Los líderes de los países y la sombría agenda de control de Davos
Parte 2: Dinero e Identidad Digital, pases sanitarios, rastreo de la huella individual de carbono, suspensión mundial de los derechos constitucionales y creación de una nueva sociedad.
Leer parte I, acá.
Por Alejandro Pagés
A continuación he extractado los párrafos más significativos de la declaración realizada por los principales líderes políticos mundiales en la última reunión del G20. Los he dividido en distintos ítems para facilitar su análisis, acompañándolos de mis comentarios al pie. Le ahorraré al lector la sobreabundancia orwelliana de palabras como “inclusivo”, “resiliente”, “empoderador”, “centrado en el ser humano”, “sostenible”, “preocupada por los países en desarrollo”, “teniendo en cuenta las necesidades de campesinos, mujeres y jóvenes”, que saturan cada artículo para disimular que el núcleo de las políticas propuestas va en contra de todo eso. Si se está más o menos al tanto de los proyectos que se están fomentando desde los principales organismos internacionales, no es difícil ver el sentido disimulado detrás de cada sentencia ambigua. Los resaltados en negrita son míos.
DECLARACIÓN DE LOS LÍDERES DEL G20.
16 de noviembre de 2022. Bali, Indonesia.
CAMBIO CLIMÁTICO:
11. Subrayamos la urgencia de transformar y diversificar rápidamente los sistemas energéticos, promover la seguridad y resiliencia energética y la estabilidad de los mercados, acelerando y asegurando transiciones energéticas limpias, sostenibles e inclusivas (…) y un flujo de inversiones sostenibles.
Aunque el documento esté firmado por los líderes de diferentes países, está claro que éstos no son más que los voceros de la “élite” de poder financiero que es quien realmente diseña y ejecuta la Cuarta Revolución Industrial. Este párrafo se traduce entonces mejor como “Nosotros, los planificadores de estas políticas, buscamos canalizar grandes flujos de inversiones para hacer realidad estas transiciones en los sistemas energéticos (y productivos) lo más rápido posible, y los líderes de los gobiernos declaran su subordinación a nuestra agenda”.
12. Reconocemos la importancia de acelerar el desarrollo, despliegue y difusión de tecnologías, y la adopción de políticas para la transición hacia sistemas de energía de bajas emisiones, incluso aumentando rápidamente el despliegue de generación de energía limpia (…) incluida la aceleración de los esfuerzos hacia la reducción gradual de energía de carbón (…) Aumentaremos nuestros esfuerzos para implementar el compromiso asumido en 2009 en Pittsburgh de eliminar y racionalizar, en el mediano plazo, los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles que fomentan el consumo derrochador.
Estamos comprometidos a promover la inversión en infraestructura e industria sostenibles, así como tecnologías innovadoras y una amplia gama de mecanismos fiscales, de mercado y regulatorios para apoyar las transiciones de energía limpia, incluido, según corresponda, el uso de mecanismos de tarificación y no tarificación del carbono.
Los multimillonarios más grandes que jamás han existido, quienes obtuvieron sus fortunas gracias al consumismo y las condiciones económicas creadas por las burbujas financieras, ahora descubren que el resto de la humanidad “derrocha” y debe ser más austera.
Naturalmente un sistema como el actual basado en el crecimiento continuo del PBI, combustibles fósiles no renovables y la sobreexplotación de recursos no puede mantenerse indefinidamente. Será necesario en algún momento cambiarlo. Quienes planifican a largo plazo lo saben, y por ello vienen buscando alternativas que les permitan realizar la transición sin perder su lugar de poder. El mismo Klaus Schwab ha manifestado que en el nuevo sistema “la tiranía del crecimiento del PBI terminará” (Covid-19: The Great Reset, p. 28).
