Organización de Cooperación de Shanghai con un perfil opositor al mundo atlantista – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai, celebrada este año en esa ciudad, continúa dando pasos en un sentido integrador y lo hace edificándose como la mayor organización que nuclea países no considerados como parte del Occidente Colectivo. La OCS se fundó en el 2001 en Shanghai con la participación como miembros fundadores de China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Con los años, la organización se amplió con la inclusión de India y Pakistán como miembros de pleno derecho y a tres países observadores: Afganistán, Bielorrusia, y Mongolia. Afganistán no ha tenido representación desde la toma del poder de los Talibanes, quienes han reclamado su pertenencia, pero han sido rechazados por no contar con el reconocimiento internacional. El cuadro se completa con seis socios de diálogo que son Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía.

Lo primero que llama la atención es la presencia de esta última nación, porque es el único país que es parte de la OTAN, y que desde el año pasado está buscando sumarse. Ankara reafirma su papel de díscolo dentro de la Alianza atlantista y presenta cada vez más dudas sobre su futuro, si será alineado a los occidentales o al nuevo eje multipolar, puesto que no solo se ha sumado como socio de diálogo a la OCS, sino que también lo intenta hacer al BRICS. Turquía es un país de una enorme influencia en Asia Central, dado que el origen túrquico de muchos pueblos en la región, y eso más su pertenencia a la OTAN, potenciada por su posición estratégica controlando el acceso al Mar Negro y parte del Mediterráneo, junto a su proyección sobre Medio Oriente.

-La nueva cumbre trajo como novedad el ingreso de Irán a la OCS, contemplando de esta manera la construcción de un eje con un perfil marcadamente opositor al mundo atlantista. La OCS hoy contiene países de una gran influencia sobre Asia, dado que las principales ramas del Islam se han integrado, junto a la India y China, los dos países más poblados del mundo.
También hay un detalle no menor que es la participación de cuatro potencias nucleares: India, China, Pakistán y Rusia, lo cual le confiere un poder militar más que considerable.

La OCS tiene una marcada diferencia con el otro gran articulador del mundo que es el BRICS. La posición ideológica de la OCS es mucho más radicalizada y no tiene el contrapeso de países como Brasil, cuyo alineamiento geopolítico es mucho más cercano a Occidente. El fastidio del presidente Lula con la imposibilidad de ratificar el tratado comercial con la UE es bastante claro. La UE es parte de las organizaciones resultantes del orden mundial hegemónico occidental que se resquebraja día a día y que presenta serias dudas sobre el futuro de ese modelo. A pesar de esto, Lula, tiene un marcado interés en que Brasil se acerque a la organización europea. Tal vez, el líder brasileño tenga que devolver favores.

India ha invitado a la cumbre de Shanghai a los miembros de la ASEAN, la Comunidad de Estados Independientes (CEI), la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), la Unión Económica Euroasiática (UEEA) y la Conferencia sobre Interacción y Medidas de Fomento de la Confianza en Asia (CICA). Claramente, la exclusión del mundo occidental es manifiesta y la OCS cumple el papel de ser una de las estructuras donde se comienza a montar el nuevo orden mundial. En una de las reuniones preparatorias, el ministro indio de Asuntos Exteriores, S. Jaishankar, ha declarado que la pertenencia a la OCS sirve a los intereses de Nueva Delhi y ha aclarado un punto que ha desatado muchas expectativas, ahora frustradas, en Occidente.

India, ha manifestado también, tiene una política de múltiples intereses que le permite en algunos planos trabajar con destinos socios. Esta política es propia de un Estado maduro que toma decisiones en su propio beneficio, y lo hace aun cuando muchos de sus socios no tienen relaciones cordiales y amistosas entre ellos. Este modelo de actuar geopolíticamente contrasta con la política de los países de la periferia occidental, alineados a lo que el mundo anglosajón exige a cambio de prácticamente nada. Solo la ilusión de pertenecer a un mundo al cual nunca fueron invitados con pleno derecho y que, para colmo de males, se desploma con una velocidad inusitada.

Irán, el nuevo miembro de la OCS, ha aprovechado la ocasión para insistir en la necesidad de salir de la esfera del dólar, algo que nuestros economistas y politólogos desconocen como una posibilidad real. Sin embargo, la moneda estadounidense continúa retrocediendo en su participación internacional, en medio de una situación muy preocupante para sus intereses.

