olas de 500 metros de altura o hundir una flota encabezada por un portaaviones, es apenas una muestra más de lo riesgoso que es la política de la OTAN.
Lo más asombroso son las sociedades europeas que viven en la ignorancia más absoluta de lo que le espera en un futuro inmediato, si sus élites políticas siguen en este sentido verán reducido su nivel de vida a lo que fue la vida de sus abuelos en la postguerra. Si ellos tienen suerte y sus gobernantes recapacitan con respecto a la guerra y dejan en paz la expansión sobre las fronteras rusas, tienen una esperanza sino simplemente sus días se acabarían en cuestión de minutos.
La gran pregunta, viendo que en Francia se impone nuevamente el payasesco Macrón, un extraño personaje que de su actividad política previa desembarcó en la presidencia francesa y que ha dado muestras de soberbia e incapacidad, es ¿cómo es posible que haya sido reelecto?
No debería extrañarnos cuando Boris Johnson es quien comanda el Reino Unido o Joe Biden los EEUU. Personajes pintorescos algunos, otros con serias deficiencias cognitivas, tienen en su mano la suerte del mundo y parecen no comprender que Rusia más no puede retroceder, que está acorralada pero que tiene más poder que sus propios países.
Bien harían en preguntarse por qué razón China, que está siendo igualmente amenazada, habría de apoyar a Occidente en un conflicto que luego se volvería contra ella.
Rusia además no está sola, cuenta con el apoyo de muchos países como India, quien desoye las presiones occidentales, Turquía parte de la OTAN tiene una actitud muy cauta y se opone no solo a las sanciones sino que quiere ingresar al mercado ruso, el propio Israel, insospechado de ser hostil hacia Occidente, se mantiene al margen de los sucesos y da un paso que la prensa occidental decide ignorar, Tel Aviv acaba de incorporar a su canasta de reservas otras monedas adicionales al euro, el dólar y la libra, y suma al Yuan en un primer paso de reacomodamiento a lo que percibe como una nueva realidad mundial en la que deberá moverse.
En este cuadro, las sociedades occidentales están narcotizadas y no reaccionan.
Con perspectivas de hambre, desempleo y guerra, hay pocas protestas en este hemisferio contra lo que los gobiernos hacen. Tal vez las razones las encontramos en una generación que se retira de la vida y que ha conocido un progreso material constante, y que ha vendido su alma al diablo aceptando la destrucción de su propia identidad cultural a cambio de prosperidad.
Las personas mayores de Occidente están sometidas a un bombardeo mediático que combinado con el confort y cierta resignación fruto de años de vida, parece no comprender demasiado lo que se está gestando y si lo hacen ya no están en condiciones de hacer protestas callejeras chocando con la policía como sucedía en década anteriores.
Seguramente no nos debería extrañar que esto sea así, en definitiva, su ciclo histórico ha terminado y los jóvenes, con sus ansias naturales de probar límites, buscar experiencias nuevas y deseos innatos de justicia, son quienes deberían tomar la posta y frenar el delirio de sus conductores.
Sin embargo, esto no sucede, los jóvenes han nacido en un entorno donde se privilegia el materialismo, el hedonismo y el individualismo. Sus ideas entonces se reducen a vivir con las mayores comodidades posibles, disfrutando de los placeres más inmediatos y en soledad, no existe entre ellos ideas firmes de compromiso con la comunidad, con la nación o con ideas superiores de trascendencia.
Así formados, su devenir diario cuando son de clases medias o adineradas, es pasarla bien, y como la vida necesita estímulos y una natural alternancia entre deseos y realidades, estos jóvenes apelan como elementos a cuestiones menores como la música, el alcohol o las drogas. Nada tampoco para extrañarse cuando la CIA promovía en los 60 desde el hipismo y otras ideologías, sexo, drogas y rock&roll.
Así las cosas, esta juventud se ha desarrollado con indiferencia, algo que se ha estimulado desde el poder para cambiarles las prioridades, sus ideales revolucionarios ya no pasan porque se socialicen los medios de producción sino porque se satisfagan los deseos de pequeñas minorías radicalizadas en temas secundarios y muchas veces nocivos, pero que cumplen un doble propósito, canalizar a aquellos que aún tienen algo de rebeldía hacia temas que no comprometan los poderes reales ni sus estructuras.
