La ley del ‘sí es sí’ permite que la subjetividad cambiante de cualquier mujer pueda convertir en delincuente a cualquier hombre – Por Juan Manuel de Prada

Consentimiento para criminalizar
Por Juan Manuel de Prada

Producen mucho alipori las pamemas del doctor Sánchez y sus marichis con la llamada ley del ‘sí es sí’, que primero hicieron suya –aun contando con decenas de informes jurídicos contrarios– y ahora tratan de caracterizar como una chapuza de los podemitas, presentándose ante las masas cretinizadas como «desfacedores del entuerto». Pero todavía provoca mucho mayor alipori que las masas cretinizadas no adviertan que estas pamemas son un macguffin flagrante. La verdadera malignidad de esta ley se halla en la entronización del consentimiento como elemento determinante en la calificación penal de una acción. El Derecho Penal digno de tal nombre se funda en la descripción objetiva y precisa de las conductas a las que se les asigna una pena o sanción. Y esa descripción objetiva y precisa se debe fundamentar en elementos materiales fácilmente probables. Esto no quiere decir que el consentimiento deba ser ignorado; pero que una conducta constituya o no un tipo penal según sea consentida o no constituye un deslizamiento hacia el subjetivismo.

A nadie que no sea enteramente memo o pérfido se le escapa que el consentimiento «manifestado libremente» mediante actos «que expresen claramente la voluntad» presenta dificultades probatorias insalvables. Y, además, el consentimiento no siempre es válido, hay mil circunstancias que pueden viciarlo. Lo saben perfectamente los jurisperitos, que sin embargo callan por miedo genuflexo a que se lance contra ellos una fatwa. ¿Cómo se deberá solicitar ese consentimiento? ¿Cómo se probará que dicho consentimiento se ha manifestado libre y claramente? Muchas aproximaciones sexuales entre personas que conviven se inician en estado de duermevela o incluso de sueño profundo. ¿Cómo se expresa «claramente» la voluntad en estos casos?

A nadie que no sea enteramente memo o pérfido se le escapa que la falta de consentimiento será utilizada en mil juicios contra personas inocentes. Y el chantaje se convertirá en moneda de uso corriente: cualquier relación sexual puede convertirse en una espada de Damocles sobre la cabeza de quien osó acostarse con una mujer con la que luego rompe; y que, despechada, podrá luego amenazarlo con una denuncia por agresión sexual. Pues los jueces, para evitar que la fatwa caiga sobre ellos, tendrán que aceptar genuflexos que las mujeres no mienten nunca. Y, en cualquier caso, la simple denuncia, independientemente de que concluya en una sentencia condenatoria, destruirá la buena fama y el prestigio del denunciado. Por supuesto, esas denuncias falsas serán castigadas tan sólo en casos muy flagrantes, pues de nuevo nos tropezamos con la dificultad probatoria del consentimiento.

La ley del ‘sí es sí’ permite, en fin, que la expresión de la subjetividad cambiante de cualquier mujer pueda convertir en delincuente a cualquier hombre. Pero, por supuesto, podemos seguir entretenidos con el macguffin que el doctor Sánchez y sus mariachis ofrecen, para consumo de masas cretinizadas.

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