La memoria de los crímenes
Por Juan Manuel de Prada
La ley de sopicaldo penevulvar (vulgo ley trans) provocará durante los próximos meses todo tipo de desafueros, desde los más chuscos hasta los más dañinos, todos ellos perfectamente legales. A las oficinas del Registro Civil acudirán muchos hombres para solicitar una rectificación registral de su sexo, algunos para beneficiarse de la ‘discriminación positiva’, otros para poder aprovecharse de las ventajas en el tratamiento penal de determinados crímenes y poder así delinquir más desahogadamente. Todas estas rectificaciones fraudulentas serán, sin embargo, muy difíciles de desenmascarar, pues ningún juez podrá cuestionar la «identidad de género libremente sentida» y expresada ante el Registro Civil. Y, por supuesto, cuando empiecen a llover las sentencias que favorezcan a los conyugicidas que antes de cometer su crimen rectificaron registralmente su sexo, o a los aprovechateguis que hicieron lo propio antes de presentarse a unas oposiciones o solicitar alguna subvención, la propaganda gubernativa intentará culpabilizar a los jueces. A la postre, después de que estos casos proliferen, los artífices de la ley de sopicaldo penevulvar tendrán que introducirle algunos parches, como ahora se disponen a hacer con la ley del ‘sí es sí’.
Pero todo esto nos importa un bledo. De hecho, los desafueros chuscos o dañinos que la ley de sopicaldo penevulvar provocará, como las reducciones de penas a violadores y pederastas provocadas por la ley del ‘sí es sí’, son en realidad ‘macguffins’ o maniobras de distracción, para que nos traguemos el camello mientras colamos el mosquito. Y el camello de esta ley de sopicaldo penevulvar, su desafuero más perverso, es la pavorosa devastación antropológica que auspicia y promueve.
Aprovechando las carencias afectivas de niños y adolescentes, aprovechando sus desequilibrios emocionales (consecuencia de la propaganda ambiental y la destrucción de la institución familiar), esta ley monstruosa favorecerá que la sexualidad de niños y jóvenes sea desnaturalizada, favorecerá que se les imbuyan sentimientos de disgusto y malestar con su propio cuerpo, hasta llevarlos al redil de las terapias de la conversión transgenerista y de la «modificación genital», hasta convertirlos en yonquis de las hormonas, para pitanza de la industria farmacéutica y de las clínicas de «reasignación de sexo». Y para solaz de los depredadores sexuales que se disponen a disfrutar de las primicias.
Escribimos estas líneas aprovechando la ‘vacatio legis’ de esta ley proterva. Como no queremos ir a la cárcel por una generación genuflexa y corrompida que la permite pasivamente, desde hoy nos acogemos a la disciplina del arcano en esta materia. Sólo pedimos a Dios que algún día no muy lejano los responsables de esta ley que desgraciará la vida de miles de niños y jóvenes acaben respondiendo por sus crímenes.
