Putin sabe que juega a todo o nada: en estas circunstancias la guerra nuclear es posible – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

Uno de los grandes problemas que adolece el análisis de la política internacional es la ausencia del componente militar que se reduce, en el mejor de los casos, a contabilizar el poder de las naciones en función del presupuesto, de cuánto dinero invierten en su aparato militar.

Por ello encontramos rankings absurdos donde Arabia Saudí es comparable a Rusia porque su inversión es similar o que EEUU es más poderoso que los 10 países que le siguen en presupuesto, simplemente porque su presupuesto es mayor que la del resto sumado.

Por supuesto que esto carece de la más elemental lógica pues no analiza cuestiones básicas como es el costo de fabricación local, de salarios, ubicación geográfica, capacidad industrial, calidad tecnológica y un etc. interminable de objeciones.

Este no es el único inconveniente, la voluntad parece ser determinante, si alguien habla de una hipótesis de conflicto simplemente es leído como un personaje belicoso, las naciones deciden su suerte de acuerdo al derecho internacional y no mucho más. Hemos llegado a ver como personajes importantes en la Argentina, por ejemplo, se negaban a discutir el tema de la indefensión en que se encuentra el país porque es moralmente más importante un hospital que un tanque o porque no hay hipótesis de conflicto, aún cuando parte del territorio está ocupado por el Reino Unido.

Para algunos sectores la visión internacional es infantil y estratificada, pues no comprenden que la dinámica propia de la situación hace que cambie el poder relativo de las naciones. Entonces, concluyen, no hay necesidad de incorporar el análisis militar en los hechos geopolíticos simplemente porque no tienen relevancia y sólo despiertan interés en los fascistas. La única lucha que vale la pena incorporar es contra el machismo, aseguran.

Dos bandos entonces, lo que señalan esto y los economistas que solo aceptan que el mundo funciona en sintonía con el dinero, nadie hace una guerra si pierde plata. Bueno, el hecho de que durante décadas el Reino Unido desoiga los llamados a discutir la soberanía ante los pedidos de una Argentina desarmada y que solo confía en el derecho internacional exclusivamente, se suman a aquellos que no tienen hoy explicación ante el suicidio económico de la UE, allí se ve claramente como la política sitúa sus intereses por encima de los negocios.

Aclarada la necesidad de comprender la naturaleza de los conflictos militares y su peso específico en la geopolítica mundial, podemos aceptar que el análisis militar debe ser tenido en cuenta, no  es necesario ser un especialista en sistemas de armas, pero sí lo es conocer lo suficiente para reconocer el verdadero potencial de combate de un ejército y qué posibles estrategias son las que le sirve a un país u otro.

La actual guerra no declarada entre Rusia y la OTAN se produce en diversos planos que constituyen la guerra real y que exceden lo meramente militar, por lo que tampoco hay dudas que la guerra entre estos contendientes ha comenzado en el plano mediático, informativo, económico, financiero, cultural, ideológico, psicológico y muchos otros, pero aún es incipiente en el meramente cinético, es decir, en el choque armado directo.

La combinación de todos estos factores es necesaria para poder comprender razones, estrategias y escenarios del conflicto. Un conflicto puede ser corto o prolongado, puede ser local, regional o mundial, puede ser con armas convencionales o nucleares, distintas variantes que son necesarias para comprender qué es lo que sucede realmente.

Las potencias occidentales encabezadas por los EEUU han sobreestimado sus capacidades económicas, seguramente confundiendo su peso financiero, comunicativo, cultural y en las organizaciones internacionales con el poder real dado por la capacidad industrial, tecnológica o comercial. Las sanciones que superan largamente lo conocido hasta ahora en tiempos de paz, han sido un verdadero boomerang que ha golpeado con fuerza a los propios occidentales que ven cómo sus economía se restringen y se ven comprometidas sus capacidades debido a la falta de energía barata, materias primas y ahora alimentos.

La apuesta inicial de Occidente fue doblegar a Rusia en una guerra de desgaste en Ucrania acompañada por la destrucción de la economía rusa para luego producir un levantamiento interno contra Putin y poner en su lugar un gobierno títere. Un método ya probado en su eficacia y que mucho tuvo que ver con la caída soviética.

