Los disidentes socialistas – Por Juan Manuel de Prada

Los disidentes socialistas
Por Juan Manuel de Prada

Vuelven los sempiternos disidentes del partido de Estado, Lambán y García-Page, a expresar su malestar ante las cesiones del doctor Sánchez a los indepes, que candorosamente califican de «inconstitucionales» (como si el bodrio constitucional no tuviese unas tragaderas mayores que Linda Lovelace) y «una quiebra de la solidaridad y la cohesión» (como si el Régimen del 78 no fuese una máquina urdida para desintegrar España). Hay quienes consideran que las disidencias de Lambán y García-Page no son sino postureos ante la galería; y que, llegada la hora de la verdad, acatarán los designios del doctor Sánchez. Nosotros no nos atrevemos a juzgar las intenciones de Lambán y García-Page (‘de internis neque ecclesia’); pero creemos que su disidencia empieza a resultar en exceso aspaventera e inane (amén de consabida), un poco al estilo de la actitud del valentón cervantino: «Y luego, incontinente,/ caló el chapeo, requirió la espada/ miró al soslayo, fuese y no hubo nada».

Si los señores Lambán y García-Page en verdad consideran que el doctor Sánchez se dispone a atentar «contra una España cohesionada y unida» deben dejarse de jeribeques y melindres y ordenar a los diputados de sus respectivos feudos que voten en contra de los presupuestos generales del Estado, o incluso que se unan a otros partidos y planteen una moción de censura. De lo contrario, tendremos que concluir que los señores Lambán y García-Page son simples charlatanes que encienden una vela a Dios y otra al diablo; y que, a la postre, demuestran ser ellos mismos unos pobres diablos, pues –como a nadie se le escapa– el doctor Sánchez se dispone a cepillárselos. Sabiendo que su destino es más bien funesto, deberían hacer lo mismo que Sansón hizo con los filisteos. Y, si no tienen valor para hacerlo, al menos deberían dejar de dar la tabarra.

En la expresión de sus disidencias, tanto Lambán como Garcia-Page han invocado unos espectrales principios del PSOE, alegando que el cupo catalán está «en las antípodas» de lo que ha defendido siempre su partido. Pero lo cierto es que el partido de Estado –como su fundador proclamó solemnemente– «está en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita; y fuera de la legalidad cuando ella no le permita realizar sus aspiraciones». En este sentido, no creo que haya un intérprete más cabal de las malignas intenciones de Pablo Iglesias que el doctor Sánchez. El partido de Estado es un ‘ente de razón’ sin principios; no se fundó para pelear contra ningún privilegio (y mucho menos tras su refundación por la CIA en Suresnes), sino para «realizar sus aspiraciones», aunque sea a costa de desgraciar España. Esta misión la ha podido desempeñar magníficamente el partido de Estado gracias al Régimen del 78, que le asignó el papel de timonel en la labor concienzuda de destrucción de España. Una labor que todos sus dirigentes han cumplido ejemplarmente; y que ahora el doctor Sánchez se dispone a coronar.

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