‘Bad hombre’
Por Juan Manuel de Prada
Confieso que abordé la lectura de ‘Bad hombre’ (Random House), la nueva obra de la escritora argentina Pola Oloixarac, anubarrado de prejuicios y reticencias. Si la prédica feminista y la alfalfa políticamente correcta me estomagan, sus impugnaciones suelen dejarme aniquilado, por su tono panfletario y su prosa grimosa. Pero había conocido a su autora unos pocos meses antes y le había prometido –por cortesía– que leería su libro, si me lo enviaba; y como me lo envió me resigné a leerlo, sin saber todavía si era un alegato feminista o una diatriba antifeminista, como quien se lanza a una piscina sin saber la temperatura del agua, sin saber siquiera si la piscina contiene agua o está vacía. Enseguida descubrí que ‘Bad hombre’ no era un alegato ni una diatriba, sino algo mucho más perspicaz e inclasificable: una novela intimísima y una sátira feroz; un reportaje lúcido y un ensayo perturbador; y por encima de todo una escritura siempre incisiva, siempre candente, a veces tierna y a veces sarcástica, caricia y escalpelo a la vez.
‘Bad hombre’ –que toma provocativamente su título de una pintoresca expresión de Donald Trump– se adentra en el infierno que viven un puñado de hombres, convertidos en «perros apartados de la sociedad», tras sufrir una denuncia por violencia sexual, casi siempre de mujeres despechadas y fríamente calculadoras que urden y difunden calumnias para destruirlos. Algunas de las historias que Oloixarac nos narra –historias que ha conocido de primera mano– resultan sobrecogedoras, empezando por la que sirve de atrio al libro, que la autora padeció en sus propias carnes; pero lo que las torna más cautivadoras es la perspectiva que la escritora adopta, a la vez concernida y distante, a la vez conmovida y ácida, a la vez cómica y trágica. Así logra Oloixarac un libro poliédrico que disecciona los mecanismos infames de la cancelación y los pasadizos más temblorosos del deseo y la debilidad humana.
‘Bad hombre’ no es un libro de tesis; no trata de culpar a nadie, tampoco de exonerarlo. Las mujeres despiadadas que maquinan sus venganzas envueltas en la bandera del feminismo con frecuencia suscitan nuestra piedad; los hombres denunciados, inocentes del crimen que se les imputa pero prisioneros de pasiones sórdidas, no siempre suscitan nuestra adhesión. Y los personajes masculinos y femeninos que desfilan por sus páginas –entre los que también se cuentan Victoria Ocampo y Pierre Drieu La Rochelle– nos llevan de la mano hasta sótanos insospechados donde palpita el corazón oscuro de la vileza y la malignidad, que no siempre son masculinas ni femeninas. Pola Oloixarac ha conseguido en este libro intrépido abordar un asunto espinosísimo y de actualidad candente, sin incurrir en apriorismos ni moralinas groseras, sin dejarse arrastrar por misoginias ni «sororidades», con abrumada lástima e hiriente perspicacia. Y con una escritura distintiva, como sólo saben hacerlo los escritores de ley.
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