Las razones por las cuales Putin ha consolidado su poder – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), ha publicado un documento realizado con la colaboración de la Fundación Carnegie, para determinar la solidez del gobierno de Vladímir Putin. Que uno de los centros de pensamiento estratégico más importantes e influyentes de los Estados Unidos haya publicado un trabajo de esta índole, estando también involucrada una de las fundaciones más poderosas del país del Norte, es una muestra de la complejidad de la situación por la que está atravesando el modelo hegemónico, hasta hace muy poco, anglosajón.

El documento inicia su descripción de Putin, calificándolo como un modernizador interesado y un cínico «tecnólogo político», que se convirtió en un proveedor de ideología. No da las razones que describe como una ruptura, y tal vez esto sea cierto, algo pasa, pero seguramente no responde a las calificaciones despectivas utilizadas, sino a que el presidente ruso es la cara visible de un proceso de reconstrucción de su país. Rusia, es bueno recordarlo, fue llevada al borde de la disolución durante la década liberal capitaneada por un presidente conocido por su afición a la bebida como Boris Yeltsin.

Putin había realizado un largo peregrinaje hasta llegar al poder en el año 2000, bajo una piel de cordero. El líder ruso se había presentado socialmente como un personaje gris apegado a la moda pro occidental que regía su país. No obstante, veríamos con el correr del tiempo que sus planes eran muy diferentes de lo que Occidente creía y esperaba.

La nota del CSIS es curiosa, busca identificar los ejes del accionamiento político de Putin y determinar si detrás de sus medidas existe algo que podamos identificar como ideología.
El documento acusa al gobierno ruso de ser un excelente ejemplo de cómo utilizar un sistema de control sobre la sociedad rusa.

Según esta teoría, el Kremlin ha establecido una amplia gama de organizaciones no gubernamentales (ONG), impulsadas por el gobierno, para promover una visión del pasado idealizada. En tal visión, Rusia siempre está amenazada por un Occidente que señala como “nefasto”, donde presenta a su pueblo que abundan los enemigos internos, y que solo los sacrificios y gloria pasada de Rusia alcanzan para convertirla en una gran potencia mundial.

Acusa asimismo a su gobierno de emplear un método de adoctrinamiento sobre sus jóvenes, citando ejemplos como los clubes extraescolares y los campamentos infantiles de vacaciones con recreaciones de batallas y lecciones de “desinformación” histórica. Seguramente no todos concordarán en decir que recordar las invasiones contra Rusia de distintos enemigos que van desde los mongoles hasta la Alemania Nazi, pasando por Suecia y Polonia, no es exactamente “desinformación”.

Los autores del paper del CSIS enfocan sus críticas hacia algo que asocian a una idea oscurantista y que debería ser desterrada. En una forma absolutamente descalificadora, señalan al estatismo como un pilar clave de la ideología de Putin, que incluye la preferencia hacia un Estado fuerte y estable. ¿Está mal? Pues eso parece, y no es extraño entonces, que veamos cómo los gobiernos neoconservadores y progresistas intentan ser reemplazados por nuevos actores que tienen como eje precisamente una denuncia constante contra el populismo y el estatismo, algo intrínsecamente perverso para ellos.

Rusia desentona con las ideas libertarias actuales que buscan que el mercado sea quien marque reglas, pautas y conductas, la historia de ese país habla de una visión comunitaria por encima de las pretensiones individualistas occidentales.

La descripción del éxito de Putin señala también que el antioccidentalismo es algo que una mesiánica Rusia promueve a partir de considerarse a sí misma como gran potencia y un modelo civilizatorio estatal, basado en un policulturalismo rusocéntrico, tradicional, que instala pecaminosos roles familiares y de género, buscando protegerse contra el materialismo y el individualismo que llega desde el Oeste.

Si esto ya resulta intolerable para la gente del CSIS, falta describir cómo acusa a las políticas destinadas a proteger a los creyentes religiosos de la ofensa, y así estigmatizar a los opositores al régimen con conexiones occidentales como «extranjeros».

