Nuevos ejes que cambian la geopolítica en el mundo entre Rusia/Irán/India/China/Turquía – Por Alfredo Jalife Rahme

Por Alfredo Jalife Rahme

En su tétrica oración fúnebre, más que conferencia, en Ditchley Foundation, el megapolémico ex primer británico Tony Blair (TB), al borde de la depresión mental y dentro de su simplista esquema “bipolar” entre EEUU y China –sin Rusia–, asentó la “asociación estratégica” del binomio hoy indisoluble de China y Rusia, al que se sumaría Irán (https://bit.ly/3vvn3Zl).

TB dejó flotando en el aire a India e Indonesia (máxima población islámica del mundo), lo cual no les presagia nada bondadoso de parte de la Pérfida Albión.

Se pudiera aducir que el “eje Rusia/China/Irán” es más de corte geoestratégico, cuando Irán mantiene simultáneamente óptimas relaciones con China y Rusia –no se diga con India–, pese a la afilada y punzante espada de Damocles de las sanciones de EEUU y la amenaza permanente de un ataque de Israel que, con el apoyo de Washington, ejerce unilateralmente el monopolio de más de 250 bombas nucleares en Medio Oriente.

La relevante visita reciente del presidente ruso Vladimir Putin a Teherán (la quinta en su haber, lo cual es muy significativo) –para concurrir a la cumbre trilateral con el sultán Erdogan, de Turquía, bajo el “formato Astana (https://bit.ly/3czsIXB)” diseñado para resolver el contencioso de Siria– descolgó un trascendental acuerdo en materia de hidrocarburos por 40 mil millones de dólares (https://bit.ly/3oks42G).

Global Times de China expresa que la visita de Putin a Teherán constituyó un “fuerte revire” que le “pisó los talones” al viaje de Biden, quien “regresó con las manos vacías de Medio Oriente”–al no poder crear una “OTAN árabe”, es decir, un “frente contra Irán” y, peor aún, sin poder incrementar la producción de petróleo de las seis petromonarquías del Consejo de Cooperación del Golfo, encabezadas por Arabia Saudita (https://bit.ly/3B9lDHi).

Irán acaba de ingresar al geoestratégico Grupo de Shanghai (https://bit.ly/3IYrKQz) y ha aplicado para pertenecer a los BRICS, en la fase del supremo líder de la teocracia chiíta, el ayatolá Jamenei, y de su presidente Ebrahim Raisi.

El jázaro Jake Sullivan, muy mediocre asesor de Seguridad Nacional de Biden, aseveró que Irán planea entregar “centenas” de drones de combate a Rusia (https://bit.ly/3yUBnLE), mientras que otro jázaro adicto a la incoercible rusofobia, Anshel Pfeffer, exagera de que “Putin perdió la guerra de los drones y cómo Irán lo puede ayudar en Ucrania (https://bit.ly/3yYZ3i6)”.

Dos puntos salientes que llamaron mi atención fueron: 1. La “gradual desdolarización” de Turquía, todavía miembro de la OTAN, e Irán y 2. El transcendental corredor geoeconómico de transporte –por tierra, ferrocarril, y mar de 7 mil 200 kilómetros– “Norte-Sur (INSTC, por sus siglas en inglés)” que conecta Rusia e India a través de Irán y Azerbayán en el mar Caspio (https://bit.ly/3oj19EB).

En la medición nominal del PIB por el FMI, Irán ocupa hoy, pese a las devastadoras sanciones de EU, el sitial 14 –1.74 billones de dólares, ¡antes de España y detrás de Australia!–, mientras Turquía ha periclitado al lugar 23, con 692 mil 380 millones de dólares, lo cual ha perjudicado la cotización de la lira turca.

Según Bloomberg, Turkye (su nuevo nombre) busca abandonar el dólar en sus pagos por la energía de Rusia, lo cual “podría amainar la declinación de sus reservas (https://bloom.bg/3BbITok)”.

La nueva ruta de India a Rusia, pasando por Irán y Azerbayán, disminuirá a la mitad la logística presente.

El INSTC (https://bit.ly/3Pqzqxn) constituye la conectividad más corta entre India y Rusia, lo cual reducirá sus costos de logística y el tiempo de transporte.

A su vez, Azerbayán e Irán han concretado un nuevo acuerdo de transporte (https://bit.ly/3v6nfxC) que se vincula con Rusia e India y forma parte del INSTC.

Irán se posiciona así como un hub (encrucijada) de dos ejes futuristas, uno geopolítico (con China) y otro geoeconómico (con India), con tres superpotencias convergentes (el RIC: Rusia/India/China), mientras Turquía, miembro de la OTAN, medita su dilema existencial de permanecer en un bloque “occidental” que lo desdeña o revivir su glorioso pasado medioriental/centroasiático.

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