Por Marcelo Ramírez
Pasados los primeros 100 días de combates en Ucrania, comienzan a divisarse con claridad las estrategias de la OTAN y de Rusia en esta situación de tensión que amenaza con profundizarse. Estas estrategias se dividen en dos campos, el económico y el militar. La apuesta de la OTAN fue empujar a la guerra a Moscú utilizando como anzuelo a Ucrania, a quien le dio todas las garantías de intervenir en su apoyo para derrotar a Rusia.
En el campo militar se planificó inundar el país con armas antitanques y aéreos portátiles de distintos alcances y, de acuerdo a lo que ya habían previsto como ausencia de voluntad de resistencia de la mayoría del pueblo ucraniano, generar un sistema de guerrillas sostenido por la organización atlantista introduciendo mercenarios bajo la cobertura de ser voluntarios. El Center of Strategies and International Studies había ya contemplado que los ucranianos, independientemente de su origen, no se sumarían a la resistencia. Es importante en este punto superar la propaganda que inundó el mundo con historias de resistencias populares que no existieron. En el Donbass la población recibe como libertadores a los rusos y chechenos, mientras que en las regiones más occidentalizadas se ha visto que se debió prohibir la salida a los hombres en edad de combatir.
El cuadro lo completan 15 millones de refugiados que han huido del conflicto, algo que termina siendo bastante esperable cuando el gobierno de Zelensky, antes del inicio del enfrentamiento militar, había visto desplomarse su popularidad inicial y orillaba apenas el 20%. Por supuesto que la caída de Mariúpol y el avance lento pero incesante de Rusia no ayuda a generar héroes que quieran inmolarse en un suicidio colectivo para satisfacer los intereses de élite de la UE y de EEUU. Lejos han quedado las informaciones en los primeros días de fuerzas ucranianas que aniquilaron unidades de un ejército ruso obsoleto, corrupto, e incapaz de organizarse. Las autoridades rusas han difundido videos mostrando cómo los ucranianos con ayuda británica han filmado combates inexistentes en set de filmación improvisados.
La OTAN ha aumentado paulatinamente la cantidad y calidad de armamento, y abundan noticias de tropas de “voluntarios” de distintas nacionalidades luchando contra Rusia, estimándose que en estos momentos hay unos 20 mil profesionales combatiendo en la brigada internacional. Sin embargo, el curso de la lucha no varía y las fuerzas de Moscú destruyen sistemáticamente cargamentos de armas y batallones de mercenarios.
Existe además un efecto colateral que se venía advirtiendo desde el inicio, la entrega compulsiva de armamentos está alimentando un mercado negro en el cual se puede adquirir un sistema Javelin estadounidense por unos 30 mil dólares, cuando sólo el misil cuesta 170 mil dólares y el centro de control unos 200 mil mas. Organizaciones delictivas de todo tipo están aprovechando la ocasión para conseguir una amplia variedad de armas, se sospecha que no sólo portátiles, y la consecuencia más directa sería ver el día de mañana una limusina blindada destruida por un ataque o el derribo de un avión de pasajeros. Las posibilidades son muchas, pensemos que se han entregado misiles anti buques costeros que nadie sabe a dónde terminan por ir como destino final.
Los mismos que envían irreflexivamente estas armas, y que luego se muestran muy preocupados por el hecho de que se permita la venta regulada de armas de fuego a la ciudadanía, ha generado una situación explosiva que puede alimentar a carteles narcos, mafias de distinto tipo, organizaciones terroristas, y diferentes organizaciones interesadas en contar con un material de alto poder destructivo. Si bien el precio de los Javelin es apenas una fracción de lo que sale este sistema legalmente, un comandante con acceso a algunas decenas de ellos puede retirarse sin necesidad de preocuparse por su futuro económico. Recordemos que se cree que dos tercios no llegan a destino, y esto no es solo especulación: se han visto soldados ucranianos en el frente con ametralladoras Maxim de la década del ‘20 del siglo pasado. Los ucranianos mismos han comentado esta situación que se completa con la creencia de que cuando comenzó la guerra solo existía entre el 5 y 10% del arsenal que figuraba en los papeles, el resto se había vendido en el mercado negro, principalmente en países africanos.
