Reflexiones humanistas sobre la persona. Parte II
Por Ricardo Vicente López
Apuntes filosóficos sobre el problema de lo humano en Occidente
«Extraído del Libro América – el continente de las esperanza» [1]
La crítica mencionada en la nota anterior se encuentre preñada de angustias por las tantas cosas perdidas, fundamentalmente las que son fundantes de una cultura sana. Aquellos valores que tanto echamos en falta: la hospitalidad, la cordialidad, la colaboración, la solidaridad, el sentido de respeto hacia lo sagrado de Dios y de las cosas naturales, especialmente la vida. Ahora, otro tema de muy difícil tratamiento. Difícil por la aceptación, casi generalizada, de la división de las Ciencias Sociales respecto de su objeto de estudio. Una actitud ingenua e inmediata nos dirá que siendo uno el objeto de estudio, la sociedad y su historia, el método y la sistematización de ese conocimiento debiera ser uno. Esto no significa desconocer la diferenciación de espacios específicos que imponen las especializaciones. En este caso se aceptaría que siendo una la materia estudiada fuera una la ciencia que la abarque, sin desconocer las autonomías del funcionamiento de las partes.
Si dirigiéramos nuestra mirada hacia el terreno de las ciencias naturales vemos que esto se da casi en forma espontánea. Esta mirada estaría justificada en la medida que estas ciencias funcionan, en mayor o menor medida, se acepte explícitamente o no, como modelo en el que deben espejarse los esfuerzos por perfeccionar el conocimiento dentro de las ciencias del hombre.
Pues bien, sucede allí que una vez definido el campo de estudio queda claro que éste es patrimonio de una sola ciencia, que todas las investigaciones, por muy especializadas que ellas sean se deben dar dentro del marco de una ciencia madre. Por ejemplo, podemos reconocer diferentes especialidades de la Biología (genética, molecular, etc.), pero ninguna de ellas pretende para sí un grado de independencia teórica y metodológica que le permita constituirse como ciencia independiente, en cuyo caso deberíamos hablar de ciencias biológicas. A pesar de ello, aparece hoy una tendencia a hablar en plural.
Sin embargo, esto es lo que sucede en el terreno del conocimiento del mundo humano, o del campo social, o del hombre. Nos encontramos con una proliferación de ciencias, cada una de ellas con métodos propios y muchas veces contrapuestos. Estas aceptan una gama tan amplia que reconoce tendencias matematizantes y formalizadoras, como puede observarse en el campo de la Economía, hasta multiplicidad de escuelas en el de la Sociología, Antropología o Psicología, incluyendo una generalizada aceptación de diferentes interpretaciones como en el caso de la Historiografía. Toda esta gama a veces reconoce, otras veces encubre, el eje de discusión Determinismo-Libertad o Ley Científica-Azar.
En cada uno de estos casos está implícita la formulación de una filosofía antropológica (o una antropología filosófica) que, en tanto problema no científico, no se plantea y menos se discute, pero sí se lo asume como supuesto [[2]]. Todo lo cual lleva a hacer afirmaciones no explicitadas pero que, sin embargo, comprometen la totalidad del problema estudiado. (Pensar al hombre desde el creacionismo o desde la teoría evolutiva ofrece dos resultados diferentes). Esta herencia positivista (estudiar sólo los hechos positivos, empíricos, desprecia todo aquello que no es sometible a sus exigencias) no permite abordar, dentro de los planteos científicos, todo aquello que está más allá de lo empírico, del dato, de lo cuantificable, de la observación. Está presente como parte de la realidad, y aparece en el plano de la interpretación o de la comprensión, pero es rechazado en el plano de la teoría porque huele a metafísica.
Ha llevado, clandestinamente, en el ámbito de las ciencias sociales, a traficar, a introducir problemas de concepción sobre el hombre, cargados de definiciones que responden a distintas filosofías implícitas, no mostradas (supuestas). El conflictuado hombre freudiano o el hombre de Adam Smith racional, libre, que va al mercado, suponen una definición previa de hombre; contienen una larga y profunda discusión anterior que no ha concluido en definiciones claras. Estas son incorporadas pero no explicitadas ni debatidas, pero no por ello dejan de aparecer como formas científicas, no demostradas.
