La barbarie siempre se anuncia por el odio a los símbolos – Por Juan Manuel de Prada

“La bandera de España es un trapo”
Por Juan Manuel de Prada

Así lo ha afirmado una profesora de Palma, que se ha negado a dar clase en un aula donde los alumnos habían colgado la bandera de España. ¡Extraña manera de reaccionar ante un ‘trapo’! Si ese trapo hubiese sido una bayeta grimosa, o un pañuelo mugriento, la profesora lo hubiese retirado de una patada, antes de empezar tranquilamente su clase. Pero este trapo provocó en ella una reacción muy diversa (renunció a dar clase) que otorga a ese trapo poderes ocultos, como si se tratase más bien de un talismán; y a continuación la dirección del colegio pidió a los alumnos que marchasen a casa, dejando la bandera en cambio colgada de la pared, como si fuese un tabú que no convenía tocar. ¿Dónde se ha visto que un ‘trapo’ sea talismán o tabú?

Si la profesora hubiese leído a Garcilaso, podría haber recitado ante la contemplación de ese ‘trapo’ aquel hermoso soneto: «¡Oh dulces prendas por mí mal halladas,/ dulces y alegres, cuando Dios quería!/ Juntas estáis en la memoria mía,/ y con ella en mi muerte conjuradas». Si aceptamos que la bandera de España es un ‘trapo’, también tendremos que llamar ‘trapo’ al pañuelo que la muchacha regala a su novio, en prenda de su amor; o la bufanda que el hijo hereda de su padre difunto. Quiero decir que hay ‘trapos’ en los que los seres humanos simbolizamos, desde la noche de los tiempos, nuestros amores más abnegados, nuestras pasiones más nobles; porque el hombre, antes que el ‘homo economicus’ que pretenden ideologías criminales, antes incluso que el ‘zoon politikón’ que postulaba Aristóteles, es un ‘animal simbólico’ que condensa las realidades más amadas e inabarcables en objetos muy sencillos que las aluden; y así, puede simbolizar el amor en un anillo o la patria en una bandera. Y esto ocurre por la sencilla razón de que el hombre necesita símbolos que lo sostengan y lo protejan contra el ‘horror vacui’. Toda forma de civilización digna de tal nombre se funda sobre símbolos, del mismo modo que toda forma de barbarie se funda sobre el odio a los símbolos; y ello ocurre porque el ‘pensamiento simbólico’ es la firma de Dios sobre el hombre.

Por eso la barbarie siempre se anuncia por el odio a los símbolos, siguiendo aquel consejo ominoso de Sade en ‘La filosofía en el tocador’: «No propongo matanzas ni deportaciones. […] Sólo hemos de emplear la fuerza contra los símbolos». Sade sabía que estaba incitando a destruir la propia naturaleza humana, puesto que el hombre es un animal simbólico. Y aquí habría que recordar que ‘símbolo’ y ‘diablo’ son palabras antípodas que comparten la misma etimología. Ambas se forman con el verbo griego ‘ballein’, que significa ‘lanzar’, al que se añade los prefijos ‘syn’ o ‘dia’, según se quiera juntar o separar. Y a partir de esta enseñanza etimológica se podría estudiar por qué nuestra época sórdida ha convertido los ‘símbolos’ dulces y alegres que unen y civilizan en ‘diablos’ amargos y tristes que nos empujan a la barbarie.

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