Los avances tecnológicos más importantes en cuanto a nuevas fuentes de energía seguramente se mantendrán en secreto el mayor tiempo posible para no perder la ventaja sobre los competidores. Actualmente se habla abiertamente en la prensa de importantes avances en la tecnología de fusión de hidrógeno, una tecnología muy cara que sin duda estará por largo tiempo en manos de las principales potencias. Sin embargo cuando uno se informa más en detalle, se da cuenta que aparentemente hay desafíos técnicos que no se han podido resolver, de manera que nos preguntamos si en realidad los avances no se estarán logrando por otro lado (1). Sea como sea, las grandes inversiones realizadas por EEUU o Europa en la investigación de “energías limpias” son un indicador de que a algo se debe estar arribando. Sería muy ingenuo creer que la familia Rockefeller abandona aceleradamente sus inversiones en petróleo, a pesar de haber todavía reservas suficientes para muchos años, para reinvertirlas en energías alternativas, debido a una súbita preocupación por el planeta. Lo mismo ocurre con las principales petroleras, como Exxon, Shell o Repsol, que han dejado de buscar nuevos pozos, ya que no les es rentable. Les conviene dejar que suba el precio del crudo y hacerse con la ganancia. El petróleo está lejos de acabarse, pero el petróleo de extracción fácil que no requiere grandes costos sí está comenzando a escasear.
Lo que es seguro para nosotros es que no existe ninguna catástrofe climática en ciernes. Constatar que es una coartada lo deja a uno estupefacto. La instalación de ese tema en el sentido común de la gente no es más que otra muestra del enorme poder de propaganda e intromisión en los programas de estudio que puede lograr todo aquello que es impulsado desde la “elite”. Cualquier climatólogo realmente informado tiene, como mínimo, sus grandes reservas frente a esos pronósticos apocalípticos, que la prensa y los engendros de organismos internacionales como el IPCC agitan constantemente. Los memoriosos recordarán que ya en los años ’90 y a principios del siglo XXI se nos decía, desde titulares catastróficos en los principales diarios, que para la época actual habría ciudades costeras bajo el mar por el derretimiento de los casquillos polares, lo cual nunca estuvo ni cerca de ocurrir. Tampoco ahora los propietarios de hoteles costeros, los servicios de inteligencia de los principales países o la mayoría de los científicos parecen realmente preocupados por ninguna catástrofe inminente que ponga en peligro a la humanidad, cuyos signos no se ven por ningún lado. Lo cierto es que el volumen de CO2 es insignificante frente a otros gases de la atmósfera, y principalmente frente al vapor de agua, principal responsable de mantener el efecto invernadero. Además han existido antes de nosotros épocas con temperaturas más altas en veranos, como el óptimo medieval, o sin ir tan lejos, la década de los años ’20 del siglo pasado, de la cual tenemos registros detallados de temperatura para muchos países, y ello no condujo a ninguna catástrofe. La curva estadística que muestra un leve aumento de temperatura promedio desde los años ’50 o ’70 se está estabilizando, lo cual no permite ya abusar de ella haciendo proyecciones lineales a 50 años, y por otra parte no es uniforme en todo el globo (por ejemplo en la Antártida la cantidad de hielo ha aumentado en los últimos años).
Todo indica que los cambios generales de temperatura de una época a otra son cíclicos y se deben principalmente a la actividad solar. Existen sin embargo actualmente algunos eventos climáticos desusados, modificaciones llamativas como la que ha ocurrido con la Corriente del Niño, pero no son tan extremos como se los presenta, y se deben a múltiples factores, desde la tala indiscriminada a muy posiblemente la manipulación deliberada de las precipitaciones en ciertas zonas mediante ingeniería climática. Es decir, nada indica que vaya a haber ninguna modificación brusca del clima, menos por la emisión de carbono o metano de las actividades productivas, y mucho menos por las actividades vitales diarias (eso ya es ridículo). Si llega a ocurrir, habría que investigar seriamente si sus causas no son artificiales.