Las condiciones no suelen replicarse exactamente en la historia dos veces, Rusia no sólo aprendió la lección transformándose en un gran productor de alimentos, sino que cerró sus flancos con China, manteniendo la capacidad de exportar su producción a terceros países y prescindiendo de los mercados occidentales. Rusia además no es un país basado en las exportaciones, su economía es autosuficiente con algunos ajustes y lo que necesita del exterior lo puede conseguir de socios no occidentales.

La UE en cambio, ha demostrado ser muy vulnerable a la energía rusa, pero ahora comienza a ver que también los alimentos son un gran problema. Sin la producción de Ucrania, sin los fertilizantes rusos y bielorrusos, con energía cara e insuficiente, los problemas de producir e importar alimentos no iban a tardar en aparecer.

A mediano plazo veremos también el impacto en la industria no solo de la energía sino de la falta de materias primas, todo esto sin contar que sus euros pierden valor y ya no son deseados de la misma manera por los países productores de materias primas.

Los propios EEUU que parecían invulnerables ya vieron los primeros signos de problemas con un rebrote inflacionario, escasez de algunas materias primas claves y una marcada tendencia a desdolarizar de muchos países que a mediano plazo será una enorme complicación porque con el dólar se sostiene el déficit comercial casi constante de EEUU y su enorme red de bases militares en el mundo.

¿Estuvieron entonces bien calculados los planes de realizar una guerra de desgaste contra Rusia? ¿Tiene sentido amenazar a la aún más poderosa económicamente China? Esto ya no es materia opinable, los datos hablan por sí solos.

No queda entonces otra solución para evitar pasar a ser una potencia de segundo orden y perder la hegemonía a manos chinas, y tal vez rusas, que usar la fuerza militar.

Puede ser de manera indirecta, los más de 300 biolaboratorios cerca de las fronteras de Rusia y China, dedicados a investigaciones sobre patógenos como el propio sars cov 2 y otros altamente patógenos, incluyendo posibles vectores de contagio y estudios de dispersión mediante aves migratorias (a Rusia, casualmente) y murciélagos. 

En estos momentos aparece la viruela del mono, extraña enfermedad que algunos rusos señalan como parte de una guerra biológica no declarada.

La guerra biológica es una solución tentadora, pero en base a lo que ya saben los rusos y los chinos, quienes insisten diariamente con más y más denuncias sobre los materiales y documentos encontrados ante el silencio de la prensa y de la ONU que mira hacia otro lado, sería insuficiente. Peor aún, si Moscú encuentra evidencias de un patógeno específico modificado para que ataque alguna característica racial de su pueblo (no olvidemos que en los biolaboratorios se encontraron pruebas de la recolección de muestras genéticas rusas y chinas) y ese patógeno es diseminado en su país, la respuesta sería seguramente la guerra nuclear.

Sirve entonces como una forma de entorpecer, pero no como algo que puede inhibir la capacidad militar rusa, solo la guerra convencional es la alternativa disponible. Los analistas militares más serios coinciden, y esto lo avalan los propios militares rusos, que Moscú carece de las capacidades militares en armas convencionales para frenar una ofensiva a gran escala de la OTAN.

Comencemos por recordar que la OTAN está compuesta por 30 naciones, muchas de las más ricas del mundo y aún sin contar con Suecia o Finlandia, poseen una capacidad militar combinada que es demasiado poderosa para un solo país como Rusia.

Rusia, en ese caso, apelará a las armas nucleares tácticas, consideradas así aquellas cuya potencia es menor a un kilotón, una unidad de medida que significa mil toneladas de TNT. Para poder tener una idea de lo que decimos, la bomba que arrojó EE UU sobre Japón en Hiroshima era de 15 kilotones.

Estas armas permiten atacar bases militares, concentraciones de tropas, flotas de portaaviones y otros blancos relevantes causando su destrucción, pero generando una radioactividad pequeña que hace habitable en pocos días el lugar del ataque.