Inclusive dedica algunas líneas a lamentarse qué tan extremas condiciones siguen otorgándoles al Kremlin condiciones favorables. Grandes sectores de la sociedad rusa, sostiene el documento, respaldan sus narrativas porque conservan la nostalgia postsoviética y están convencidos de la gran potencia de su país.

Más aún, las ideas extremas del CSIS destacan que el éxodo de los liberales rusos como consecuencia de la guerra de Ucrania ha favorecido a los esfuerzos de Putin para promover su ideología hacia segmentos de la sociedad donde percibe vulnerabilidad, como los jóvenes, que se sabe que se encuentran entre los grupos más pro occidentales de Rusia.

Resulta esto particularmente extraño cuando quienes denuncian actividades que promueven el patriotismo, las actividades físicas al aire libre y los valores familiares y religiosos, son acusados de totalitarios que adoctrinan jóvenes. Mientras tanto, promover que Drag Queens bailen desnudos ante chicos de 5 o 6 años les parece una muestra de ejercicio de diversidad y tolerancia. Hemos visto en los propios Estados Unidos cómo escuelas primarias utilizaban estas ideas de relativizar los valores morales, poniendo niños en una fila para tocar los genitales masculinos de “mujeres trans”.

Esto, que en otros momentos hubiera sido considerado corrupción de menores, hoy es impulsado por los mismos que se escandalizan porque Rusia promueve valores familiares y religiosos.

El Kremlin basó sus argumentos en valores cristianos conservadores en oposición a los demasiado liberales y moralmente occidentales decadentes, con su énfasis en cuestiones de género y derechos de las minorías sexuales, señala el CSIS. Sosteniendo el mismo que el giro conservador observado a partir de 2012 se basó en “iniciativas preexistentes” que sacó del fondo al centro del escenario, y para ello da un ejemplo de los pensamientos que el pérfido Putin intenta instalar en su pueblo.

La ley de 2013 prohibió la promoción de “relaciones no tradicionales” con menores, algo que seguramente todo ser humano bien nacido vería bien, pero para este renombrado centro de pensamiento estratégico, es algo deliberado por su vaguedad, ampliando su potencial aplicabilidad.

Veamos si se entiende: prohibir las relaciones no tradicionales con menores es una forma de “persecución de disidentes”, según esa organización, no combatir un delito nauseabundo es “algo deseable”. El grado de descomposición de la intelectualidad occidental alcanza niveles que explican por sí mismos las razones de la decadencia de su mundo.

El documento considera que cuando Putin asumió el poder pretendió unir a una población dividida y para ello utilizó como herramientas “una interpretación mutuamente aceptable del fin de la era soviética”. De igual manera, destacó el orgullo nacional y le dio un contenido ideológico, rescatando la figura del Estado como un actor que promovía la integración en un país culturalmente diverso que incluye minorías étnicas y religiosas, en una base nacional. “Imperialistas, nostálgicos, comunistas, partidarios de un Estado fuerte y etnonacionalistas”, fueron recolectados en el esfuerzo de unidad nacional para sacar a Rusia adelante.

A esta altura, un lector desprevenido que no haya prestado suficiente atención a estas líneas creería que el documento elaborado para el CSIS era un elogio hacia Putin. No estimados, todas estas políticas que muchos miramos con envidia y esperamos que en algún momento puedan ser empleadas en nuestros países, son motivos de “repudio y alarma”.

Los autores asimismo emplean una vieja táctica de confusión utilizando verdades a medias. Acusan al presidente ruso de la apropiación selectiva de símbolos soviéticos, como el escudo de armas del Estado y el Himno Nacional Soviético, que Putin reintrodujo a finales de 2000. Putin no reintrodujo el himno soviético, hoy Rusia usa la misma música pero con una letra totalmente distinta a la de las épocas del marxismo leninismo. Cuando la URSS se disolvió, aclaremos, Rusia no tenía himno y se utilizaban en actos oficiales canciones patrióticas según la ocurrencia de turno. Es más que evidente que usar el viejo himno que identifica a todos los soviéticos, pero con una letra que exaltaba a Rusia, era una buena idea para comenzar la tarea de reconstrucción de una nación al borde de la desaparición.