La enemistad con Rusia ha generado una dinámica impensada para muchos y ha arrastrado fuera de la esfera de control a naciones como China, que cada día acentúa más su distanciamiento de los EE. UU., y, por lo tanto, del dólar que es su columna vertebral de poder.

Los ecos de esta tensión se han reflejado luego de que India celebra acuerdos en monedas locales, y la moda se extiende a la propia Arabia Saudí. Al amotinarse contra las órdenes de Washington y resistir a las sanciones, países como Rusia o Irán muestran cuál es el camino y sobre todo, que es posible transitarlo con éxito. Rusia, además, ha mostrado con las operaciones en Siria y ahora en Ucrania, que el campo militar tampoco está vedado y que las decisiones políticas bien pueden ser sostenidas, en caso de necesidad, con las armas.

Estos movimientos explican en buena medida los problemas que enfrenta el mundo anglosajón para sostener su dominio. China ha decidido que llegó la hora de responder a tantas iniciativas en su contra con un disparo de advertencia. Beijing ha prohibido la exportación de dos elementos claves para la industria de los chips como son el germanio y el galio, subproductos de la producción de metales como el zinc. No son, como se informa equivocadamente, tierras raras. Son elementos de producción industrial que China monopoliza dada su enorme capacidad productiva que hace que sus costos sean menores a los de otras naciones. Si bien Occidente puede sustituir estos productos, no lo podrá hacer a la brevedad y deberá afrontar un costo mayor que va a resentir su posición en la competencia.

El germanio y el galio no han sido prohibidos, sino que se les ha impuesto una licencia para ser exportados. China con esto advierte que puede responder y golpear a Occidente en donde más le duele, el bolsillo. Si China comienza a denegar permisos, la industria en Occidente se verá en dificultades por el solo hecho que prácticamente todo lleva chips hoy en día. Mayores precios y escasez darán como resultado dificultades en la producción y comercialización de toda la cadena industrial y comercial.

Si a este panorama le sumamos la recesión que se discute cuándo llegará, pero no si llegará, las dificultades se multiplicarán.

Estas y otras acciones son las responsables del nerviosismo general en Occidente, quien ve como su omnipotente presencia para fijar reglas en el resto del mundo a su favor, comienza a perder fuerza. Una vez más insistimos en esto. Estar viviendo en medio del corazón de Occidente no nos permite ver con claridad la situación general. El ambiente que nos rodea está influido por la propaganda que nos dice que la superioridad de Occidente le permite contener cualquier conato de rebelión y destruir a quien osó tomar ese camino. No obstante, esto está muy lejos de ser así y la realidad se impone.

Hoy Occidente ha perdido influencia en Medio Oriente, África, el Sudeste Asiático y comienza a estar en problemas en Europa Oriental, aún controla con dificultades a la parte Occidental y en buena medida a Iberoamérica, cuyos gobiernos están en manos de políticos aupados por Washington. Solo basta ver los gestos de pleitesía que, cada 4 de julio, le rinden a los EE. UU., para tener una muestra de quiénes son y qué representan.

Sin embargo, esto no solo es apenas una fracción del territorio y de los habitantes del mundo, sino también debería llamar la atención la velocidad con que se propaga la rebelión.

Nada parece salir bien, luego de un efímero festejo porque Rusia se encaminaba hacia un baño de sangre fratricida, la realidad se presentó crudamente. La PMC Wagner no solamente no cumplió con las expectativas de un golpe, sino que terminó en Bielorrusia como una fuerza de choque que cumple varios propósitos simultáneamente. Las fuerzas wagnerianas garantizan a Lukashenko protección contra un golpe motorizado con fuerzas entrenadas en Lituania, Polonia y Ucrania. De igual modo, estas fuerzas amenazan con poder avanzar contra Kiev, que se encuentra a unos 100 km, abriendo un nuevo frente que obligará a dividir las tropas ucranianas. Un punto más a considerar es que Minsk puede ir sobre la vecina Polonia, gran instigadora del conflicto y de una relevancia creciente gracias al apoyo de los EE. UU. y sobre la mencionada Lituania, abriendo un frente a la OTAN en el Báltico y cerrando un corredor terrestre hacia Kaliningrado.

