Un montaje que comenzó a fraguarse hace 20 años y las patentes que lo prueban

Por Agustina Sucri 

¿Y si el nuevo coronavirus no tuviera en realidad nada de novedoso? ¿Y si la denominada pandemia no fuera otra cosa que una campaña de coerción y terror con el objetivo de hacer grandes negocios? ¿Y si las pruebas de todo esto se encuentran en el Registro Público de Archivos de Patentes de Estados Unidos?

¿Escalofriante? Más bien un hecho comprobable, según el doctor David Martin, director general y fundador de M-CAM Inc., una empresa internacional aseguradora y de análisis de activos intangibles que abarca la financiación de la innovación y la auditoría de la calidad de las patentes.

Sobre la supuesta novedad del coronavirus este especialista sostiene que fue una “ilusión fabricada”. De ello dan cuenta “73 patentes emitidas entre 2008 y 2019, que tienen los elementos supuestamente novedosos del SARS CoV-2, específicamente en lo que se refiere al sitio de clivaje polibásico, el dominio de unión al receptor de ACE2 y la proteína espiga”, detalló Martin en una reciente entrevista mantenida con el abogado Reiner Fuellmich, que encabeza el Comité Alemán de Investigación del Coronavirus.
“La única publicación –“A novel bat coronavirus reveals natural insertions at the S1/S2 cleavage site of the Spike protein and a possible recombinant origin of HCoV-19”– que se convirtió en el trabajo que se ha utilizado de forma rutinaria para identificar el nuevo virus, no reporta nada nuevo”, subrayó Martin, exprofesor adjunto de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia, quien añadió que el problema es que incluso si aceptásemos que hay neumonías idiopáticas y que hay algún conjunto de síntomas inducidos por el patógeno, “no tenemos una sola evidencia publicada que nos diga que cualquier cosa en el subclado SARS-CoV-2 tenga alguna diferencia clínica respecto de cualquier cosa que se haya conocido y publicado antes de noviembre de 2019 en las 73 patentes presentadas a partir de 2008”.

“Todo eso está disponible en el Registro Público de Archivos de Patentes, que cualquier persona de la audiencia puede revisar y el Public Pair (Oficina de Marcas y Patentes de los Estados Unidos) tiene no sólo las pruebas, sino también los documentos reales, que tengo también en mi poder”, aseguró.

Para llegar a tales hallazgos, Martin y su equipo revisaron las más de 4.000 patentes que se han emitido en torno al coronavirus SARS (Síndrome Respiratorio Severo Agudo). “Hemos hecho una revisión muy completa de la financiación de todas las manipulaciones del coronavirus, que dieron lugar al SARS como subclado de la familia del coronavirus beta”, puntualizó.

Según precisó Martin, al confeccionar el documento que reúne todos estos descubrimientos tomaron las secuencias genéticas reales reportadas como nuevas por el Comité Internacional de Taxonomía de los Virus (ICTV, por sus siglas en inglés) de la Organización Mundial de la Salud y las contrastaron con los registros de patentes que estaban disponibles en la primavera de 2020. “Lo que encontramos, como verán en este informe, son más de 120 pruebas que sugieren que la declaración de un nuevo coronavirus era en realidad una falacia completa. No había ningún coronavirus nuevo”, insistió.

De hecho, Martin encontró registros en los archivos de patentes de secuencias atribuidas a lo que se consideró ahora novedoso, que se remontaban a patentes que se solicitaron ya en 1999.

PRIMERA VACUNA

Tampoco el concepto de la novedosa vacuna desarrollada contra el coronavirus es nuevo, de acuerdo con la investigación del especialista en patentes.

En ese sentido, afirmó que la primera vacuna patentada para el coronavirus fue en realidad buscada por Pfizer, la cual consistía específicamente en esta proteína S o espiga. “Es exactamente lo mismo que, supuestamente, nos hemos apresurado a inventar ahora. La primera solicitud fue presentada el 28 de enero de 2000, hace 21 años”, remarcó.

“La idea de que misteriosamente nos tropezamos con la forma de intervenir en las vacunas no sólo es ridícula, sino que es increíble porque Timothy Miller, Sharon Clapford, Albert Paul Reed y Elaine Jones, el 28 de enero de 2000, presentaron lo que se emitió como la patente de Estados Unidos 6372224, que era la vacuna contra el virus de la proteína de la espiga: una vacuna para el coronavirus canino, que es en realidad una de las múltiples formas de coronavirus”, prosiguió Martin, para luego detallar que los primeros trabajos hasta 1999 se centraron en el ámbito de las vacunas para animales.

