Por Marcelo Ramírez
Se acercan rápidamente tiempos de definiciones. Los grandes jugadores de la geopolítica mundial no consiguen resolver sus disputas pacíficamente y las acciones militares, junto a otros tipos de guerra, se aceleran. La presión del Occidente Colectivo encabezado por los anglosajones aumenta y tracciona a indecisos, se reducen los espacios para ser neutrales. El nivel de tolerancia ante las indecisiones o juegos políticos de sus aliados menores crece a niveles máximos. Washington, con su habitual rudeza y falta de diplomacia natural, presiona descaradamente. Nadie puede comerciar con Rusia, las sanciones en estudio llegan a un punto máximo donde todo está vedado, excepto lo que explícitamente se autorice. Según esta nueva postura que se impone ante el fracaso de los 10 paquetes de sanciones previos, los atlantistas han decidido cortar por lo sano y simplemente castigar a cualquiera que comercie cualquier cosa no taxativamente señalada. Claro que esto no parece llegar en el mejor momento, luego de los sucesivos fracasos mencionados sumados a la incompetencia militar para avanzar sobre Moscú de la OTAN bajo el disfraz ucraniano, las amenazas simplemente parecen encontrar un límite natural y cada vez inspiran menor respeto reverencial como sucedía hasta hace muy poco.
Las consecuencias empiezan a hacerse descarnadamente visibles, viejos aliados de Occidente como los saudíes se distancian rápidamente y sellan sus nuevos acuerdos. Vender en yuanes, no subir las cuotas de producción o firmar un acuerdo con Irán son una cruda muestra de las razones por las cuales se comenta que Bin Salman no le atiende el teléfono a la Casa Blanca. Las presiones abiertas tienen un problema, pueden hacer retroceder a los tibios, pero también pueden encontrar resistencias endurecidas, forzando posiciones cambiantes en favor de sus enemigos. Los saudíes se han cansado de las presiones de los occidentales, que llegaron a un límite visible escandaloso en hechos como el Mundial de fútbol en Qatar donde ese Occidente no dudó en presionar e inclusive aplaudir provocaciones grotescas ante la prohibición de hechos como el no consumo de alcohol o la promoción de conductas LGBTQI+. Los árabes amigos de los atlantistas vieron pisoteados con desprecio sus ideas de moralidad, aun en su propio suelo.
El coqueteo de los occidentales con sectores radicalizados para usarlos como ariete terrorista contra enemigos, encuentra una posición extrema cuando esos mismos gobiernos aislados que han soportado en varios sentidos a los grupos radicalizados, ahora deben enfrentarse con las costumbres decadentes según sus ideas. Si bien no es ninguna sorpresa que estas políticas se hayan hecho habituales en EE. UU. o la UE, que se impulsen en el propio corazón árabe ha resultado provocante, molesto y en gran medida humillante.
La situación se hace más compleja cuando esto se da en el marco de una situación militar que no encuentra salida. Las tropas ucranianas se observan cada vez más en peor estado, el ejército más numeroso de Europa y que se preparó durante casi una década para este choque militar con Rusia, apenas cuenta con 200.000 mil hombres. Esta cifra es una fracción de la inicial, que además contó con varias movilizaciones masivas y con un refuerzo considerable de mercenarios y tropas de la OTAN encubiertas. La debilidad es de Ucrania, pero lo es más de la OTAN, que ha visto fracasar sus planes de escalar y debilitar a Moscú.
En ese panorama, las políticas cambiantes saudíes se explican con naturalidad. Arabia Saudí no está sola, Turquía vacila y si Erdoğan mantiene el poder, es difícil saber su futuro. India cada día se siente más cómoda en el eje multipolar, Indonesia y la ASEAN lo mismo, al igual que los países africanos. Occidente tiene un eje duro que es el que impulsa el conflicto, una periferia que acompaña, pero no tiene peso significativo y un sector de países importantes que han sido aliados o “neutrales”, sin embargo, si se presenta la oportunidad, aprovecharán para cambiar de bando y liberarse de sus ataduras. Este grupo, muy numeroso, sabía que en el contexto de un mundo hegemonizado por EE. UU. era imposible de sostenerse ante una rebelión.
Rusia ha elevado su tono, Corea del Sur, apoyada en la impunidad habitual de la protección atlantista, había comenzado a hacer negocios con Ucrania. Moscú acaba de advertir por canales indirectos que si Seúl envía armas a su enemigo, pasará a recibir una misma respuesta, por lo que su vecino del Norte accederá a armas sofisticadas y potentes de su país. Sinceramente, resulta bastante lógico pensar que si envían armas a Ucrania reciban como pago la misma moneda, pero esto tan básico no es posible de comprender en Occidente.
