Begoñísima salva los muebles – Por Juan Manuel de Prada

Begoñísima salva los muebles
Por Juan Manuel de Prada

Ha querido Feijóo convertir estas elecciones europeas en una suerte de plebiscito sobre el doctor Sánchez, empeño que siempre se nos antojó un poco tremebundo y ansioso. Pero unas elecciones europeas nunca son el momento idóneo para montar un plebiscito en torno a la figura de un personaje tan divisivo como el doctor Sánchez, por la sencilla razón de que la mayoría de la gente percibe –con razón– la Unión del Pudridero Europeo como una entelequia que sólo genera desapego, cuando no –entre las gentes más lúcidas y cabales– franca repulsión. En España no hay apenas europeístas convencidos; y los pocos que hay son partidarios del doctor Sánchez, que no en vano ha sido ensalzado desde las instituciones de Bruselas como el mandatario que más lacayunamente ha ‘implementado’ las consignas de la Unión del Pudridero Europeo en la legislación nacional.

Pero, más allá de que la Unión del Pudridero Europeo no provoque grandes raptos de entusiasmo entre las gentes, tampoco parece que una discreta derrota como la que acaba de sufrir el doctor Sánchez vaya a ponerlo en el disparadero de la dimisión o la convocatoria anticipada de elecciones. Para mantenerse en la poltrona, el doctor Sánchez no tiene sino que mantener contenta a toda la recua de chupópteros que han hecho de su debilidad inescrupulosa una nueva Jauja; y su némesis particular no serán unas eleccioncitas europeas que a nadie importan, sino el errabundo Puigdemont, que será quien lo haga caer cuando le pete. El llamamiento tremebundo de la derecha ha servido, por lo demás, para que el doctor Sánchez haya hecho de la defensa numantina de las trapacerías de Begoñísima (de las que él es autor consorte) la argamasa de sus fieles. Ciertamente, para convertir a Begoñísima en una mártir de la democracia frente a la «coalición reaccionaria», una víctima de la «máquina del fango» y demás mamarrachadas acuñadas por el doctor Sánchez en sus epístolas enamoradas, hace falta contar con una ‘ciudadanía’ lobotomizada; pero Simone Weil ya nos advirtió que la misión de los partidos políticos no es otra sino aniquilar el juicio crítico de los pueblos y dividirlos en patuleas fanatizadas, capaces de lanzarse al barranco en defensa de su líder, que no necesita sino apacentarlas en su irracionalidad aturdida.

Con Begoñísima convertida en la Dulcinea cochambrosa de la izquierda patria, el partido de Estado ha salvado los muebles en el terreno del emotivismo y la blandenguería, que es donde se desenvuelven las democracias occidentales en esta hora crepuscular, mientras ofrendan su cuello a los bárbaros. El doctor Sánchez ha aguantado el tirón y convertido el plebiscito en una dulce derrota que sabe a empate y deja a Feijóo, de profesión ánima en pena, encerradito en su purgatorio, que empieza a adquirir los contornos de un limbo perpetuo. Antes que convocar plebiscitos tremebundos, la derecha española debería preocuparse de conseguir un candidato que pueda ganarlos.

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