Por Karen Méndez Loffredo
En un ensayo de casi 300 páginas, dos profesores de psicología de la Universidad de Oviedo desmenuzan el “éxito y la miseria” de la llamada teoría queer, una corriente que, entre otras cosas, plantea que el sexo no es binario (hombres-mujeres) y defiende la transición de quienes sientan que viven en un cuerpo que no les corresponde.
El aumento de casos de adolescentes y niños que decían haber nacido en un cuerpo equivocado hizo que a los psicólogos españoles José Errasti y Marino Pérez Álvarez se le encendieran las alarmas y empezaran a investigar qué había detrás de esa realidad porque, como explican, no hay basamentos en la medicina, la neurociencia, la psiquiatría o psicología, ni ninguna filosofía sólida que permita afirmar que una persona pueda nacer en un cuerpo equivocado.
“Cuando empezamos tenía que ver con adolescentes, pero luego fuimos viendo que cada vez se estaba presentando en edades más tempranas y cada vez abundaban más las llamadas infancias trans, donde niños de muy corta edad, incluso de cinco años o menos, empezaban a ser tratados para que transicionaran hacia el otro sexo simplemente por haber manifestado un día que ellos se sentían de otro sexo. Habría que ver qué cine, que televisión, qué cursos han recibido en la escuela, qué les han contado en clase”, explica Errasti, profesor titular de psicología de la Universidad de Oviedo y autor junto a Marino Pérez Álvarez del libro Nadie nace en un cuerpo equivocado, de la editorial Deusto.
Errasti cuenta que apenas iniciaron la investigación comprendieron que el tema era mucho más complejo de lo que se puede ver a primera vista porque detrás había un movimiento, una filosofía, intereses económicos, medios de comunicación, grandes empresas, redes sociales que planteaban “de forma errónea” lo que es el sexo, el género y los estereotipos sexuales. Unos planteamientos que, según indican los autores, destruyó logros alcanzados y generó problemas donde no los había.
“El movimiento queer vuelve a poner de relieve los estereotipos sociales, los estereotipos sexuales. De manera que, algo que se estaba superando, otra vez vuelve a ser muy importante porque para definir si alguien es trans tiene que basarse en si una chica tiene modales de chico, o si un chico tiene modales de chica. En este sentido, el movimiento queer lejos de ser progre es retrógrado y opresor porque oprime con esos discursos y esas formas de entender las relaciones sexuales, la vida, oprime con discursos y crea problemas donde no los había. Hasta hace poco los niños en edades escolares no tenían problemas de identidad de género y ahora los tienen”, sostiene Pérez Álvarez, catedrático de psicología clínica en la Universidad de Oviedo.
Origen teoría queer
En el libro, los autores señalan que la teoría queer comenzó en los años 90 en los campos universitarios de Estados Unidos, especialmente de la mano de la filósofa estadounidense Judith Buttler. Desde entonces, como señala Errasti, esta teoría se ha expandido “fantasmagóricamente” por distintos espacios de poder de diversos rincones del mundo, especialmente en Estados Unidos, Europa y Canadá.
"La mayoría de las chicas tenemos vulva, algunas tenemos pene, y todas tenemos el pelo largo".
De cómo el estereotipo dejó de depender del sexo, y el sexo pasó a depender del estereotipo.
¡En libros de texto para Primaria! No tienen vergüenza. pic.twitter.com/rKCmd8Qzy3— Jose Errasti (@Jose__Errasti) February 22, 2022
Y, en relativamente poco tiempo lograron el apoyo de grandes empresas como Amazon o MasterCard, entre otras, de bancos, gobiernos, partidos políticos, medios de comunicación, redes sociales e incluso de personas de izquierda a quienes “este tema les suena a combatir la discriminación por orientaciones sexuales, cuando en realidad no lo es“.
Errasti alerta que todo el apoyo al movimiento queer se ha dado sin un amplio y profundo debate que le permita a la ciudadanía en general “ser consciente de lo que está pasando”. Por su parte, las activistas queer argumentan que ellas defienden derechos humanos y que estos no se debaten.
“Es un movimiento que cuenta con el apoyo de todas las grandes corporaciones, de todos los grupos mediáticos, de toda la banca y, sin embargo, está logrando retener la imagen de ser un grupo minoritario, invisibilizado, de gente que por fin lucha por sus derechos sociales. Es inaudito” (José Errasti, autor del libro Nadie nace en un cuerpo equivocado, éxito y miseria de la identidad de género)
¿Qué plantea el movimiento queer?
El activismo queer defiende, entre otras cosas, que el sexo no es biológico, sino sentido, que es un constructo social y que se ha impuesto a muchos de forma arbitraria al nacer y que, además, no es binario (hombre-mujer).
“Ha llegado la hora de tener que defender que la Tierra es redonda y que el sexo existe”, dice la prologuista del libro, la filósofa feminista Amelia Valcárcel.
