Trump, China y Rusia: En las Sombras del Poder – Por Marcelo Ramírez

Trump, China y Rusia: En las Sombras del Poder
Por Marcelo Ramírez

Es un juego en las sombras, un tablero donde se mueven piezas que trascienden el discurso público y desvelan planes maestros. Donald Trump regresa, y con él, una visión que busca reestructurar no solo la política exterior de Estados Unidos, sino también el orden mundial. Decir que es pragmático sería subestimarlo; lo suyo es estrategia, amago y negociación desde la fuerza.

Comencemos con la figura que promete ser el eje de su administración. Marco Rubio fue designado como secretario de Estado. Este senador republicano de Florida no es un personaje menor. En su audiencia de confirmación, Rubio expuso lo que podría considerarse el manifiesto de la nueva administración. La confrontación directa con China, la reducción del compromiso en Ucrania y una reorganización de intereses nacionales marcarán el compás de una política que busca redefinir las prioridades.

Rubio no escatimó en palabras: el orden global posterior a la Segunda Guerra Mundial es obsoleto. Esa herramienta que alguna vez sirvió a Estados Unidos ahora, según él, se vuelve contra el país. Su discurso, cargado de pragmatismo, reconoció que Ucrania está al borde del colapso, tanto económica como demográficamente. “El problema de Ucrania no es solo que se está quedando sin dinero, sino también sin ucranianos”, dijo, dejando entrever que incluso para Estados Unidos, mantener este conflicto ya no es viable.

La guerra debe terminar, enfatizó, sugiriendo compromisos como congelar las líneas del frente y garantizar la neutralidad de Ucrania en la OTAN. Este giro pragmático, por supuesto, choca frontalmente con la narrativa globalista que hasta ahora dominaba. Mientras tanto, China emerge como el foco central. Rubio describió al Partido Comunista Chino como un manipulador que ha mentido, pirateado y robado para consolidarse como superpotencia. Pero aquí radica la contradicción: al reconocer su estatus de superpotencia, Rubio también admite que Estados Unidos debe negociar desde una posición de paridad, algo que nunca había sido aceptado abiertamente.

China no es simplemente el enemigo en la narrativa de Rubio; es el adversario que ha sabido jugar el juego mejor que los propios Estados Unidos. Las críticas a la transferencia de la industria manufacturera estadounidense a China, calificadas como un error histórico, no son más que una admisión de cómo Occidente subestimó a Pekín. En el corazón de esta narrativa, Estados Unidos ahora enfrenta un dilema existencial: cómo contener a una potencia que no solo ha igualado, sino que en muchos casos ha superado a su otrora líder global.

En el frente ruso, la historia es diferente, pero no menos compleja. Rubio sugirió la posibilidad de levantar sanciones como parte de una negociación. Mientras tanto, Scott Benen, nominado como secretario del Tesoro, pareció contradecir esta línea, exigiendo sanciones más severas contra Rusia. Este contraste no es casual; refleja la naturaleza multifacética de la administración de Trump, donde las amenazas sirven como preludio para negociar desde una posición de fuerza.

Trump, fiel a su estilo, juega al límite. Asegura que “hará llover el infierno” sobre sus adversarios, pero esta retórica no es más que una herramienta para fortalecer su posición negociadora. Lo vimos durante su primer mandato: amenaza con destrucción total para luego sentarse a la mesa y cerrar acuerdos que lo posicionen como el gran pacificador. Su estrategia no es otra que la de un negociador experimentado, capaz de convertir el caos en una ventaja.

En Medio Oriente, el conflicto entre Israel y Hamas ilustra esta dinámica. Mientras promete apoyo a Israel, también impulsa acuerdos que obligan a ambas partes a ceder. La reciente mediación en Gaza es un ejemplo claro de cómo Trump busca equilibrar intereses contradictorios, posicionándose como el arquitecto de una paz pragmática.

El verdadero reto, sin embargo, está en Asia. Con un crecimiento económico sostenido del 5 %, China no solo desafía a Estados Unidos en el terreno comercial, sino también militar. La fuerza aérea china proyecta tener 12 aviones por cada uno estadounidense en su región para 2026, una estadística que ilustra la magnitud del desequilibrio. Estados Unidos no puede permitirse una confrontación directa; las probabilidades están en su contra.

Trump lo sabe. Por eso, mientras su retórica puede sonar belicosa, la realidad apunta a una estrategia de contención y negociación. Su visión no es la de una hegemonía unilateral, sino la de un mundo donde las grandes potencias dividen ámbitos de influencia, aceptando de facto el multipolarismo. En este escenario, Trump busca presentarse como el líder que reconoció el nuevo orden y guió a su país hacia una transición que, aunque inevitable, no deja de ser dolorosa.

En las sombras del poder, Trump redefine las reglas del juego. Su retorno marca el inicio de una nueva etapa, donde las alianzas se negocian y los enemigos se convierten en socios. Pero, al final del día, en la visión de Trump, todo es negociable, incluso el destino del orden mundial.

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=GCBZcrD4D80

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