El proyecto geopolítico expansionista del “Gran EEUU” – Por Alfredo Jalife Rahme

Por Alfredo Jalife Rahme

Sobre los temerarios asertos del presidente electo Trump, sería un grave error de juicio personalizar su irredentismo y, peor aún, tomarlo frívolamente como ‘broma’, cuando sus objetivos territoriales forman parte de una añeja agenda neoimperial tanto de demócratas como de republicanos. Quienes se equivoquen pagarán fuertemente las consecuencias.

El tema de la adquisición y/o anexión de Groenlandia —donde ya EEUU mantiene su base militar Pituffik Space— ha sido objetivo de la política exterior de Washington desde 1868: Reporte de los recursos de Groenlandia e Islandia del secretario de Estado William H. Seward, funcionario tanto con el republicano Abraham Lincoln como con el demócrata Andrew Johnson.

En imagen de espejo, el rebautizo del golfo de México por ‘golfo de América’ fue lanzado hace 13 años en el Congreso de Misisipi mediante la enmienda legislativa BH150 por el demócrata Steve Holland, lo cual fue reportado en su momento por Fox News y un servidor.

Por alguna razón posterior, tanto geopolítica como doméstica electorera, la Enmienda de marras fue congelada y ahora reaparece a unos días de la segunda asunción presidencial de Trump.

Resaltan dos consideraciones: 1. Se trata de un proyecto bipartidista tanto de demócratas como de republicanos; y 2. No es una idea original de Trump, sino que es consustancial al irrendentista darwinismo geopolítico en boga: desde el ‘Gran Israel’, pasando por el neo otomanismo en Siria, hasta el “Gran EEUU” y su mantra de MAGA: Make America Great Again.

Cabe señalar que EEUU ostenta cinco Estados fronterizos con el golfo de México: Florida, Alabama, Misisipi, Luisiana y Texas.

Destaca que hoy el estado de Florida, en el segundo mandato de Trump, haya adquirido una enorme relevancia al contar con el mayor número de oriundos en el gabinete entrante, cuando el presidente electo ha hecho de su residencia Mar-a-Lago, en Palm Beach, su personal capital política.

Los estados de México que colindan con el golfo de México son cinco: Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Campeche y Yucatán, mientras el estado de Quintana Roo pertenece geográficamente al mar Caribe.

Otra frontera solitaria con el golfo de México lo constituye una parte de la isla de Cuba, frente a Florida.

Hace 13 años referí que: “En la mira se encontrarían los pletóricos yacimientos de hidrocarburos en el golfo de México, que se desea rebautizar como golfo de Estados Unidos”, lo cual parece revivir el concepto del geoestratega estadunidense/holandés Nicholas John Spykman: el “mar Mediterráneo de EEUU”, un mare nostrum similar al del Imperio romano, que integra la superficie del golfo de México/golfo de Estados Unidos (1,55 millones de kilómetros cuadrados) y del mar Caribe (2,754 millones de kilómetros cuadrados) que en su totalidad arrojan una superficie de 4,304 millones de kilómetros cuadrados.

Llámese como sea —”mar Mediterráneo de EEUU”, golfo de México, “golfo de EEUU”— allí se juega el destino de los pletóricos hidrocarburos de México.

En ese momento, hace 13 años, aduje que el cambio lingüístico y el nuevo irredentismo de EEUU se debía “al retroceso unipolar estadunidense y al ascenso del nuevo orden mundial tripolar de EEUU/Rusia/China”, ¡hoy la tripolaridad sigue más vigente que nunca!

También inquirí: “¿A quién conviene la balcanización de los cárteles en México?, curiosamente, uno de los temas de batalla de Trump en referencia al letal fentanilo”.

Hace 29 años resalté la importancia del petróleo del golfo de México en mi libro Guerras geoeconómicas y financieras: el petróleo del golfo pérsico al golfo de México, publicado el mismo año que el libro La próxima guerra —siendo ya presidente el globalista financierista demócrata Bill Clinton—, por el ex secretario del Pentágono, Caspar Weinberger, con prólogo de la emperatriz del globalismo financierista Margaret Thatcher, en uno de cuyos capítulos viene la invasión de México: ¡También añejo diseño bipartidista de EEUU!

A mi juicio, el proyecto geopolítico expansionista del “Gran EEUU” que hoy Trump exhuma es una antigua política irrendentista bipartidista inherente al devenir de EEUU, donde tanto demócratas como republicanos a lo largo de los años han planteado diferentes estrategias con el objetivo de crear un “Lebensraum” estadunidense, es decir, la búsqueda de un “espacio vital” de seguridad para Washington que hoy, en la fase actual, se encuentra en franca decadencia.

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