Resentimiento y eterno retorno. El demagogo hace a las masas cretinizadas instrumento de su ambición política – Por Juan Manuel de Prada

Resentimiento y eterno retorno
Juan Manuel de Prada

Señalaba Max Scheler que la sociedad donde más florece la envidia es aquélla en la que los derechos políticos y la igualdad social, públicamente reconocidos, coexisten con diferencias muy notables en la riqueza efectiva; una sociedad donde cualquiera tiene ‘derecho’ a compararse con cualquiera y, sin embargo, no puede compararse de hecho. Evidentemente, Scheler está describiendo la sociedad democrática. En efecto, en las sociedades democráticas la envidia prolifera. Y, como esa envidia no encuentra satisfacción (porque muerde, pero no come), se convierte en resentimiento. Aquí es donde el demagogo puede hacer su agosto, haciendo a las masas cretinizadas instrumento de su ambición política.

Así ha obrado el doctor Sánchez, sacándose del magín ese impuesto a las ‘grandes fortunas’, a la vez que anuncia una rebaja exigua a las rentas más bajas, que durante su mandato no han hecho sino jibarizarse, pues las tan cacareadas subidas salariales han resultado ínfimas, en comparación con la inflación rampante, que además ha servido para engordar los impuestos que se aplican a productos cuyo precio está disparado. Si las masas no estuviesen ofuscadas por el resentimiento, advertirían que esta exigua rebaja no es más que una gallofa que les arroja el sátrapa que las está matando de hambre, mientras –para mayor ensañamiento y recochineo– las aturde con perifollos de perspectiva de género y sostenibilidad. Pero, allá donde la ofuscación del resentimiento impera, el demagogo puede aparecer fácilmente como salvador ante quienes estrangula y pisotea, porque las masas cretinizadas han perdido por completo la perspicacia para determinar la causa de sus males y se conforman con la adulación de sus bajas pasiones.

¿Logrará el demagogo dar la vuelta a las encuestas y satisfacer su ambición política? Ciertamente, existen millones de personas convertidas en sacos de pus que, aunque estén retorciéndose de hambre y de frío, picarán el anzuelo. Pero, ¿cuánto durará el embeleco? A nuestro juicio, estas medidas demagógicas han sido diseñadas para evitar el descalabro del partido de Estado en las próximas elecciones municipales y autonómicas, no tanto para salvar en las generales al propio doctor Sánchez (quien, sin duda, recibirá una pingüe recompensa por sus inestimables servicios a la plutocracia). Y, una vez salvado del descalabro el partido de Estado, el Régimen dejará cínicamente que gobierne la derecha, para que bregue con una deuda pública de billón y medio de euros, una inflación disparada, unas clases medias cosidas a impuestos y unas instituciones por completo infiltradas de topos al servicio del partido de Estado. Y, una vez que la derecha se haya comido el marrón (y el vómito de resentimiento de unas masas que, en cuanto deje de gobernar la izquierda, saldrán a incendiar las calles), volverá a gobernar el partido de Estado. Tal vez la historia universal no se rija por el eterno retorno, como pretendía Nietzsche; pero el Régimen del 78, desde luego, sí.

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