Si esto lo vemos en el plano militar, en lo económico la situación no es mejor para la alianza. No han conseguido el apoyo diplomático esperado al punto de que Silvio Berlusconi ha dicho públicamente que apenas el 25% del mundo se ha coaligado contra Rusia, mientras que el 75% restante no ha tomado acciones económicas esperadas. Este error de cálculo, tal vez fruto de la soberbia del Occidente Colectivo, que desprecia a aquellas naciones que no forman parte de la “comunidad internacional” y que solo reservan para sí mismas y un puñado de aliados, significa un brote inflacionario creciente en el mundo, pero especialmente en la UE.
La India es el ejemplo paradigmático del fracaso occidental. Nueva Delhi era considerada una aliada por sus tensos vínculos con China, que la alejó de varios proyectos regionales y por ser parte del QUAD junto con EEUU, Japón y Australia. Sin embargo no han comprendido cabalmente cómo funciona este país, sus políticas apuntan sus propios intereses geopolíticos y por ello cambian según sus necesidades y en el medio en plano en que hablemos, pudiendo ser amistosa con EEUU, con Rusia y buscar consensos con China.
Creyendo que iba a ser un futuro miembro del AUKUS, el gobierno de Narendra Modi sorprendió a Occidente cuando se abstuvo en la disputa con Rusia, a quien considera una amiga y tiene extensos e históricos lazos en muchos planos, entre ellos el militar.
La negativa a acompañar sanciones se completó con una noticia que describe cabalmente el estado de las cosas. Ante las presiones occidentales para dejar de comprar a Rusia, Nueva Delhi actuó silenciosamente y adquirió 11 millones de barriles de crudo en marzo, cifra que subió a 27 millones en abril y otros 21 millones más en mayo. India había comprado apenas 12 millones de barriles a Rusia en todo 2021, y esto tiene una explicación que son los descuentos de un 30% sobre el precio del barril, y un negocio accesorio que se le presentó y que le permite llenar sus arcas. La UE está impedida de comprar el petróleo ruso y sus derivados, pero como igualmente son necesarios para que su economía simplemente no colapse, hoy completa sus necesidades comprando el crudo ruso destilado por la India, claro que a un precio mucho más alto. La situación es muy compleja para Occidente, pero especialmente para los europeos, cuya insólita dirigencia insiste en avanzar en el mismo y equivocado sentido.
Turquía es un caso digno de ser estudiado, siendo el segundo ejército mayor de la OTAN viene teniendo chispazos con esa organización desde la compra de sistemas S 400 rusos, lo que le ocasionó que la saque EEUU del programa Joint Strike Fighter que es la base del F-35. Washington no le permitió adquirir los F-35 acordados y la dejó fuera de la línea de producción del mismo, obteniendo como respuesta que Ankara baraje la posibilidad de adquirir SU 57 rusos. Con este panorama no es de extrañar que durante la operación militar se haya constituido en un dolor de cabeza para la OTAN, cerrando la entrada al Mar Negro de acuerdo con las prerrogativas de la Convención de Montreux, pero dejando fuera a los buques de la OTAN, cosa que seguramente esta organización no esperaba.
Al igual que India, Turquía hace su juego, aprovecha la ocasión para enviar tropas al norte de Siria con la excusa de combatir a los kurdos, y frena la entrada de Finlandia y Suecia a la OTAN acusando a estos países de ser refugios de terroristas de las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo) y del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Lejos de arrepentirse ante las presiones de los miembros de la OTAN, Erdogán advierte que “el sistema construido por Occidente para defender su seguridad y bienestar se está destruyendo” y que “Europa está en pánico”, mientras sus empresas se preparan para desembarcar en Rusia reemplazando a las occidentales que se han retirado.