Por otra parte, el tener cada una de las ciencias del hombre un campo propio y autónomo las lleva a poder hacer afirmaciones que absolutizan un aspecto, una parcialidad, un fragmento, desde el cual se habla de un hombre universal. El hombre del psicoanálisis no puede tener una clara conciencia de lo que hace porque está condicionado por su inconsciente (ello) que no puede manejar, y por una presión cultural (superyó) que lo limita en sus opciones. Sin embargo, cuando va al mercado, ese mismo hombre convierte en el consumidor racional que elige sus mejores opciones libre de condicionamientos, como el hombre libre de Adam Smith (1723-1790).
¿En qué momento superó sus condicionamientos? Estoy hablando del mismo hombre europeo de los siglos XVIII y XIX. Nadie podrá respondernos. Ese hombre es, por lo menos, dos hombres a la vez, depende de la óptica desde la cual se lo esté observando: una ciencia específica. Este hombre, que son dos (o más) desde las diferentes ópticas científicas, padece la esquizofrenia ideológica de comportarse con doble conducta según quien lo esté mirando. El filósofo Mario Bunge [[3]] (1919-2020) debe estar horrorizado a esta altura. Leamos a un pensador como Viktor Frankl [[4]] (1905-1991), dedicado a la psicología, con una gran apertura a la problemática humana, enriquecido por una vida de grandes experiencias personales:
«El denominado positivismo es en realidad un nihilismo camuflado cuando declara que el mundo no es “nada más que” un conjunto de sensaciones. Por lo demás, todo “ismo” es un nihilismo: cuando el biologismo intenta explicarlo todo desde la biología, o el sociologismo desde la sociología, o el psicologismo desde la psicología, o, en fin, el antropologismo afirma que todo debe explicarse desde la inmanencia humana (renunciando a la trascendencia), están practicando esas reducciones al “nada más que”; pero no se puede hacer de lo vital o de lo social, de lo anímico o lo humano algo absoluto, convirtiéndolo en un ídolo: entonces (no antes) la biología degenera en biologismo, psicología en psicologismo; en otros términos: cada ciencia se generaliza en una “cosmovisión”… El nihilismo no afirma que nada existe en realidad; afirma que la realidad no es nada más que esto o aquello; el nihilismo reduce la realidad a las formas concretas que toman en cada caso o la deriva de estas formas concretas. Según sea el residuo a que queda reducida la realidad -o del que es derivada-, cabe distinguir tres variedades o formas de nihilismo. Si la realidad queda reducida a lo físico, el nihilismo aparece en forma de fisiologismo, mientras que en el caso de una reducción a la realidad psíquica el nihilismo adopta la forma de psicologismo y en el caso de la reducción a la realidad sociológica adopta la forma del sociologismo. El “ismo” empieza exactamente en el punto donde la imagen del mundo de un estrato se convierte en imagen del mundo, donde empieza la generalización. La fisiología, la psicología o la sociología dejan de tener razón cuando empiezan a generalizar. La disciplina que lo reduce todo, también lo relativiza todo con una excepción: se absolutiza a sí misma... el peligro no está en que los investigadores se especialicen, sino en que los especialistas generalicen».
Deberíamos agregar a esas reflexiones de Frankl, y este medio siglo que ha pasado nos los muestra, la absolutización de la economía, el economicismo que padecemos hoy, la ha convertido en la ciencia que pretende explicar todos los fenómenos sociales, su lenguaje ha invadido todos los ámbitos del pensamiento. Casi veinte años después de que Frankl afirmara lo anterior, el Papa Pablo VI agregaba, con gran claridad conceptual, en su encíclica la Octogesima Adveniens (1971):
«La necesidad metodológica y los apriorismos ideológicos conducen a las ciencias sociales, frecuentemente, a aislar a través de las diversas situaciones, ciertos aspectos del hombre y a darles, por ello, una explicación que pretende ser global o por lo menos una interpretación que querría ser totalizante, desde un punto de vista puramente cuantitativo o fenomenológico. Esta “reducción” científica lleva consigo una pretensión peligrosa. Privilegiar tal o cual aspecto del análisis es mutilar al hombre y, bajo apariencias de un proceso científico, hacerse incapaz de comprenderlo en su totalidad».
[1] Publicado en www.ricardovicentelopez.com.ar.
[2] Suposición o hipótesis para iniciar una investigación, un estudio o un análisis.(del latín sub-puesto =puesto por debajo)
[3] Mario Bunge fue un epistemólogo, filósofo, físico, y crítico argentino, nacionalizado canadiense, fue de los científicos hispanohablantes más citados de la historia.
[4] Fue un neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco, fundador de la logoterapia y del análisis existencial. Sobrevivió desde 1942 hasta 1945 en varios campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau.
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