Sin embargo los promotores de la histeria climática siguen diciendo que estamos en un punto de no-retorno y debemos hacer los mayores sacrificios inmediatamente. Esta es una afirmación política que no cuenta con respaldo en el mundo científico, y cuanto más se la exagera para justificar toda clase de medidas disparatadas, más evidente resulta. Al Gore, quien fue el responsable de instalar este tema en la agenda política en 2006 con la publicación del libro Una verdad incómoda, había pronosticado entonces que se llegaría a ese “punto de no-retorno” alrededor de 2016, lo cual evidentemente no ocurrió. Lo notable es que para sostener el discurso del “calentamiento global inédito producido por el hombre que nos lleva a un apocalipsis planetario” sus voceros nunca pueden ir más atrás de la década de los ’70 o ’50 del siglo XX, momento en el cual las temperaturas estuvieron en un punto mínimo. Cuando se les contraargumenta que hay múltiples testimonios e incluso registros detallados de que antes de eso hubo épocas con temperaturas mucho más altas, alegan que los registros anteriores no cubrían el globo entero, y que allí donde señalan un mayor calor, se trata seguramente de un fenómeno local, sin embargo ¡ellos tampoco pueden demostrar que la temperatura global era entonces más baja!
Así de endeble es el relato del “calentamiento global”. Una proyección estadística antojadiza y manipulada del aumento de un grado centígrado (sí, leyeron bien, uno) en la temperatura media global registrada desde la década de los ́70 hasta hace unos pocos años atrás, cuya relación con las emisiones de CO2 es muy discutible, y en el mejor de los casos muy parcial. En el corto plazo, si se quitan de forma abrupta los subsidios al petróleo y se crean impuestos arbitrarios a los combustibles fósiles, se encarecerá artificialmente la energía para el consumo individual y para las fábricas. Esto golpeará especialmente a los países en desarrollo.
Se sabe además que el mecanismo de “bonos de carbono” no es más que un gran negocio financiero, que no ha disminuido en nada la cantidad de emisiones contaminantes supuestamente responsables del calentamiento global por parte de los países industrializados. Sirve solamente para obligar a las grandes empresas a subsidiar la investigación de nuevas fuentes de energía, mientras su capacidad de contaminar sigue intacta. A la vez, genera un mercado millonario de especulación de bonos. Es además un instrumento deliberado para frenar el desarrollo de los países del tercer mundo, ya que el límite de emisiones de carbono se ha fijado según el desarrollo de cada país (cuantas más empresas contaminantes, más permisos, paradójicamente).
Naturalmente, no vemos nada de malo en el desarrollo de fuentes de energía menos contaminantes. Lo perverso del asunto es que las medidas de reducción de “emisiones de carbono” están muy lejos de quedarse en impuestos a algunas industrias, y eso es lo que muchos ecologistas bienintencionados ni siquiera sospechan. En realidad es una descarada coartada multi-uso, en cuya instalación a nivel social se ha seguido el principio de la ventana de Overton hasta un extremo surrealista, pero ya nada sorprende, ni la más descarada impostura.
En un principio se instaló la idea de limitar las emisiones de CO2 criticando los excesos de la actividad industrial, lo cual hacía el objetivo simpático por varios motivos ecológicos. Pero más tarde, en un giro más que llamativo, se comenzó a señalar como culpables de “emisiones de gases de efecto invernadero” también al ganado con sus flatulencias, a los automóviles y a la misma actividad vital diaria de los seres humanos. Comenzamos a asistir en los últimos años, entre incrédulos y azorados, a la proliferación de notas periodísticas y afirmaciones de organismos internacionales y políticos de primera línea completamente anticientíficas, que nos aseguran con total seriedad que para “salvar al planeta” debemos dejar de comer carne, no desplazarnos muy lejos de nuestro hogar y tener menos hijos o no tenerlos directamente, ya que los seres humanos (no ya las fábricas) son grandes “emisores de carbono” y por lo tanto un atentado contra la “vida en el planeta” por su misma existencia excesiva.
13. Tomando nota de las evaluaciones del IPCC según las cuales el impacto del cambio climático será mucho menor con un aumento de temperatura de 1,5 ° C en comparación con 2 ° C, resolvemos continuar los esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura a 1,5 ° C. (…) Esto requerirá acciones significativas y efectivas y el compromiso de todos los países (…) y el consumo y la producción sostenibles y responsables como facilitadores críticos.