Asimismo, critica a quien define como el principal estratega político de Putin, Vladislav Surkov, por desarrollar la noción de «democracia soberana» a través del uso correcto de la historia rusa (incluso en la educación) como una cuestión de vital importancia nacional con interés, agregando que estaba esto destinado a fomentar el sentimiento antioccidental a través de un aumento de la propaganda estatal.¿En serio le parece mal rescatar el papel de la lengua y de la historia e incluir esto en la enseñanza? Vistos los resultados de la política educativa en los Estados Unidos, no es de extrañar que esto sea así y que la educación en el hogar crezca.

Las críticas se extienden a la presunta represión de ONG y activistas de derechos humanos. Por supuesto que ante la propuesta de reconstruir la nación rusa basándose en su historia y tradiciones, no hay demasiado lugar para ONG extranjeras y activistas que operan para intereses foráneos disfrazados de defensores de los derechos humanos. Cualquiera que preste atención a la realidad de las ONG notará sin mayor esfuerzo que Derechos Humanos solo se consideran las ideas woke, mientras que el derecho a la vivienda, a la alimentación sana, a la salud o la educación, son cosas que se pasan por alto.

El texto acusa a Rusia de intentar promover su “atroz” ideología a través del establecimiento del Russkiy Mir (“Mundo Ruso o Paz Rusa”), fundado en el 2007, para propagar la cosmovisión de Rusia y atraer a aquellos con intereses culturales, religiosos, vínculos étnicos e incluso intelectuales con este país.

Sí, señores del CSIS, eso se llama soft power y todas las naciones lo utilizan para proyectar su imagen en el exterior. China usa los Institutos Confucio, y los fines son los mismos, promover la cultura de su país en el exterior. Tal vez sería más simple de entender su papel si nos remitimos a la Alianza Francesa o al Instituto Cervantes, que hacen exactamente lo mismo con las mismas intenciones. Corea del Sur tiene sus Centros de Cultura Coreana y así podríamos seguir un buen tiempo.

Estados Unidos tiene los suyos, pero emplea otro esquema mucho más efectivo, promoviendo el American Way of Life, que muta con los años, a través de series, films e instituciones diversas. Ahora, adaptándose a la tecnología, hace lo propio con juegos en línea y la manipulación de redes sociales. Volvamos entonces al inicio, ¿qué extraña que Rusia tenga su instituto de promoción de su cultura?

El colmo del escándalo para el CSIS llega con la Estrategia de Seguridad Nacional de 2021, que se centró aún más insistentemente en “la defensa de la Rusia tradicional”, valores espirituales y morales, cultura y memoria histórica como prioridad nacional. Simplemente intolerable.

Ciertamente, es difícil comprender que Occidente tenga esta ceguera para describir las políticas de sus adversarios, no observando que son exactamente las mismas que ellos impulsan, pero a menor escala y que los rusos, en este caso, persiguen mantener sus tradiciones y pensamientos. Es simple de entender, para los rusos hay hombres y mujeres, nada más. No hay autopercepción. Creen en Dios y respetan su Iglesia, no inventan religiones tipo new age ni promueven el satanismo. Cosas simples de comprender hasta para el más fanatizado, pero, aun así, es evidente que algo sucede.

Estamos presenciando a nivel global una guerra entre potencias, económica, financiera, de propaganda y comienza a crecer la cinética militar. Hasta ahí esto es compartido por la gran mayoría de los analistas, y de hecho los propios actores lo dicen. Annalena Baerbock ha dicho que Alemania está en guerra con Rusia y María Zajárova acusa a Occidente de estar detrás del ataque al Cuartel General de la Armada rusa en el Mar Negro.