Con un panorama así -que lejos de ser beneficioso para Occidente auguran un desastre económico y un revés militar- Washington y Londres impulsan a sus socios europeos más serviles a acompañar el aumento de armamento, cosa que Alemania ha comenzado a hacer a una escala mayor. Por otro lado, cobrando un triste protagonismo, el gobierno español de Pedro Sánchez ha decidido enviar una batería de misiles antiaéreos de baja cota Shorad Aspide que sustituye por otras más modernas y tanques Leopard A4 que había comprado usados a Alemania, que aguardaban a ser modernizados en depósitos. De esos tanques en principio serían puestos a punto unos 40 que se enviarán a Ucrania. Si bien sigue la norma de los europeos y estadounidenses de enviar material que estaba fuera de servicio, es indudable que hay una tendencia creciente que empieza a molestar a Rusia.
El presidente Putin en una entrevista otorgada a Pavel Zarubin para el programa para el canal de televisión Rossiya-1, Vesti Nedeli, expresó que la situación no cambia en función de la entrega del suministro de sistemas estadounidenses de cohetes de lanzamiento múltiple (MLRS). Estos sistemas, explicó Putin, no dependen del sistema en sí, sino de los misiles empleados. Los misiles que enviaría EEUU tiene un alcance que varía entre 45-70 km, dependiendo del tipo de misil y son similares a los de fabricación soviética que utiliza Ucrania como son los Grad, Smerch o Uragán. Nada nuevo hay, concluyó.
Sin embargo, mientras Biden dice que no se enviarán misiles tácticos con alcance entre 300 y 500 km, algo que tendría un respuesta rusa severa, la embajadora de EEUU en Ucrania Bridget Brink dijo que el uso que den los ucranianos es responsabilidad de Kiev, algo que coincide con las declaraciones de los funcionarios de ese país que señalan que ellos tienen la potestad de elegir los blancos. Putin hizo referencia a esta situación y advirtió que si se producen ataques a suelo rusos, Rusia sacará conclusiones y atacará aquellos objetivos que aún no alcanzaron, en función de las evaluaciones que haga su país sobre lo sucedido. La interpretación natural es que Rusia advierte que si sufre consecuencias por estas u otras armas, las represalias pueden ser dentro o fuera de Ucrania.
El domingo 5 de julio volvieron a caer varios misiles sobre Kiev destruyendo una fábrica que Moscú señala como de adaptación de tanques T72 enviados a Ucrania, pero las miradas se dirigen a Polonia, que se ha mostrado muy activa contra Rusia y ha enviado dos batallones que Rusia destruyó en pocos días. Si bien Polonia es parte de la OTAN, fuentes de la propia señalan que en ese caso no sería una acción contra un miembro de la OTAN sino un problema puntual entre Polonia y Rusia, comparando esa situación con el conflicto entre el Reino Unido y Argentina por Malvinas.
Nadie sabe en definitiva qué intenta la OTAN con estas acciones, la guerra militar no va a cambiar en su resultado, solamente podrán alargar el plazo de conclusión a costa de más vidas, especialmente ucranianas. Si consideramos las pocas perspectivas económicas y la virtual imposibilidad de derrotar a Rusia en Ucrania, crecen las dudas sobre la intención final de la escalada permanente contra Rusia, tanto en materia militar como económica. Es evidente que un conflicto así no se soluciona enviando más armas y mercenarios ni aumentando sanciones. Sólo es posible resolver dialogando y cediendo lo necesario para garantizar la seguridad de Rusia; claro, esto es así si la intención real es que no se produzca una guerra, porque si lo que se busca en verdad es una confrontación nuclear con Rusia, las acciones si empiezan a cobrar sentido.
