La política del boomerang: las colonias europeas afrontan el fin de la prosperidad – Por Juan Manuel de Prada

Sufrimiento y felicidad
Por Juan Manuel de Prada

Quizá fuese tan sólo una coincidencia anecdótica; pero Eugenio d’Ors nos animaba a elevar la anécdota al rango de categoría. El mismo día en que el gabacho Macron anunciaba el «fin de la prosperidad» y la ministra Robles auguraba un «invierno de mucho sufrimiento», salía la finlandesa bailonga, Sanna Marin, proclamando su «derecho a la felicidad» para justificar los fiestorros que organiza en su mansión. Como escuché las tres declaraciones de una tacada, no pude evitar pensar que la felicidad de esta patulea está íntimamente asociada a nuestro sufrimiento.

Un sufrimiento consecuencia de lo que Foxá llamaba «la política del boomerang», que tarde o temprano acaba volviendo para descalabrar a su lanzador. Las sanciones que las colonias europeas impusieron a Rusia no han servido sino para encarecer dramáticamente sus propios suministros. Y, mientras en las colonias de la Unión Europea se condena a la población al sufrimiento, las exportaciones de Rusia se disparan, como consecuencia de las habilidosas negociaciones que su diplomacia comercial había entablado con los países asiáticos vecinos (especialmente China e India, cuya población septuplica la de la Unión Europea). Y, con las exportaciones de materias primas disparadas, Rusia se está permitiendo incluso el lujo de reactivar su producción industrial, que durante unos meses languideció por el éxodo de compañías extranjeras.

Las colonias europeas pensaron que bastaría con estrangular el acceso de la economía rusa a las divisas internacionales para provocar su colapso. Pero, entretanto, Rusia y los países asiáticos habían firmado tratados comerciales que reconocían sus monedas nacionales como divisa en sus transacciones; y están desarrollando una moneda de reserva con el resto de países que conforman el grupo BRICS. A la postre, las sanciones de las colonias europeas, aparte de encarecer monstruosamente los suministros a su propia población, han servido para que el euro se convierta en una divisa cada vez más irrelevante en el concierto internacional, sumando a los efectos estragadores de la inflación la depreciación de la moneda.

En un contexto semejante, resulta cada vez más notorio que, en efecto, las colonias europeas afrontan el fin de la prosperidad y que a sus pobladores nos aguardan muchos sufrimientos. Habría que empezar a preguntarse seriamente si la patulea que rige los destinos de las colonias europeas no está aplicando sanciones a su propia población. Habría que empezar a preguntarse si esta patulea no está utilizando la coartada de la guerra de Ucrania para impulsar las medidas de la Agenda 2030 exigidas por la plutocracia internacional. Habría que empezar a preguntarse, en fin, si al cumplir dichas exigencias no hallan su felicidad; pues, para esta patulea, la felicidad es siempre de índole crematística. Entretanto, en el colmo del masoquismo, las masas cretinizadas se solidarizan con la bailonga Sanna Marin en TikTok. Bailando tal vez se espante el frío, pero no se mata el hambre.

 

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