DEL VIH A ARMA BIOLOGICA

Más tarde, según relató el director de M-CAM, Anthony Fauci y el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID, por sus siglas en inglés) encontraron que debido a su maleabilidad el coronavirus resultaba un candidato potencial para las vacunas contra el VIH.

“El SARS no es en realidad una progresión natural de una modificación genética del coronavirus. De hecho, muy específicamente en 1999, Anthony Fauci financió una investigación en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill para crear un coronavirus infeccioso de replicación defectuosa, ajustado específicamente al epitelio pulmonar humano”, aseveró Martin, quien puntualizó que tal definición consta en una solicitud de patente presentada el 19 de abril de 2002 (bajo el número 7279327). “En otras palabras, construimos la enfermedad SARS y la patentamos el 19 de abril de 2002”, reiteró y aclaró que esto fue antes de que hubiera un supuesto brote en Asia.

Martin explicó que el receptor de la ACE, el dominio de unión ACE2, la proteína espiga S1 y otros elementos de lo que hemos llegado a conocer como este patógeno, no sólo fueron diseñados, sino que pueden ser modificados sintéticamente en el laboratorio, utilizando nada más que las tecnologías de secuenciación de genes, al tomar el código informático y convertirlo en un patógeno o un intermedio del patógeno. “Esa tecnología se financió exclusivamente, en los primeros tiempos, como un medio por el cual podríamos aprovechar realmente el coronavirus como vector para una vacuna contra el VIH”, remarcó.

Pero, a su vez, el especialista en patentes de innovación explicó que, en los primeros días del año 2000, a su organización se le pidió que vigilara las violaciones del Tratado de Armas Biológicas y Químicas. Por este motivo, a lo largo del otoño de 2001 comenzaron a monitorear un enorme número de patógenos bacterianos y virales que estaban siendo patentados a través de los Institutos Nacionales de Salud (NIH), el NIAID y el programa de enfermedades infecciosas de los servicios armados de los Estados Unidos (AMRIID) y una serie de otras agencias a nivel internacional que colaboraban con ellos. “Nuestra preocupación era que el coronavirus estaba siendo visto no sólo como un potencial agente manipulable para su uso como vector de vacunas, sino que también estaba siendo claramente considerado como un candidato a arma biológica. De modo que nuestro primer informe público sobre esto tuvo lugar antes del brote de SARS, a finales de 2001”, reveló Martin.

EL GUION

Al parecer, ni siquiera el actualmente publicitado slogan de “Nueva normalidad” es nuevo. Según apuntó el titular de M-CAM, el laboratorio Merck ya en una conferencia de 2004 titulada “SARS y bioterrorismo. Bioterrorismo, enfermedades infecciosas emergentes, antimicrobianos, terapéuticos e inmunomoduladores” introdujo la noción de “La nueva normalidad”.

“La primera introducción de la campaña de la nueva normalidad, en la que se trataba de conseguir que la gente aceptase una vacuna universal contra el coronavirus y la gripe se adoptó en realidad el 6 de enero de 2004. Así que ha existido durante bastante tiempo”, señaló.

Asimismo, se refirió a otro de los protagonistas que -de alguna manera- “anticipó” lo que viviríamos en la actualidad: el zoólogo británico y presidente de EcoHealth Alliance, Peter Daszak, quien forma parte de los equipos de la OMS y de The Lancet que investigan los orígenes de la pandemia de coronavirus de Wuhan y que además se ha señalado que tiene vínculos profesionales y financieros de larga data con el Instituto de Virología de Wuhan.

“Mi cita favorita de esta pandemia es una declaración hecha en 2015 por Peter Daszak, reportada en The National Academies Press, el 12 de febrero de 2016: ‘Tenemos que aumentar la comprensión pública de la necesidad de contramedidas médicas, tales como una vacuna universal contra los coronavirus. Una vía clave son los medios de comunicación y la economía seguirá el revuelo mediático que se cree. Debemos usar ese bombo publicitario a favor nuestro para ir a los temas reales. Los inversores responderán si ven beneficios al final del proceso’”. 

Martin prosiguió diciendo que Daszak “es la persona que estaba corroborando independientemente la no-teoría de la no-fuga china de laboratorio. No hubo ninguna fuga de laboratorio. Esto se trató de convertir intencionalmente la proteína espiga en un arma biológica para inyectar a la gente y hacerla adicta a una vacuna universal contra el coronavirus. Esto no tiene nada que ver con un patógeno que se haya liberado y cada uno de los estudios que se ha lanzado para tratar de verificar una fuga de laboratorio es algo para desviar la atención”.