La lógica acostumbrada es la del doble estándar que ahora Rusia denuncia. ¿Qué hará Corea del Sur? No lo sabemos aún, pero ha sido advertida de no tomar partido en un juego fuera de sus intereses, y de no hacerlo, habrá consecuencias militares serias. Ese mensaje ha sido cuidadosamente escogido por Moscú, es una advertencia también a Japón. Rusia ha decidido hacer sentir todo su peso, justamente cuando China ha dado un paso esperado quebrando las esperanzas anglosajonas de ruptura con el país euroasiático. Beijing sabe que es el próximo en la lista, la soberbia y zoncera occidental ha expresado públicamente que considera a China como un enemigo. Lo han hecho políticos relevantes y la prensa discute las estrategias. Aun así, esperan que China tenga temor y se sume a las posiciones occidentales contra Putin, para luego esperar su turno para ser desguazada, como harán con los rusos, si triunfan.
Por estas cuestiones los atlantistas terminan por demostrar que finalmente algo está muy mal, las medidas extremas, peligrosas y descorteses con los aliados no son más que una muestra de desesperación. Presionar como hacen en este contexto solo produce problemas, como hemos señalado. Y la paciencia sino-rusa comienza a cosechar esos beneficios, mostrándose confiables, protectores y con un marco de seguridad económica y militar que Occidente no puede, ni quiere, brindar.
La balanza entonces se inclina rápidamente, las fuerzas multipolares día a día se consolidan más en sus posiciones, mientras que Occidente va perdiendo su periferia y queda al descubierto su verdadero núcleo irreductible.
Si sopesamos la actitud del presidente de Francia, no solo corroboramos el desgajamiento del frente atlantista, sino que podemos apreciar cuantas naciones solo esperaban su oportunidad para sacarse de encima la tutela anglosajona. París tiene cuentas irresueltas con ellos, y lógicamente afloran cuando ven que su opresor se debilita, No es cuestión entonces de si se va a producir el desplome del occidente anglosajón, sino cuando y cómo. Todos olfatean la debilidad y ven el ocaso, por lo que comienzan a reorientarse hacia el mundo que se está gestando.
Todos, o casi, porque en Iberoamérica la situación es más complicada. Hemos advertido que esta región era la última trinchera, si cae EE. UU. pierde su último refugio y su caída final sería inminente. Brasil, Argentina y México son las tres naciones más relevantes. El primero por su ubicación estratégica, su proyección sobre el Amazonas, su numerosa población y su potencialidad de recursos, una situación parecida a la mexicana, con la diferencia de que este último país limita con los EE. UU. y eso lo condiciona. Argentina, pese a sus crisis recurrentes y su caos económico, tiene una ascendencia cultural en la región que le da un estatus especial e influye determinantemente. Buenos Aires, sin embargo, ha sido cooptado por sus dirigencias políticas, intelectuales y económicas. Ha abrazado su agenda woke y destruido su propia sociedad, hasta el punto que las elecciones presidenciales en pocos meses no despiertan la más mínima esperanza en la sociedad.
La ola progresista tan mentada no vino a cuestionar a los EE. UU., sino a instalar sus políticas emblemáticas de género, indigenismo y ambientalismo. Todo a pedir de Washington, con solo mirar al chileno Boric, podemos ver sin dudas de que se trata esta estrategia otaniana. La mención a la OTAN no es gratuita, la base en Malvinas para monitorear y controlar el Atlántico Sur se suma a las bases de Diego García o Ascensión, a las que debemos agregar las bases de EE. UU. en Colombia y la propia Guyana francesa. Simplemente, la OTAN actúa en la región americana.
Aún no hemos mencionado a Brasil porque merece una mención especial. La llegada de Lula al poder, fue calificada como un triunfo de la izquierda anti estadounidense, sin embargo, había hechos que hacían dudar de cuál iba a ser su posición. El actual presidente siempre ha tenido fluidos contactos con la banca internacional y su visión es la de un mundo ordenado bajo la égida estadounidense. Lula tiene en mente un modelo moderadamente desarrollista, pero sin cuestionar la hegemonía de Washington y sus ideas son las de hacer negocios en las sombras que permite el actual esquema, no más. El BRICS entonces es una plataforma de negocios, pero de ninguna manera una columna sobre la que edificar un nuevo orden. Cuando en el 2014, Dilma obstaculizó el ingreso de la Argentina a la organización, cuando se opuso a compartir la pretendida banca en el Consejo de Seguridad de la ONU, solo confirmaba el modelo.
El mundo lo lidera EE. UU. y Brasil hace lo propio en la región bajo su supervisión, no más. Los apresurados festejos del alicaído progresismo que se aferra desesperadamente a alguna noticia, por más mínima que sea que les permita mantener la ilusión de ser anticapitalistas o antisistemas, hizo que aplaudan el viaje a China. Claro que el diablo se esconde en los detalles y por ello es necesario apelar a la lupa y leer la letra chica de lo sucedido. Lula viajó, pero su agenda inicial luego del primer intento varió, solo se limitó a algunos acuerdos que no son más que buenas intenciones. Algunos negocios agropecuarios y poco más. Se movió dentro de su esquema. Lo importante como la cuestión de Ucrania, que está redefiniendo el orden mundial, se redujo a algunas frases de circunstancias sobre la necesidad de la paz.