La propia estrategia del poder ha sido paralelamente inculcar una idea de inmediatez y de falta de compromiso, considerando que todo debe ser “divertido”, pero no en una forma sana sino como una suerte de evasión de los problemas reales, la “buen onda” es la máxima premisa y por ello cualquiera que sea portador de noticias preocupantes es alguien que “tiene mala onda” y debe ser aislado.
Estando entonces en una sociedad que estimula el pasatismo, que considera lo profundo como aburrido, que piensa en 144 caracteres, la reflexión y la crítica se extinguen poco a poco. Este proceso desemboca en la realidad que hoy vemos, una mayoría social ajena a lo que sucede en el mundo, que opina en el mejor de los casos en forma liviana sobre temas que no comprende y que valoran voluntad propia como algo sin límites.
Si se trata de Ucrania, su universo se reduce a que los rusos son autoritarios porque no aceptan las ideas minoritarias de moda y son tradicionalistas, que tiene derecho a hacer lo que quieran sin entender de matices y seguridades internacionales, son en definitiva muy simples de manipular para la propaganda OTAN.
Si alguien cómo Le Pen sugiere que se debe replantear la permanencia en esta UE, o no comprar gas ruso explicando las consecuencias para el conjunto, la respuesta es que es fascista. Es inútil explicarles que Macrón es quien apoya a los verdaderos neonazis, nunca se enteran de lo que pasa en realidad porque eso no se explica en 144 caracteres y hay prioridades a informarse con profundidad. Lo inmediato, y la idea de la diversión como algo único que hace al hombre sirven como escollo para que puedan desarrollar un criterio propio.
Con una sociedad donde quienes tienen ciertas experiencias están cansados y son desoídos porque solo se debe valorar la juventud novata en lugar de la sabiduría que proporciona los años, es simple manipular a jóvenes que no conocen historia y que son vulnerables a estas tres sensaciones básicas de apego al materialismo, de ser profundamente hedonistas y de pensar solo en ellos, un individualismo que rápidamente se transforma en egoísmo a pesar de tener una pátina solidaria que señala como escándalo el término de alguna palabras.
Hay una profunda ignorancia en lo que sucede en el mundo realmente, pero esto, y es algo que lo hace más peligroso, se acompaña con desinterés, pensamientos banales, carencia de espiritualidad o idea de que algo sea trascendente.
Pensar solo en el ahora termina siendo sinónimo de estas juventudes incapaces de reaccionar ante el peligro que se cierne sobre sus cabezas, fluidez y desapego consumen sus acciones.
No es extraño entonces ver que apoyan la “lucha contra el calentamiento global” y piden cerrar centrales de carbón o gas mientras sus políticos llevan a ese mismo país a la destrucción porque se rehúsan a permitirle a Rusia tener garantía de no ser atacada.
¿Cómo es posible que haya un desfile por el “orgullo” gay con decenas o cientos de miles de personas o que el feminismo siga afirmando que el problema de la humanidad es la opresión de la mujer y necesidad de dotar los gobiernos de perspectiva de género, mientras las amenazas de una guerra nuclear que extermine a miles de millones se hace realidad?
Es el resultado natural de todo lo expuesto, ignorancia, egoísmo, vacuidad, indiferencia. Para estos jóvenes, la rebeldía es hacerse vegano porque los animales son iguales a las personas, o porque contaminan, creer que los hijos anulan a una mujer o son faltas graves porque aumentan la huella de carbono, pensar que pueden elegir si son hombres, mujeres o algo inespecífico según sea su voluntad y un enorme listado de temas similares.
Mientras tanto, el atlantismo avanza hacia la destrucción del mundo que conocemos y redefinirse en función de otro modelo que les garantice mantener sus posiciones de mando.
La situación es por lo tanto muy grave cuando se combina la incompetencia, la ignorancia y la mala fe en las dirigencias en Occidente y quienes deberían ser el contrapeso han sido alienados por ese mismo poder para conducirlos como ovejas obedientes que ni siquiera toman consciencia de lo que son.
Han conseguido que los esclavos se pongan sus propios grilletes orgullosos, y recriminan, “cancelen” en términos actuales, a quienes les gritan que son esclavos que están conducidos a la destrucción. No tires “mala onda” seguramente será su última respuesta si alcanzan a ver el hongo nuclear antes de extinguirse.
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*Marcelo Ramírez es analista en geopolítica. Director de AsiaTV.
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