Por lo tanto, consideró que la actual situación no es una crisis de salud pública, sino una campaña de marketing oportunista para abordar un objetivo declarado.

“Ellos dijeron que necesitaban conseguir que el público aceptase una contramedida de vacuna contra el coronavirus y que los medios de comunicación le dieran publicidad a esto, ya que luego los inversores seguirían, allá donde vieran beneficios. No precisás nada más en lo que basarte para explicar los acontecimientos de los últimos 20 meses que la declaración real del verdadero responsable”, remarcó.

“VACUNAS” QUE NO VACUNAN

Martin también mencionó lo “ridículo” de la historia de que esta vacuna es de alguna manera profiláctica o preventiva. Sostuvo que esa clase de afirmación “se burla del 100% de la evidencia, porque la evidencia deja muy claro que no ha habido ningún esfuerzo por parte de ninguna empresa farmacéutica para combatir el virus”.

“Se trata de hacer que la gente se inyecte con la proteína espiga, conocida por su carácter dañino. -añadió- Así que la historia creada como fachada es que si se obtiene una expresión de una proteína espiga, uno va a tener algún tipo de alivio sintomático general. Pero el hecho es que nunca ha habido una intención de vacunar a una población si usamos la definición dentro del universo de la vacunación”.

En la misma línea, apuntó que cuando Anthony Fauci trataba desesperadamente de conseguir que se publicaran algunas de sus “vacunas de ARN sintético”, sus propias patentes fueron rechazadas por la oficina de patentes, que respondió que el argumento presentado era “persuasivo en la medida en que un péptido antigénico estimule una respuesta inmune que puede producir anticuerpos que se unen a un péptido o proteína específica, pero no es persuasivo en lo que respecta a una vacuna”. 

“La respuesta inmunitaria producida por una vacuna debe ser algo más que una simple respuesta inmunitaria. Debe también ser protectora. Como se señaló en la anterior Acción de la Oficina, el estado del arte reconoce que el término vacuna es un compuesto que previene la infección. El solicitante no ha demostrado que la vacuna reivindicada al instante cumpla incluso el estándar más bajo establecido en la especificación, y mucho menos la definición estándar para ser operativa. Por lo tanto, las reivindicaciones cinco, siete y nueve no son operativas, ya que la vacuna contra el VIH (que es en lo que estaba Fauci trabajando), no es una utilidad patentable”, argumentó la oficina de patentes.

“Así que el propio Anthony Fauci fue informado por la oficina de patentes de que lo que proponía como vacuna no cumplía el estándar de patentes, el estándar legal o el estándar clínico”, subrayó Martin, para luego lamentarse: “Planteé estas cuestiones a partir de 2002, después del susto del ántrax, y la tragedia es que ahora estamos sentados en un mundo donde tenemos cientos de millones de personas que están siendo inyectados con una secuencia de computadora que es un patógeno estimulante, que se vende bajo lo que la oficina de patentes, la profesión médica, y la FDA y sus propias normas clínicas, no sugieren que sea una vacuna. Pero mediante el uso del término estamos ahora sometiendo a cientos de millones de personas a lo que se sabía que era, ya en 2005, un arma biológica”.

OPORTUNIDAD LUCRATIVA

La maquiavélica trama relatada por Martin a Fuellmich incluye además detalles sobre solicitudes de patentes realizadas por los CDC de Estados Unidos y diversos laboratorios que dejan al descubierto el modo en que se manejó información confidencial y se fueron moviendo las piezas con fines comerciales, anticipando lo que vendría.

Hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el documento “A World at Risk”, trazó un escenario en septiembre de 2019 sobre lo podría pasar “si hubiese una liberación accidental o intencional de un patógeno respiratorio”, meses antes de que hubiese un supuesto patógeno.

“Ya entonces escribían que deberíamos tener una experiencia global coordinada de una liberación de un patógeno respiratorio, que para septiembre de 2020 debía poner en marcha una capacidad global para la gestión de las relaciones públicas, el control de las multitudes, y la aceptación de un mandato de vacuna universal”, concluyó.

@agustinasucri


Algunas de las patentes que menciona Martin a lo largo de la entrevista son: 637222472208527776521:

Imágenes de patentes relacionadas (vía @RicardoAlvarezC):

        

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