14. Celebramos el progreso realizado hasta la fecha hacia el logro de un Marco Mundial para la Diversidad Biológica post 2020 (GBF). Instamos a todas las partes y países a finalizar y adoptar el GBF con miras a realizar la Visión 2050 de “Vivir en armonía con la naturaleza”. (…) Reconocemos el esfuerzo realizado por varios países para garantizar que al menos el 30% de la tierra mundial y al menos el 30% de los océanos y mares mundiales se conserven o protejan para 2030, y ayudaremos a avanzar hacia este objetivo de acuerdo a las circunstancias nacionales. Nos comprometemos a reducir los impactos ambientales cambiando los patrones de consumo y producción insostenibles.
15. Seguiremos promoviendo el desarrollo y estilo de vida sostenibles, la eficiencia de recursos y la economía circular (…) particularmente para avanzar en la acción climática basada en el océano.
El insistente lado “ecológico” del discurso que envuelve la Agenda 2030 es llamativo, y tal vez tenga razones que terminen de develarse cuando la “propuesta filosófica” del nuevo sistema termine de ser revelada. En una primera instancia uno se pregunta, ¿cómo es posible congeniar la visión antinatural de un mundo hipertecnificado e hiperdiseñado, con seres intervenidos genéticamente y controlados tecnológicamente, con una “armonía con la naturaleza”? Evidentemente la visión de “la naturaleza” que subyace a estas propuestas es algo extraña, pero tal vez sea la contraparte necesaria para disimular el lado más abominable de esas intervenciones. Por supuesto, nada mejor que consultar la misma página del WEF para entender hacia dónde apuntan las propuestas. Allí podemos ver (oh, sorpresa) de qué se trata en realidad su propuesta principal detrás de la preocupación por la “pérdida de la biodiversidad”, la cual ciertamente no parece preocuparles cuando se trata de extender los monocultivos genéticamente modificados de Monsanto.
“El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) ha destacado que pueden ser necesarias algunas medidas más drásticas para combatir el declive de la biodiversidad (…) WWF está pidiendo a los tomadores de decisiones que incluyan un hito para reducir a la mitad la producción y el consumo humanos”. (2) El “consumo humano” mencionado no se refiere a bienes superfluos ni de lujo, como uno podría llegar a suponer (como los celulares, o los visores de realidad virtual y otras maravillas tecnológicas prometidas), sino a un cambio de dieta. Principalmente se busca eliminar la carne. También se promueve insistentemente el consumo de insectos. La “acción climática basada en el océano” incluye a su vez, entre algunos objetivos menores que parecen aceptables (como reducir la pesca ilegal), la eliminación de los subsidios estatales a la actividad pesquera y varias formas de ingeniería climática que implican la alteración de los mares o el fitoplancton.
Utilizan la estrategia del tero. Gritan preocupados por el clima o la pérdida de biodiversidad, las crisis económicas o el hambre causadas por las mismas políticas que impulsan, pero alejan la atención de sus verdaderas causas (ellos mismos), y la dirigen hacia esfuerzos inútiles o contraproducentes, que por caminos indirectos finalmente ayudan a la consumación de su siniestra agenda. Una técnica hábil, pero a esta altura burda por las asombrosas propuestas que surgen de ella, que dan a pensar cuáles son los objetivos finales.
Un informe que pretende hacer punta y sentar las bases con que se manejará el “problema climático” es El futuro del consumo urbano en un mundo 1,5°, publicado en 2019 como un trabajo conjunto de C40 Cities, Arup y la Universidad de Leeds. C40 es una de las tantas fundaciones filantrópicas capaz de reunir a 100 de los alcaldes de las ciudades más importantes del mundo y marcarles la agenda. Es financiada por el Banco Mundial, la Open Society, Wellcome Trust y una telaraña de organismos internacionales, fundaciones filantrópicas, empresas dedicadas al desarrollo de tecnología verde, gobiernos (Reino Unido, Dinamarca) y grandes multinacionales. Recientemente el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, fue nombrado vicepresidente regional de esa entidad.