Se considera que Rusia posee unas 2.000 armas de este tipo, aunque esto es secreto. Para medir mejor las diferencias con lo que se conocen como armas estratégicas, podemos considerar que un dron submarino Poseidón tiene una ojiva nuclear de 100 megatones, es decir 100 millones de toneladas de TNT, es decir, cien millones de veces más poderosa que un arma táctica de 1 kt.

Esto llevaría a una guerra termonuclear entre EEUU y Rusia que significaría el apocalipsis, ¿Llevaría? ¿Está dispuesto EEUU a ser destruido en un enfrentamiento por Ucrania?

Los estadounidenses suelen preocuparse por el dinero y la comodidad, lejos parece de su interés un conflicto tan lejano, los militares saben lo que eso significa y tampoco se los ve muy entusiasmados con la idea de que desaparezca su país, su familia, su propia vida. 

Solo es preocupante la ignorante clase política de EEUU, y de todo Occidente para ser francos, que es impredecible y estúpida en su accionar. Thierry Meyssan afirma con mucha razón que por primera vez en la historia mundial los políticos deciden sobre asuntos militares y los militares son reducidos a meros ejecutores. En el pasado las castas militares se enfrentaban entre sí y ponían las reglas, pero aún había además un límite moral porque la Iglesia ofrecía un marco sobre lo que era legítimo o no hacer en una guerra.

Los asedios donde se buscaba rendir a la población por hambre y sed, por ejemplo, eran mal considerados y podían significar la excomunión de quien lo ordenara.

En esos tiempos esto era una gravísima sanción, hoy los marcos morales han desaparecido y los propios militares que son los expertos en el tema, tampoco inciden.

Extrañamente políticas como la Primera Ministra de Finlandia Sanna Mirella Marin, joven, feminista, socialdemócrata, es un ejemplo actual de quienes ponen el mundo al borde de una guerra de extinción, desmintiendo la creencia de que los militares son quienes impulsan las guerras.

En estas circunstancias la guerra nuclear es posible, Rusia tiene una doctrina militar de escalar para desescalar que significa acelerar el conflicto con un ataque nuclear limitado, como sería la destrucción de un contingente de tropas polacas que presenten signos de comenzar una agresión contra Moscú.

La idea de esta política es que el enemigo reconsidere si quiere seguir adelante porque Rusia no vacilará en usar armas nucleares, si la respuesta es similar, es decir, si responde con un ataque táctico nuclear se producirá un nuevo ataque para redoblar la apuesta.

Allí llegamos a la pregunta anterior ¿está dispuesta la OTAN a que sus ciudades sean pulverizadas por Rusia a cambio de que Ucrania gane una guerra imposible? Un ataque ruso directo con armas estratégicas significa que en un plazo de dos a tres minutos Europa dejaría de existir, Londres sería solo un recuerdo y más de 150 millones de personas morirían casi inmediatamente.

Eso significa la guerra nuclear con Rusia, ¿realmente están dispuestos a inmolarse para someter a Rusia? Si dudan, les recuerdo que este país ha participado en dos guerras mundiales, una guerra civil y otra que aún sin ser armada según los rusos, les significó unos 25 millones de muertes por las consecuencias de la caída soviética y el desastre posterior.

Trudeau, el deconstruido primer ministro canadiense, acaso cree que este país cedería su propia existencia, porque eso es lo que está en juego, teniendo más de 5.500 ojivas termonucleares.

Los escenarios entonces son dos, una guerra convencional que Rusia no la va a aceptar porque no la puede ganar o una guerra nuclear, táctico primero y estratégica finalmente.

Putin sabe que juega a todo o nada, y ha advertido que a Rusia no le interesa un mundo sin rusos.

Estas hipótesis no son nuevas, hay muchos analistas militares y geopolíticos serios que advierten que todos los caminos terminan en el mismo punto. 

Pero hay una tercera posibilidad, intermedia y no contemplada. Rusia podría bien decidir que un uso de armas tácticas solo va a terminar por derivar en un ataque de Occidente, quien seguiría con el uso de armas tácticas nucleares produciendo daño a Rusia inaceptable o una respuesta estratégica. En ambas situaciones Rusia ve comprometida su existencia.