Sin embargo, hay otro plano que muestra un enorme enfrentamiento y ese es el cultural.

Occidente, desde el mundo anglosajón, impulsa la idea de un mundo con nuevos valores, desdeñando los que han surgido de la evolución humana. La puesta en escena del relativismo cultural ha desatado una ofensiva en este plano, que ha arrasado las sociedades occidentales llegando hasta cambiar su legislación. Lo ha hecho con ideas tan extrañas como considerar que no hay hombres y mujeres solamente, sino seres que no se sienten integrados en ninguna de esas dos alternativas y son no binarios. Argentina, con solo expresar su deseo y sin que medie ningún cambio de apariencia, ni estudio alguno sobre el estado mental, acepta entregar un “Documento Nacional Identidad No Binario”.

Occidente ha aceptado que hombres compitan con mujeres levantando pesas simplemente porque se autoperciben mujeres o que violadores recluidos en prisión sean enviados a cárceles de mujeres, donde nuevamente han repetido sus crímenes, porque se sentían mujeres. Esto ha sido relativamente normalizado en Occidente, y aunque genera crecientes protestas y notorios contrasentidos, ha sido convalidado legalmente, persiguiendo penalmente a quienes no aceptan estas ideas, a las que ha dotado de un carácter artificialmente científico.

Este tipo de ideas, de las que hay muchas y algunas bastante más extravagantes, ideas que cada vez más abarcan políticas hacia menores en sus primeros años, están intentando ser impuestas bajo todo tipo de expresiones y sanciones. Condicionar créditos para el agua potable es apenas un ejemplo de lo que significa esto y cómo se usa para chantajear naciones en apuros.
No es de extrañar entonces que Rusia se rebele contra estas políticas y lo considere parte de su Defensa. El choque cultural entonces es crucial, Moscú solamente expresa el sentir de sus mayorías.

Cuando vemos las reacciones en países africanos o asiáticos, no es extraño comprender que hay una disputa cultural. Occidente intenta universalizar algo que es rechazado visceralmente, lo que hace imposible la convivencia, de mantenerse así las cosas.

El análisis del CSIS es acertado, mucho de hecho, describiendo las razones por las cuales Putin ha consolidado su poder y lo mantendrá, dando por tierra ideas de golpes internos en Rusia.
Solo falla en algo, y es precisamente en algo central. Putin tiene razón y sus políticas son correctas y sanas, por eso cuenta con un enorme respaldo en terceros países.

Seguramente muy pocos se identifican con Biden, Trudeau o Macron; sin embargo, vemos las banderas rusas en cuanta protesta hay en lugares tan lejanos como el Sahel.

La propaganda occidental no puede controlar ese hecho, y qué situaciones como que los 4 candidatos con más posibilidades de ser electos se saquen una foto con la bandera ucraniana, felicitados por Mark Stanley, Embajador de Estados Unidos en la Argentina, no puede esconder la realidad. Este es solo un ejemplo de cómo parece haber una homogénea posición contra Rusia y Putin, sin embargo, si los argentinos pudieran elegir a Putin como su presidente, los resultados serían seguramente sorprendentes para los medios.

Putin ha llevado a su país desde el abismo en que estaba cuando llegó al poder hasta rivalizar con todo Occidente por un orden mundial multipolar. Lo ha hecho en solo dos décadas y con la base aquí descrita: rescatar el orgullo de ser ruso, trabajar en la unidad nacional a través de recordar su historia, promover su lengua y sus tradiciones, combatiendo la injerencia de ONG extranjeras.

La receta es simple, sencilla y debería ser adaptada a la realidad de nuestros países, rechazando la cultura liberal/progresista que ha balcanizado los mismos y los ha sumido en la miseria.

A Rusia no le ha ido tan mal, después de todo.

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