Según concluye este trabajo, el objetivo de mínima para el año 2030, para lograr reducir las “emisiones de gases de efecto invernadero” globales, sería que cada ser humano no coma más de 16 kilos de carne por año, y no más de 90 kilos de lácteos. El objetivo de máxima sería reducir a cero ambos consumos. También estaría entre sus objetivos de mínima que cada persona compre sólo 8 prendas de vestir nuevas por año, que haya sólo 190 vehículos privados cada 1000 habitantes, y la posibilidad de realizar un solo vuelo en avión de menos de 1500 kms cada dos años por persona. El objetivo de máxima es: 3 prendas de vestir nuevas por año, ningún vehículo privado (sólo transporte público, y el menos posible) y un vuelo cada 3 años. Es fácil ver cómo estas medidas confluyen con otras similares muy publicitadas con motivo de la última pandemia (restricciones a los vuelos), o propuestas como moda a los jóvenes (veganismo), o bajo la apariencia de diseños más eficientes (ciudades “de 15 minutos”), etc. Cuando sumamos a esta propuesta la idea promovida desde estas mismas instancias internacionales, dentro del marco de la Cuarta Revolución Industrial, de una Renta Universal y una creciente automatización del trabajo, el panorama queda bastante claro. La Renta Universal naturalmente se ajustará a estos patrones de consumo impuestos por la necesidad del “bien del planeta”. La idea de que todos podemos alcanzar los niveles de consumo de los más beneficiados es una ilusión. Por supuesto, la súper élite planetaria, que puede vivir si lo desea en islas privadas y consume comida orgánica, no se someterá a estas regulaciones en su consumo, ni siquiera lo harán los medianamente ricos, esto se proyecta para la mayoría de la población.
Pero aún hay más. Actualmente se ha llegado a afirmar, dentro del marco de las reuniones del Foro de Davos y los documentos emanados de las mismas, que se podría medir la ”huella de carbono” de cualquier ser humano sobre el globo con dispositivos tecnológicos ponibles o implantables provistos de conexión wi-fi (los mismos que se quieren utilizar para monitorear constantemente los procesos corporales dentro del paradigma de la nueva “medicina personalizada”), de manera de controlar continuamente las actividades cotidianas de cada individuo con ayuda de la Inteligencia Artificial, y ponerles un límite si han superado cierto porcentaje de “emisiones de carbono”. De manera que la preocupación altruista por el “bien del planeta” ha mutado a una coartada para la vigilancia de la actividad de toda la población y la intromisión de microdispositivos que pueden controlarse remotamente en el cuerpo, que haría ruborizar a cualquier dictador del pasado.
Que la vigilancia individualizada y la nanotecnología integrada al cuerpo son parte de la agenda se evidencia también en que los mismos objetivos son propuestos desde las mismas instancias supranacionales con muy diferentes excusas (entre otras, desde ya, las futuras pandemias). No estamos aquí haciendo relaciones caprichosas, sino que son bastante evidentes para cualquieras que quiera verlas, aunque se las disfrace bastante burdamente. Esa apelación a un imaginario positivo y hasta naif, sin relación evidente y hasta opuesto al objetivo perverso que realmente se quiere lograr, es una técnica a la cual se echa mano en todo el planteamiento siniestro de esta Agenda. La apariencia artificial de esas excusas, de todos modos, no se logra disimular, y pareciera que ni siquiera se hace un esfuerzo en ese sentido, como si en cierta manera se quisiera el asentimiento inconsciente de las víctimas (o sea, de todos nosotros).
