Las derrotas militares y los desaciertos políticos le marcan el espacio a Zelensky – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

La situación en Ucrania se tensa. Las derrotas militares y los desaciertos políticos le marcan el espacio a Zelensky.

Una sucesión interminable de noticias negativas llueven sobre el gobierno de Kiev actual. Basados en la creencia de una superioridad histórica dada su genética sobre los rusos, el fanatismo político fue insuflado hasta límites perversos por las potencias occidentales. Un especial papel en ello tuvo el Reino Unido, que ha tenido apariciones estelares ante cada oportunidad que fue necesaria para aumentar la belicosidad ucraniana y espantar fantasmas pacificadores.

Los Estados Unidos, con una historia que demuestra una política lineal y torpe basada en la fortaleza económica y militar, no entiende de grandes sutilezas. Las estrategias complejas nacen en Londres, y allí es donde hay consciencia del fin de una época de hegemonía, primero directa y luego utilizando al primo americano. Muchas cuentas pendientes tiene buena parte del mundo con los británicos y el declive evidente puede tener serias consecuencias.

No es extraño notar, entonces, el empecinamiento en chocar con las nuevas potencias. Mientras en Estados Unidos hay fuertes corrientes internas a favor del aislacionismo y la ruptura con el modelo global, en el Reino de Carlos III, la homogeneidad parece mandar.

Ucrania es fruto de esas ideas de acosar a Rusia para luego ir por China, deben hacerlo con premura porque la base material se desmorona rápidamente. No obstante, la voluntad de los británicos, el mal manejo, la corrupción endémica y las condiciones objetivamente desfavorables impiden que las cosas transiten por los caminos prefijados.

Ucrania, al menos en la fantasía occidental, debía ser la excusa para derrotar militarmente a Rusia y echar un balde de agua fría sobre los ánimos multipolares. No sucedió así y la propaganda solo pudo sostener la ilusión en el público occidental menos de dos años, hoy la verdad comienza a aflorar. 

Ucrania está al borde del desastre militar, ya ha superado largamente ese umbral en lo económico y las consecuencias políticas llaman a la puerta. El medio alemán Das Erste ha señalado que el secretario general de la OTAN advirtió que hay que prepararse para «malas noticias» en Ucrania.

Jens Stoltenberg planteó la necesidad de que Occidente envíe más ayuda debido a la situación crítica en el marco de la guerra. A pesar de ello, las dificultades crecen.

Zelensky, en la misma sintonía, explicó que «queríamos resultados más rápidos. Desde esa perspectiva, lamentablemente no logramos los resultados deseados. Y esto es un hecho». «No hay suficiente potencia para lograr los resultados deseados más rápido. Pero esto no significa que debamos rendirnos, que tengamos que rendirnos». A confesión de parte, relevo de pruebas, dicta una máxima del derecho. Hasta el propio Zelensky ha debido reconocer que la victoria no es tal y que la ayuda no es suficiente. Lejos han quedado las ilusiones de que si la OTAN estaba detrás, nada podía salir mal.

Las consecuencias del desastre, como fluye el curso natural de un río, buscan caminos directos hacia quienes deberán ser responsables. No hay derrotas huérfanas, y Ucrania no es la excepción.

Vitaliy Klitschko, con sus casi dos metros de altura y pasado como campeón mundial de boxeo, vio la oportunidad para buscar el knockout de su -hoy- enemigo político. En una entrevista con la publicación suiza 20 Minuten, se solidarizó con el actual comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Valery Zaluzhny, quien expresó en una nota para The Economist, la realidad ya inocultable; el frente militar está estancado y sin posibilidades de victoria.

Klitschko, hoy alcalde de la capital Kiev, y cara visible de un grupo de alcaldes sobrevivientes a la purga neonazi, dijo que Ucrania toma el camino del autoritarismo, esta vez a Der Spiegel. Hay una larga disputa que ha protagonizado Zelensky utilizando el aparato judicial para deponer alcaldes con la excusa de que estos evitan el centralismo necesario en estos tiempos.

Que dos importantes figuras ucranianas utilicen medios occidentales, y que estos medios acepten, demuestra que con Zelensky las cosas no están bien.