Por su parte, los autores recuerdan que cada ser humano nace con un sexo, que se ve en sus genitales apenas nace y no porque se lo haya asignado un médico. Además, ironizan con que las personas que dicen defender el sexo no binario son “el eslabón final de una cadena de decenas de millones de generaciones sexualmente binarias” y que de cumplirse sus “pretensiones” sería hasta “suicida porque ni siquiera podría haber trans que defendieran estas posturas si no nacen nuevas generaciones”, como dice Pérez Álvarez.
“El sexo vale para la reproducción, de tal forma que los mamíferos y en muchas más especies, la reproducción consta de dos funciones básicas: la de fecundar o la de gestar, y en función de eso tenemos dos sexos que son el masculino y el femenino, y ahí no cabe ninguna postura intermedia. No hay personas que un poco fecundan y un poco gestan. O fecundas o gestas, no hay posibilidades intermedias, por más que pueda haber casos médicos de variantes anómalas innatas, como se presentan en cualquier otro sistema corporal, en el aparato locomotor, etc”, apunta Errasti.
Además, rematan, que por más que cualquier persona pueda identificarse como “LGTBI Q o incluso +” cada individuo se diferenciará del sexo opuesto por el rol que juega en la reproducción de la especie. Tu cuerpo producirá o espermatozoides u óvulos.
Psicólogos fuera
Otro de los puntos que defienden los activistas queer es que cualquier persona que quiera cambiar de sexo, independientemente de su edad, debe tener derecho a hacerlo sin tener que pasar antes por un acompañamiento psicológico o tener aval médico. Alegan que la disconformidad con el sexo no se puede patologizar, es decir, que no es una enfermedad, y que, de hacerlo, sería repetir errores del pasado como cuando a personas homosexuales las sometieron a las llamadas terapias de conversión para intentar modificar sus orientaciones sexuales.
“Ese movimiento lo que promueve es una transición que empiece lo más pronto posible con intervenciones farmacológicas, con intervenciones quirúrgicas y que nadie (ni los psicólogos ni los psiquiatras) traten de explorar ni de averiguar por qué ese niño ha llegado a esa experiencia y por qué quiere ese cambio. Y todo lo que no sea la terapia afirmativa, es decir, apoyar el proceso de transición, ellos lo han etiquetado como terapia de conversión”, alerta Pérez Álvarez.
Psicólogos para todos, menos para los trans
Lo curioso es que mientras las activistas de la teoría queer piden mantener fuera de la disforia de género a psicólogos y psiquiatras, en las calles de, por ejemplo, España, son cada vez más las personas y dirigentes políticos que piden redoblar el número de psicólogos en la sanidad pública para atender diversos problemas de salud mental.
“La identidad de género que se define como trans no considera que sea un problema psicológico, sino que es una experiencia natural a la que no cabe más que apoyar en la transición, y lo cierto es que la inmensa mayoría de los niños y chicos que tienen disforia de género tienen además muchos otros problemas psicológicos que pueden estar canalizados bajo el nombre de disforia de género. Entonces, la disforia de género está impidiendo analizar otros problemas que se sabe que tienen los niños que presentan esta disconformidad. La disforia de género viene a ser, entre comillas, un problema de moda que cubre y encubre otros problemas que tienen los niños que quedan sin explorar y sin recibir la ayuda adecuada“, alerta Pérez Álvarez.
A su vez, los autores resaltan la atención psicológica que se plantea no significa descartar por completo la posibilidad de una transición médica.
“Eso no es descartable si pasado un tiempo y tras conversar con la persona y evaluarla se puede ver que esa sea la mejor opción disponible en un momento dado. Eso se evalúa únicamente pensando en su bienestar”, insiste Errasti.
Además, destacan que “no sería necesario tergiversar la biología para exigir respeto y defender los derechos debidos a las personas trans y quienes se consideran no binarias”.
Psicólogía vs. transiciones quirúrgicas
Errasti y Pérez Álvarez resaltan que “paradójicamente” mientras el movimiento queer afirma buscar la despatologización de los problemas vinculados con el sexo y el género, propone someter a estas personas un tratamiento fármaco-quirúrgico irreversible.
“En terapia los psicólogos contamos que siempre hay que ser prudentes, ir de lo menos agresivo a lo más agresivo en intervenciones, escuchar a la persona lentamente, meticulosamente, acompañarla, intentar comprender cada caso individual en función de los principios de la psicología que sabemos, pero en este caso se nos pide que hagamos una excepción y que simplemente a la primera manifestación del joven o de la chica que desea transicionar, pues directamente la enviemos al endocrino para que el endocrino dispense esa primera receta de bloqueadores de pubertad”, critica Errasti.
La adolescencia, una edad “tormentosa”
Los autores del libro también resaltan la importancia de garantizar una atención y un acompañamiento psicológico a los niños y adolescentes con disforia de género porque, aseguran, los estudios demuestran que alrededor del 85-90% de los jóvenes que sienten esta disconformidad con su cuerpo y sexo en la adolescencia lo superan con el paso del tiempo.