Es fundamental recordar que su plan de paz son algunas generalidades y que provienen de una exigencia de que Rusia se retire de toda la región, inclusive de Crimea. Por supuesto que esto no ha caído nada bien en Moscú.
Nadie quiere mostrarse insensible a las apelaciones sentimentales a la paz, por lo cual todos de una manera u otra sostienen sus esperanzas, pero es notorio que esta propuesta mostraría a Rusia como el gran perdedor y por ello no será ponderada en lo más mínimo. No es nueva la estrategia de Lula de aspirar a acciones resonantes, en su gestión anterior intentó mediar entre EE. UU. e Irán por la cuestión nuclear. No funcionó.
Lula cree que Rusia debe entrar en razones, renunciar a las armas y aceptar que EE. UU. regula el mundo. Luego podrá buscar velar por sus intereses, pero sin desafiar a Washington.
Esto era válido en los 90 o a principios de siglo, pero no ahora que el eje multipolar está demasiado fuerte para aceptar la sumisión.
Si quedan dudas sobre lo que propone Lula, veamos la respuesta rusa. El Canciller Lavrov estuvo de gira en la región, visitó países amigos como Venezuela, Nicaragua y Cuba, lo hizo avanzando en distintos acuerdos en un clima de camaradería notorio. La visita a Brasil, ineludible porque es socio en el BRICS, fue diferente. Luego de las andanzas de Lula, se cancelaron encuentros en el país sudamericano que había sido acordadas.
Lavrov, en un hecho inusual, bajó del avión con jeans y zapatillas, una vestimenta informal llamativa para un viaje de este tipo. Las razones, se rumorea en Brasil, fueron que su visita había sido acotada y en el aeropuerto lo recibieron funcionarios de segundo rango, no acordes a la ocasión.
Cabe señalar que los encuentros se dan entre pares y que recibir con funcionarios menores responde a un desinterés marcado. Solo podemos tomar como excepción habitual a los EE. UU. que destinan funcionarios de menor rango a líderes iberoamericanos, por ejemplo, mostrando las distancias jerárquicas. Lo más triste es que los iberoamericanos suelen estar orgullosos de ser recibidos por un personaje menor porque es de los EE. UU.
Lavrov realizó encuentros de cortesía y menores y luego se recluyó en su hotel ante los encuentros cancelados mencionados. El clima fue de frialdad.
En este punto cabe destacar el juego de la prensa brasileña y de occidente en general. Los sectores de izquierda o progresistas festejaron la visita de Lavrov, ignorando estos relevantes detalles, insistiendo en el acercamiento de Lula a Rusia a pesar de los firmes indicios sobre que las cosas no están bien.
La prensa de derecha liberal, tampoco ha señalado las distancia y se limita a denunciar el peligro del comunismo de Lula.
Esto es parte del juego que se produce, confundir a los militantes políticos con un relato ajustado a sus deseos, manteniendo la ilusión de una lucha entre la izquierda y la derecha.
El presidente argentino, que renunció a su imposible reelección, ha sido claro al respecto mencionando en un video de 7 minutos que su frente político es el freno a la derecha oscura. Un video emotivo, con alusiones a las políticas “diversas” y advirtiendo que se debe resistir a la derecha, lo mismo que hace el lulismo y que hace Boric. Mientras en el otro extremo los liberales/ libertarios se escandalizan con el comunismo de los mencionados. Por lo tanto, la realidad es la mencionada, solo las políticas de Washington se implementan, mientras los pueblos viven en la ignorancia fruto de la confusión generada con las falsas antinomias.
Lavrov finalmente dejó expuesta la realidad, hay tres únicos países que simpatizan con el suyo. Otro, como Brasil, con Lula, que se ha alejado, pero por pragmatismo Moscú lo hace notar con gestos aunque sin romper. Notable que la relación de Bolsonaro el último año con Putin haya sido mucho más amistosa que la de Lula. El resto de los líderes regionales como Alberto Fernández, Boric o Petro, ni siquiera han sido considerados. A pesar de ser los vanguardistas de izquierda llenos de retóricas antiimperialistas, todos ellos se han alineado con Washington. Lo han hecho a pesar de que sus partidarios simpatizan más con Rusia y China y que los mercados y el capital de inversión vienen de Beijing.
Rusia y China van a fondo, el orden internacional dominado por los anglosajones es ya inaceptable y no tienen sustentos económicos, tecnológico o militares. La decisión del cambio ha sido tomada y se está produciendo ante nuestros ojos.
La mayoría de los países entiende qué sucede y se alinea con quienes desafían el orden viejo, lo hacen desde posiciones muy distintas, pero que tienen en común el rechazo a las ideas woke, lo hacen desde el nacionalismo y la tradición cultural.
Solo se desmarcan los países progresistas, de izquierda, mencionados. Lo hacen subrepticiamente, escondiéndose bajo ropajes contestatarios, pero afirmando su alianza con el atlantismo anglosajón en posición subalterna.
La única verdad es la realidad, decía un argentino llamado Juan Domingo Perón.
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