Las desventuras ucranianas no terminan allí, el presidente encargó al Servicio de Seguridad preparar el arresto de Petro Poroshenko, el multimillonario expresidente ucraniano, antes del nuevo año. Su salida del país ya ha sido bloqueada y es acompañada por la orden de actuar contra Arthur Palatny, asesor de Klitschko.

El escándalo crece y un exdiputado popular de la Rada de nombre Ilya Kiva y hoy exiliado en Rusia, citando una fuente en la oficina del presidente de Ucrania, habló sobre el tema. Afirmó que el propio alcalde de Kiev tiene un lobby demasiado fuerte en Alemania y su arresto complicará las relaciones entre Kiev y Berlín, lo que afectará a la ayuda financiera de Europa. Por ello, el objetivo posible del SBU es Palatny, responsable de los burdeles, la producción y la venta de drogas.

En medio de esta situación, Occidente comienza a dudar. Zelensky es un personaje ya incómodo y de modales ásperos que no da soluciones. Estados Unidos se enfoca en Israel y sus prioridades parecen cambiar.

La practicidad de los estadounidenses ya se ha visto en otras oportunidades, si Zelensky no da beneficio, la tendencia es a abandonarlo. Londres sabe que esto será un golpe letal a la imagen y que aumentarán las naciones que se subleven al orden anglosajón, y por ello es que la última opción es abandonar a Zelensky.

Divisiones internas, intereses cruzados y falta de perspectivas hoy se hacen presentes. ¿Qué hacer con Zelensky? No hay un plan B, Occidente carece de una figura de recambio, la salida del cómico abriría un espacio de competencias por el que Rusia puede filtrarse.

En definitiva, a Occidente no le interesa que sucederá con Ucrania y su pueblo, mucho menos que haya elecciones o no. Solo necesita el control total del país.

Zelensky está sumamente desprestigiado, y sus enemigos internos cobran fuerzas, las dudas estadounidenses suman confusión.

Occidente puede paralizarse ante la intransigencia de Zelensky y la falta de opciones, el Reino Unido sabe que debe actuar, pero sus capacidades, sin la cohesión de los Estados Unidos detrás, es débil y no consigue disciplinar. 

El envenenamiento de Marianna Budanova quien es la esposa de Kyrylo Budanov, jefe de la agencia de inteligencia militar GUR y el asesinato del colaborador de Zaluzhny, el mayor Hennadii Chastiakov, son claros ejemplos de la rudeza con que se resuelven las divergencias.

La prensa occidental rápidamente responsabilizó a los rusos, pero inmediatamente dejó caer el tema en el olvido. Claramente, no sería el camino si Moscú fuera el responsable, o aun si se pudiera sugerir ello, pero evidentemente no es lo mejor para los intereses occidentales ante la confusión interna en Ucrania y la falta de alineamiento propio.

Mientras tanto, Rusia no solo se rearma, sino que multiplica los efectivos de su ejército. Sumando los distintos tipos de fuerzas, contratados y reservistas, las intenciones de Putin es llegar a los tres millones de hombres en armas.

De igual manera, vemos que los misiles hipersónicos ya no son una rareza y están rápidamente equipando todo tipo de embarcaciones, compensando la falta de número en calidad de armas. Moscú tiene una flota mucho menor a la de la OTAN, pero ha comenzado a trabajar en otro concepto, y los misiles hipersónicos le dan una ventaja cualitativa que puede ser definitiva en caso de un enfrentamiento.

Es extraño, entonces, que en Occidente se tracen todo tipo de planes sin considerar la posición rusa. Todo lo que suceda en Ucrania es decidido en forma unilateral por los occidentales, en realidad, los anglosajones, sin consultar a quien no solo es un vecino, sino quién está venciendo la guerra.

Los medios occidentales, que ofician como voceros de las intenciones políticas, se refieren a términos de paz y compensaciones rusas. Algo que no registra antecedentes históricos, ganar una guerra de una gran magnitud para luego responder a las demandas de los vencidos.

Occidente se niega a despertar de su sueño hegemónico.

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