Este es un movimiento estratégico que cambia el propio juego, aliviando la presión de la OTAN sobre el frente del Donbass y corriendo el foco de los acontecimientos hacia los países bálticos, que quedarían aislados por vía terrestre de los países continentales de la OTAN, y de alguna manera, separando también a la propia península escandinava. La movida de Putin ha sido realmente genial, consiguiendo una ventaja posicional ante la pasividad de la OTAN. Occidente en su conjunto osciló entre políticos y medios hablando de la guerra civil en Rusia, hasta la advertencia de analistas más lúcidos sobre las consecuencias estratégicas de una táctica de engaño de Moscú.

En estos movimientos vemos la agresividad de los halcones occidentales que quieren definir el pleito antes de que la situación se ponga fuera de control. Excepto una caída del precio de los hidrocarburos que recorta en parte las monstruosas ganancias rusas del año pasado, Occidente no presenta más victorias. Ese único triunfo destacable también puede catalogarse de pírrico y con escasas posibilidades de mantenerse en el tiempo, porque ha sido conseguida la merma en los precios en buena medida a costa de inflación y caída productiva de su propio bloque.

Alemania es el mejor ejemplo del costo de estas medidas y muestra que sus viejos enemigos anglosajones han buscado imponer un modelo de beneficios propios a costa de los europeos.

Sostener esta política creará tensiones sociales crecientes que limita el tiempo de respuesta. Una situación que, combinada con el avance militar ruso previsible y la construcción de un polo financiero, industrial y tecnológico multipolar que tracciona a terceros países, cada vez con mayor fuerza, lleva a que la posibilidad de frenar el proceso sea cada vez más reducida en el tiempo.

Rusia juega su partida tranquila, pero con decisiones firmes, dotar a Bielorrusia de armas nucleares no es algo menor. China también va por el mismo camino, Taiwán cada vez se encuentra más lejos de lo que pretende occidente. Las noticias que llegan desde Taipéi también complican la situación de Occidente. Ko Wen-je, un médico que ha sido alcalde de la capital taiwanesa, ha comenzado a subir en las encuestas y desafía la fórmula binaria de poder que ha imperado en ese país en los últimos años.

El Partido Demócrata Progresista (verde) hoy en el poder, que ha sido fomentado por Occidente, ha impulsado la tensión de la mano de la mandataria actual Tsai Ing Wen, mientras que el viejo Kuomintang (azul), busca la unificación con China, aunque lo hace intentando ser quien lidere la unificación.

Los verdes sirven al proyecto angloamericano actual de buscar la independencia, aun a costa de que Taiwán siga los pasos ucranianos y termine con su propia destrucción. Los azules se declaran contrarios a la separación y así han dividido el panorama político de la isla.

La aparición del Partido Popular (blanco), hace apenas 4 años, amenaza romper esa situación de virtual paridad de fuerzas, dentro de la sociedad taiwanesa. Si bien puede afectar el desempeño electoral de los azules que se perfilaban para ganar las elecciones, generan un problema enorme para Occidente, su posición es favorable a una negociación con China a partir de un modelo autónomo, algo más parecido al estatus de Hong Kong. Beijing no tiene apuro, y bajar la tensión con Taiwán, mantenerla como parte de China, es una solución aceptable. El modelo interno es negociable. Esto significa que a partir del próximo año la situación reflejará que las mayorías, sumando a los azules y blancos, serán negociadoras y no independentistas.

Por estas razones es que estamos en una situación de suma tensión, el tiempo juega a favor de Rusia y China, obligando a que si el modelo anglosajón quisiera mantener el control, deberá escalar en su agresividad.

El ataque ruso a la ciudad de Leópolis, Ucrania, es un mensaje de Moscú para que Occidente frene sus ímpetus. La firme sospecha, por el grado enorme de destrucción, que excede la capacidad de los misiles Kalibr y señala el posible uso, por primera vez, del planeador hipersónico Avangard, con una cabeza convencional.

Rusia advierte que tiene armas estratégicas que aún no ha entregado, y que Occidente debería reflexionar sobre sus intenciones de una hipotética escalada.

 

 

 

 

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