“La adolescencia es una edad ciertamente tormentosa, complicada, especialmente en la sociedad actual, pero los estudios señalan que la inmensa mayoría de los jóvenes la superan. Por el contrario, una vez que ya te comprometes vital y bioquímicamente con medicación, hormonación o cirugía, pues ya es mucho más difícil renunciar o desistir de esa transición iniciada. Cada vez es mayor el fenómeno de los detransicionados, de jóvenes que efectivamente tras haber realizado la transición hasta cierto punto se dan cuenta del error cometido y desean volver atrás, lo cual muchas veces no es posible”, advierte Errasti.
¿Y los padres?
Estos dos psicólogos también alertan que, desde muy temprana edad, los jóvenes consumen mensajes que les hacen pensar que la disconformidad con su cuerpo o sexo es porque nacieron en un cuerpo equivocado.
“Hay un discurso permanente por todas partes que le dice a los jóvenes ‘tú eres diferente’, ‘tú no encajas’, ‘tú no eres como los demás’, y en la adolescencia, donde el tema del sexo es fundamental porque es cuando explota y te deslumbra, este tipo de discurso se canaliza fácilmente a través de las temáticas sexuales. Hay un elogio de la individualidad permanente, un elogio del deseo irracional, de la subjetividad, donde si yo lo siento es cierto y punto, y tú no eres nadie para decirme a mí que no”, apunta Errasti.
Estos mensajes que logran convencer a muchos de que “si lo piensas, lo eres y no hay nada que averiguar” se traslada luego a los padres, quienes en algunos casos no ven más alternativas que apoyar a sus hijos en esa transición de sexo antes de que cumplan la mayoría de edad.
“En ese sentido, les dan mensajes a los chicos acerca de si tus padres no te apoyan en esa transición es porque tus padres no te quieren, y si los padres no los apoyan, pues se pueden suicidar. Este tipo de mensajes efectivamente resultan muy amenazantes, preocupantes. Es casi un chantaje para los padres. Luego, si los padres también circulan por las redes, también es fácil que encuentren mensajes de ese tipo, de manera que los padres terminan un poco metidos en esa terapia afirmativa como si no hubiera otra alternativa para sus hijos ni más nada que averiguar”, resalta Pérez Álvarez.
El gran negocio
Los autores insisten que, a pesar de las críticas que generó este libro incluso antes de ser publicado y sin que nadie aún lo hubiera podido leer, este ensayo no es contra los trans, sino contra el transgenerismo que, según denuncian, “es un gran negocio disfrazado de lucha por los derechos civiles” y que tiene una agenda política “más allá de los problemas de la gente”.
“Hay un gran negocio fármaco-clínico porque los procesos de transición implican medicamentos que pueden ser necesarios para toda la vida, y desde luego, las intervenciones quirúrgicas son intervenciones muy complejas, sofisticadas que requieren clínicas especializadas”.
“En Estados Unidos, aproximadamente en los últimos 10 años, las clínicas de cambio de sexo se han multiplicado por cien. Han pasado de ser tres o cuatro hace unas décadas a ser ahora 300, 400″, agrega Errasti.
¿Progresismo o decadencia?
El discurso de que cada quien puede ser lo que quiera y lo que sienta cada día toma más fuerza. Por ejemplo, en el libro citan a la Asociación Trans Cuirgénero Estatal (ATCUES) que propone una lista de 251 géneros posibles para la especie humana: “healgénero, que trae paz mental a le indentificade; felinogénero, correspondiente a los gatos, cuanto te sientes peludite y mullidle y quieres que te acaricien la barbilla; o el nombregénero, de aquellas personas cuyo género es su nombre; o el bahgénero, cuando te parece bien que te traten por cualquier género”.
“Es un tipo de discurso que llaman a triturar a la sociedad en individuos, a descomponer la sociedad, a diluirla, a eliminar, disolver todo lo que nos une y, por el contrario, convertirlos en un montón de individuos aislados absortos en sus deseos”, insiste Errasti.
En las calles hay otros que se lo han tomado a broma y se presentan como transedad porque a los treinta años ya se sienten ancianos y quieren cobrar la pensión; o los transeconómicos, que sienten que son unos millonarios atrapados en el cuerpo de un pobre.
Sin embargo, hay quienes se han tomado este tema muy en serio y denuncian que el transgenerismo no es sinónimo de progresismo sino un síntoma de decadencia que afecta a muchos: a niños y adolescentes que son mutilados y medicados de por vida sin haberles ofrecido antes otras alternativas, a la sociedad en general que ve disminuida su natalidad, a las deportistas que ahora compiten con mujeres trans en categorías femeninas, a las mujeres y a los hombres que tienen un hijo han dejado de llamarlos padre o madre y han pasado a ser “personas gestantes” o que incluso su sexo ha pasado a ser llamado “orificio delantero” mientras que la palabra vagina se reserva para los hombres que se convirtieron en mujeres y se sometieron a cirugías de sus órganos sexuales.
“De la teoría queer se sale”, dicen los autores, “pero el camino es cuesta arriba y a contracorriente. Se necesita pensar”. Suena sencillo, pero podría convertirse en un verdadero reto en un mundo que se mueve por emociones.
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