S. Matthew Lao, director del Centro de Bioética de la Universidad de Nueva York y profesor de Salud Pública Global (uno de los encargados de proponer los “marcos éticos” para el uso de las nuevas tecnologías), ha llegado a promover la intervención genética de los fetos en el vientre materno para hacer nacer seres humanos de baja estatura, que produzcan menor “huella de carbono” y “salven al planeta” (3). Está claro que el marco científico de referencia sobre las causas y gravedad del supuesto “calentamiento global”, que ya era cuestionable desde un principio, directamente estalla ante el tenor de propuestas como estas, pero eso muestra claramente que nada de esto es ciencia realmente, sino propaganda y agenda.
La implementación mundial de los “objetivos climáticos” es reglamentada desde espacios como las reuniones anuales de la Convención Marco de las Naciones sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Los acuerdos a los que se obliga a suscribir a los diferentes países mencionan mucho a los pequeños granjeros y sus técnicas ancestrales, pero terminan intensificando la agricultura sin mano de obra y con agrotóxicos (bajo el nombre de “laboreo cero”), y buscan introducir los nuevos cultivos genéticamente modificados “listos para el clima” de Monsanto, Bayer y Syngenta. Se habla de las emisiones de gases de efecto invernadero de una vaca, como si el proceso completo de fabricación de la carne artificial de Bill Gates no involucrase más emisiones de esos gases, y fuera más “eficiente” que el organismo de la vaca.
También se suelen obviar las emisiones producidas en el proceso completo de fabricación de las baterías de los autos eléctricos, los paneles solares, etc, que resultan mucho más contaminantes y derrochadoras en su totalidad. Toda esa remodelación alucinante del mundo natural y tecnológico actual, que implica multiplicar aún más los procesos tecnológicos prescindibles, es presentada como más “eficiente” y menos derrochadora.
Con la excusa de un Nuevo Acuerdo para la Naturaleza y el nefasto plan 30 por 30, la ONU ayuda a expulsar comunidades realmente autosustentables de sus tierras en Asia y África, y busca realizar el mayor acaparamiento de tierras de la historia bajo el manto de la protección de la biodiversidad. El sector marítimo alrededor de la Antártida (que incluye parte de nuestro territorio) es otro de sus principales objetivos. ¿Son esos sólo “efectos colaterales” involuntarios de macromedidas tomadas con buena voluntad? No es posible creerlo, ya que no hay relación entre la extensión de las medidas propuestas y los peligros reales. Un ejemplo entre varios es el plan drástico para reducir las “emisiones de nitrógeno” realizado recientemente por el Primer Ministro de los Países Bajos, Mark Rutte (quien forma parte del WEF), el cual produjo movilizaciones masivas de los granjeros, que se enfrentan a la posibilidad cierta de perder sus propiedades y de una hambruna generalizada artificialmente inducida en la población.
En definitiva, las coartadas multi-uso obsesivas de las “emisiones de carbono” y la “preservación de la biodiversidad” se utilizan como excusas para acaparar tierras y hacer avanzar la agenda de la
Cuarta Revolución Industrial dentro de la actividad industrial y agrícola, con la intención de lograr profundas reformas en el sistema productivo a nivel mundial en un tiempo relativamente rápido. Se perjudica a los granjeros mientras se da todo el dinero a los bancos. Ello está ocurriendo al menos en todo Occidente. El ideal a alcanzar parece ser un mundo de infraconsumo hipertecnificado, medido y controlado, una suerte de bolchevismo 2.0 realizado por la élite bancaria multimillonaria. Por qué se han fijado ese objetivo, aún no aparece del todo claro, pero se apunta en esa dirección.
16. Reconocemos la necesidad urgente de fortalecer las políticas y movilizar financiamiento de todas las fuentes, de manera predecible, adecuada y oportuna para abordar el cambio climático (…) También apoyamos las deliberaciones sobre un nuevo y ambicioso objetivo colectivo cuantificado de financiamiento climático desde un piso de 100 mil millones de dólares por año para apoyar a los países en desarrollo, que ayude a cumplir el objetivo de la CMNUCC (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) y la implementación del Acuerdo de París.