La tercera opción podría ser un ataque ruso a las naciones europeas incluyendo al Reino Unido, golpeando las decenas de bases de la OTAN, los puertos, aeropuertos, almacenes y todo aquello que signifique potencial militar. Lo que sucedió en Ucrania, pero a una escala mucho mayor y con armas nucleares combinadas, tácticas y estratégicas.

Europa sería destruida en su capacidad militar e industrial, un golpe de knock out que significaría que EEUU queda solo en la contienda con Rusia.

Una vez más la misma pregunta ¿EEUU buscaría entonces un ataque contra Rusia que le significaría su propia destrucción como represalia? ¿O primaría el pragmatismo y se sentaría a negociar con Rusia?

La respuesta automática de EEUU nuclear se pondría a prueba, sobre todo porque Rusia advertiría sus intenciones apenas unos segundos antes. La decisión de Washington sería ante un hecho consumado y de vida o muerte propia, no importa si a China le parece bien o mal este camino, se haría igualmente y luego a lidiar con las consecuencias.

Cuando sopesamos las acciones de EEUU con respecto a la UE, a la OTAN y a las naciones de Europa en general, vemos que no ha vacilado en despojarlos de fuerzas armadas propias, ha efectuado todo tipo de tropelías como la Operación Gladio, los ha espiado con la red Echelon, les ha impedido acceder a la energía rusa barata y abundante y ahora los lleva a una guerra contra la potencia nuclear de Rusia, guerra que pase lo que pase, a Europa solo le significa problemas muy serios.

Los antecedentes no parecen ser los mejores, si alguien cree que EEUU se sacrificaría por Europa, una Europa además ya destruida, debería pensarlo dos veces. Washington miraría sus intereses y el pragmatismo lo llevaría a negociar una solución no nuclear con Rusia permitiendo un mundo multipolar.

Apuesta arriesgada sin dudas, pero con altas posibilidades de éxito solo por un problema. Hay un sector de poder en EEUU y en el mundo occidental, un sector que algunos llaman Deep State, otros el poder en las sombras, el imperio invisible, distintas maneras de nombrar al poder real, aquel que no es plebiscitado en las elecciones, que no es visible, que no se expone públicamente y que decide las estrategias mundiales. La agenda 2030 de Davos, por ejemplo, es uno de sus productos.

Este sector pugna por reacomodar las estructuras de gobernanza global a sus proyectos de control corporativo del poder sin Estados molestos que se interpongan, reducidos éstos a meras administraciones municipales de sus decisiones.

Gracias a la revolución tecnológica no necesitan miles de millones de personas trabajando, muchas de ellas son consideradas sobrantes peligrosos y molestos a ser “discontinuados”.

Por ese motivo todas las nuevas ideas en boga son funcionales a un mismo proyecto que es el de reducir la demografía global. 

Este sector, tan poderoso que pone los gobiernos de la mayoría de los países occidentales, ¿vería con malos ojos una extinción masiva de la vida humana o la guerra sería una solución a sus ideas maltusianas de vieja data?

Esta gente es quien está impulsando la guerra, saben las consecuencias que puede traer y esas consecuencias son funcionales a sus planes, no creen que el planeta desaparezca, simplemente que haya una gran mortalidad y luego se reconstruye la vida en función de sus necesidades. 

Puede resultar todo esto muy extraño, tal vez hemos dejado volar la imaginación en demasía, pero si hace apenas 3 años alguien planteaba que viviríamos inmediatamente una peste que cerraría el mundo casi dos años, que habría una crisis energética sin precedentes y que la cuarta parte del mundo podría pasar hambre, según dijo Aleksandar Vucic, durante un discurso en la 89ª Feria Internacional de Agricultura en Novi Sad.

Nadie imaginaría que el gobierno alemán le pediría a sus ciudadanos que acumulen alimentos y agua para 10 días o que en EEUU no hubiera comida para bebés. 

La realidad puede superar la fantasía.

 

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