España: tres versiones de Tamames – Por Juan Manuel de Prada

Tres versiones de Tamames
Por Juan Manuel de Prada

Ya nadie podrá discutir que la moción de censura encabezada por Tamames constituye el gran acontecimiento literario de la temporada, aunque existan disensiones sobre su género. Los comentaristas de vuelo gallináceo lo califican a veces de esperpento, otras de sainete, astracanada, folletín o comedia bufa. Ciertamente, no creemos que se trate de un novelón decimonónico al estilo de La Regenta (que Tamames, con más huevos que el caballo de Zumalacárregui, se atrevió a continuar); pero incorpora rasgos del realismo mágico o del teatro del absurdo conmovedores (¡ese discursito filtrado al enemigo!). Además, puede inspirar breves ficciones especulativas, al modo de las ‘Tres versiones de Judas’ de Borges.

Una versión simplista de Tamames lo presenta como un anciano gagá a quien Vox elige a modo de monigote, para acaparar la atención mediática con un espectáculo chusco e inútil (puesto que no servirá para defenestrar al doctor Sánchez) y, de paso, incomodar a los peperos. Una segunda versión, algo más literaria pero igualmente pedestre, presenta a Tamames como un hombre hinchado de vanidad que se aprovecha de Vox, para volver a disfrutar de la fama en las postrimerías de su vida. Pero imputar vanidad a Tamames es resignarse al móvil más torpe. Mucho más literario nos parece atribuirle el móvil contrario: una hiperbólica abnegación, una predisposición heroica al sacrificio. Según esta tercera versión, Tamames descubre, de repente, que el Régimen del 78 se halla en peligro, porque la chavalada que vota a Vox le empieza a profesar animadversión. Entonces Tamames, prohombre del Régimen del 78, decide inmolarse por la Causa, aceptando la oferta de Vox de encabezar la moción, para iniciar luego una frenética ronda de entrevistas en la que desactiva, corrige o refuta todos los guiños con que Vox había logrado embaucar a la chavalada. Y tras subrayar todos los desacuerdos que tiene con Vox, Tamames concede a sus promotores, a modo de limosna, una rácana coincidencia en lo «esencial»: unidad de España, monarquía parlamentaria y bandera nacional.

Es decir, Tamames logra situar a Vox en el meollo del cogollo del bollo del ‘consenso’, que asigna a la derecha una fofa adhesión al ‘patriotismo constitucional’. El Judas de Borges no tenía reparo en condenarse al infierno, porque «la dicha del Señor le bastaba». Tamames no tiene reparo en sacrificarse, porque le basta la salvación del Régimen del 78. Según esta tercera versión, la moción de censura sería un poema épico en el que Tamames, al estilo de Rolando en Roncesvalles, se inmola por el Régimen del 78, que quiere que la derecha se entretenga en gallofas desfasadas, como el hámster se entretiene dando vueltas en la noria de su jaula, mientras el partido de Estado se encarga de ejecutar la agenda que subvierte todas las bases de la comunidad política, urde ingenierías sociales para asegurar la infecundidad y, en fin, prohíbe la verdad sobre la naturaleza humana.

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