Vacaciones marruecas
Por Juan Manuel de Prada
Las críticas que ha recibido el doctor Sánchez por sus vacaciones marruecas (¡pero con gorrilla de chulapo madrileño, oiga!) no están bien orientadas y dificultan la comprensión abarcadora del problema de fondo.
La llamada Transición fue un proceso teledirigido por los Estados Unidos, que instauraron el Régimen del 78, para convertir España en una pocilga. Para que este proceso de conversión fuese posible, los Estados Unidos tuvieron que realizar, sin embargo, algunas intervenciones directas a través de sus servicios secretos; la más importante de todas ellas (aunque no la más aparatosa, que incluyó un coche volando hasta una azotea) fue sin duda la refundación en Suresnes del partido de Estado que tendría que apacentar la piara. Enfrente pusieron, para simular un espejismo de alternancia, otro partido al que asignaron el papel de tonto útil, encargado de apacentar a la derecha social hasta los rediles proyanquis. Pero el verdadero capataz del Régimen del 78 es el partido de Estado refundado en Suresnes, encargado de entregar la riqueza nacional y de consumar una ingeniería social en verdad pasmosa, que nos ha convertido en la piara más encariñada con sus derechos de bragueta. Y que ha conseguido, por ejemplo, que los votantes de izquierda, antaño antiimperialistas, sean hoy unos furibundos otaneros. No creo que con una horda de zombis se hubiesen alcanzado mejores resultados.
En su papel de capataz del Régimen del 78, el partido de Estado ha sido también el encargado de asegurar los intereses de su amo trasatlántico en la región del Magreb y de la costa atlántica del norte de África. Y los Estados Unidos quieren que el Sahara esté en manos de Marruecos, que les asegura el dominio geoestratégico de la zona y el saqueo de sus ingentes recursos naturales (en especial petróleo y fosfatos). Así que el partido de Estado ha abandonado definitivamente al pueblo saharaui, que no hace tanto tenía nacionalidad española, después de haber permitido que durante décadas haya sido diezmado y torturado, mientras hacia postureo hipócrita, convenciendo a sus hordas de zombis de que la causa del pueblo saharaui era la suya propia.
Ahora el partido de Estado ha recibido la orden de abandonar ese postureo hipócrita; pues sus hordas de zombis se pueden mantener entretenidas con la escabechina ucraniana (que, además, los hace todavía más furibundos otaneros, con lo que se matan dos pájaros de un tiro). Por supuesto, las plazas de Ceuta y Melilla correrán pronto la misma suerte que el Sahara, aunque serán los tontos útiles de la derecha quienes entreguen las llaves. Pues Estados Unidos quiere que el partido de Estado siga apacentando pacíficamente a sus hordas de zombis; y no conviene que asuma los papeles más ignominiosos.
El doctor Sánchez, en fin, no hace más que disfrutar de unas merecidas vacaciones marruecas, después de haber ejecutado los designios de su amo trasatlántico, en la mejor tradición del partido de Estado.
