La Inteligencia Artificial y la libertad humana – Por Roberto Vitali

La Inteligencia Artificial y la libertad humana 
Por Roberto Vitali*

Todas las advertencias, que se han multiplicado exponencialmente en los últimos meses, acerca del el uso de la Inteligencia Artificial (IA) omiten, sin embargo, la capacidad que poseen de hecho estas IA para “formar” y, en consecuencia, “manejar” el modo de pensar de los seres humanos.

Puede parecer una exageración. Puede que no sea la “intención” de sus creadores pero, sin embargo, es un hecho que el modo de relacionarnos como personas con los bot de I.A lleva, ineluctablemente, a pensar en esa capacidad de manipulación y formación del pensamiento humano -al establecer los contenidos-, que poseen las IA.

Parafraseando al recientemente fallecido científico Stephen Hawking, si algo está disponible, en materia de interés y avance científico, no hay leyes que detengan ese avance de la investigación. Ni leyes escritas, ni leyes éticas. Hawking apunta con acierto que “alguien estará tentado a avanzar e inevitablemente caerá en la tentación de avanzar en ese desarrollo científico, aunque éste se prohíba o catalogue como antiético”.

Así se mueve la humanidad en materia de avances científicos y así lo seguirá haciendo. En consecuencia, siguiendo el pensamiento del científico inglés, los desarrollos posibles -en el caso que nos ocupa, la capacidad de modificar pensamientos, formas y criterios de pensamiento humanos- tenderán a incrementarse aunque sus consecuencias sean dañinas, e incluso nefastas.

Demás está decir que, si se modifican criterios y conceptos, lo que se modificará -según el arbitrio de quienes “entrenen” (den contenido) a las IA- serán las conductas humanas, y harán de modo creciente.

Lo antes expuesto resulta mucho más inquietante para la libertad de las personas que la posibilidad de que, como se viene diciendo en los últimos tiempos, la I.A supere en todos los aspectos a la inteligencia humana. Ese último tópico está en discusión respecto de su posibilidad real pero, evidentemente, la capacidad de formar pensamientos y criterios y en consecuencia conductas, parece ser un hecho ya alcanzado. Sin dudas, algo inquietante.

Cuando el hombre comenzó a usar calculadoras (primero simplemente mecánicas y luego digitales), abandonó el cálculo mental y el procedimiento matemático básico de sumar, multiplicar, restar y dividir mentalmente.

De hecho, es bien probable que muchas personas, hoy mismo, tengan que “sentarse” a pensar largo rato si se las pone frente a una simple división con decimales. Tan desacostumbrados estamos a realizar estos procedimientos.

Más fácil aún resulta que muchos jóvenes de escolarización medianamente reciente, ni siquiera recuerden “cómo” se realiza ese procedimiento. Simplemente porque se les ha enseñado muy superficialmente cómo realizarlo. Y se les ha enseñado superficialmente porque los docentes están plenamente convencidos que, en su vida futura, esos niños y jóvenes no realizarán jamás esas “operaciones”, de modo manual o mental. De hecho, tienen razón. Todos los seres humanos usan hoy, para cualquier cálculo, incluso los más elementales, una “calculadora digital” o sus desarrollos posteriores que simplifican al extremo los cálculos más complejos. Las computadoras, el Excel y otras aplicaciones más sofisticadas resuelven de modo instantáneo cualquier ecuación o cálculo complejo, sin otra intervención humana que digitar los números que componen el problema a resolver. Esto es “decirle” -incluso de modo simplemente verbal, sin siquiera escribir- a un ordenador programado qué cálculo se quiere resolver. En milisegundos se obtiene una respuesta inmediata y, fundamentalmente exacta. De exactitud inapelable.

La IA tiende a operar del mismo modo. Ante cualquier pregunta que le realicemos tendrá una respuesta. Sea que le preguntemos sobre el clima o sobre el pensamiento de un autor, la interpretación de un hecho histórico o el futuro del mundo ante el “cambio climático”.

Sin embargo, la respuesta será necesariamente sesgada, concordará con el pensamiento de aquellos que programaron esa AI.

Sin referencia a ninguna fuente e, incluso, en los casos de las IA cuyas aplicaciones “citan fuentes” (v. g. Perplexity AI), las fuentes son seleccionadas por el mismo algoritmo para que coincidan con la respuesta proporcionada.

Ni mencionar los casos de groseros errores en los Chat GPT, cuando, por ejemplo, marcan la inexistencia de libros famosos efectivamente publicados por autores reconocidos; o nos listan obras de un autor que éste no escribió; o nos “resumen” su pensamiento de modo muchas veces opuesto al verdadero decir y pensar del autor requerido.

Simples experimentos “caseros” nos demuestran que los bot de IA operan de ese modo. Es fácil para quien conoce del tema inquirido al bot, darse cuenta en las ocasiones en que le miente, tergiversa e, incluso, interpreta a un autor de modo perfectamente opuesto a sus verdaderas expresiones.

Incluso, es posible que, habiéndosele pedido al bot de IA que efectúe el resumen de un artículo, acompañando su texto completo, si dicho artículo no condice con las pautas (siempre “políticamente correctas”) con que ha sido programado el bot, este último termine proveyendo un “resumen” que diga exactamente lo contrario que se sostiene en el escrito.

El tema es muy extenso y debe ser debatido largamente. Hay muchos eximentes para estas respuestas incorrectas o aparentemente malintencionadas.

Sin embargo, si se sigue la lógica humana de la ley del menor esfuerzo (una ley económica, de las pocas que son irrefutables), podría llegar el día en que ya no se enseñe, como ha sucedido con el cálculo matemático -por lo menos, a la mayoría de la población- nada más que superficialmente, historia, geografía, lógica, gramática y, por cierto tampoco ética.

Ese día, las máquinas, valiéndose de nuestras debilidades y sin necesidad de superar de modo efectivo el pensamiento humano, nos darán todas las respuestas a todos los interrogantes, igual que el Excel nos proporciona una respuesta numérica que no cuestionamos, que descontamos exacta.

Ese día se habrá suprimido el pensamiento crítico de las personas y, como dijimos, se regulará su conducta, dictándoles el modo de sentir, de actuar y de pensar. Ese día se habrá suprimido la libertad de las personas.

Pero, ¿serán las IA quienes regulen a su antojo las libertades personales o será un reducido grupo de individuos que las controlen quienes lo hagan?

La lógica, que aún manejamos, indica que será ese pequeño grupo de personas que controlan a las IA (que las entrenen y programen) quienes lo hagan. El resto de los seres humanos correrán el riesgo cierto de perder su libertad, y la manipulación y el control de las libertades habrá alcanzado su punto extremo.


*Miembro del Seminario Permanente de Psicopolítica de la Universidad Abierta Interamericana.

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