Se insta a hacer todo lo más pronto posible, naturalmente en la dirección y sólo en la dirección en que los inversores lo decidan, sin preguntarse demasiado qué es exactamente el “cambio climático”. Este comenzó siendo el “calentamiento global”, pero como desde el 2015 aproximadamente el aumento gradual de unas décimas de grado de un verano a otro se ha estabilizado, y además hay inviernos helados con récords de bajas temperaturas, se ha reemplazado la palabra “calentamiento global” por “cambio climático”. Esta frase tiene la ventaja de ser mucho más vaga, y puede incluir tanto el calor del verano, como las lluvias más fuertes, los aludes o los inviernos más fríos, en definitiva cualquier cosa. Claro que ya es muy difícil achacar todo eso sólo o principalmente al incremento del CO2 atmosférico (sobre todo los inviernos más fríos) pero no importa, porque ya se ha instalado la idea, y ahora se pueden abandonar como si nada los argumentos científicos con los que se la introdujo, siempre que se agite el fantasma de una catástrofe inminente.
Realmente, como dijimos, no es más que una excusa para implementar una remodelación gradual pero rápida del sistema productivo, monetario y energético mundial, ya que de entre todas las posibles soluciones al supuesto problema, ya hay una sola ruta prefijada de antemano. Basta ver la uniformidad de compromisos adquiridos por los diferentes países en virtud del Acuerdo de París, por ejemplo el nuestro: Realización de una transición energética hacia el hidrógeno o las energías renovables; Cambio hacia patrones de consumo “sostenibles”; Economía circular (reciclaje más minucioso con la ayuda de big data); “Erradicación de la indigencia” (léase Renta Universal); Adopción de nuevas tecnologías basadas en la economía del conocimiento (digitalización) para la agricultura y la ganadería (la excusa ecológica para la adopción de esas nuevas tecnologías es que al obtener un mayor rendimiento por hectárea, se reducirían las superficies a cultivar, y podrían destinarse a bosques. Suena bonito, pero ¡sería la primera vez que un adelanto técnico no se traduce en una mayor explotación de los recursos!). (4)
17. Reiteramos que nuestra combinación de políticas hacia la neutralidad de carbono y el cero neto debe incluir una gama completa de mecanismos fiscales, de mercado y regulatorios, incluido, según corresponda, el uso de mecanismos e incentivos de fijación de precios y sin fijación de precios del carbono, y eliminar y racionalizar, en el mediano plazo, los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles.
Por si no quedó claro, se lo reitera: se utilizarán todos los medios posibles para obligar a los países en desarrollo, y a la misma Europa, a minar sus fuentes de energía, por ejemplo, dinamitando centrales de carbón perfectamente funcionales, o cerrando centrales nucleares (Alemania acaba de cerrar la última que tenía), aunque esto redunde en problemas energéticos. No ocurre lo mismo con China, tampoco es cuestión de parar al taller del mundo, que aunque sea “comunista” (de nombre, porque no lo es ya hace mucho) es uno de los firmes aliados de la élite globalista.
(1) Algunas especulaciones teóricas sobre la energía de punto cero o energía de vacío prevén la utilización del hidrógeno como intermediario y conversor de esa energía a energía termodinámica, pero es muy probable que tal posibilidad tecnológica no sea más que una mera especulación teórica por el momento.
(2) WEF, 11/10/2021: Cómo el Marco Mundial de Biodiversidad de la ONU podría convertirse en el “Acuerdo de París para la naturaleza”. (URL: https://www.weforum.org/agenda/2021/10/global-biodiversity-framework-cop15-sustainable-food-systems/#:~:text=The%20Post-
2020%20Global%20Biodiversity%20Framework%20%28GBF%29%20is%20a,reducing%20pesticides%20and%20plastic%20waste%2
C%20and%20increasing%20investments).
(3) S. Matthew Lao: Ingeniería humana para frenar el cambio climático, en El próximo paso: La vida exponencial, de la Fundación
OpenMind del BBVA.
(4) Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la República Argentina: Segunda contribución determinada a nivel nacional de la República Argentina (diciembre de 2020)
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