Por Alfredo Jalife Rahme
Trump es especialista en propinar golpes arancelarios contra la caída de EEUU y así poder realizar su pretendida resurrección. Una de sus principales preocupaciones es la sustitución del dólar como divisa de reserva global por la imparable “divisa BRICS”. De ahí su amenaza de propinar 100% de tarifas a los BRICS+: una medida estérilmente suicida.
Sonó excesivamente altisonante la dura declaración del presidente electo Trump de propinar 100% de tarifas a los BRICS+ que intenten sustituir al dólar como divisa de reserva global.
No solamente suena estéril, sino que, peor aún, significaría el suicidio geoeconómico y comercial de EEUU, ya que hoy los BRICS+ han rebasado al G7 del que forma parte EEUU, con o sin Trump.
Vale la pena asentar datos duros para visibilizar la viabilidad de las amenazas de Trump —a mi juicio, destinadas más bien a negociar con Rusia—: hoy el PIB del G7 ha quedado sustancialmente atrás con el 30% del PIB global, medido en Poder de Paridad de Compra y, hasta para aquellos fanáticos de la Tercera Guerra Mundial Termonuclear, la OTAN de 32 países ostenta 30,7% del PIB global, ¡frente a un PIB de los BRICS+ del 35%!
A nivel poblacional, los BRICS+ —incluidos sus cinco nuevos miembros Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopía— constituyen 45,3% de la población mundial, con 6.630 millones de habitantes frente al 10% del G7, con alrededor de 771 millones, mientras que la OTAN representa 973 millones.
Es evidente que, hasta aquí, con solo analizar los datos duros geoeconómicos de la OTAN y sus aliados del G7, ambos han sido notablemente superados por los BRICS+, tanto por el PIB como por su escala poblacional, sin contar sus prodigiosos avances tecnológicos, desde los misiles hipersónicos hasta la inteligencia artificial militar, que han sembrado a EEUU.
La consecuencia tangible de una aplicación del 100% de tarifas punitivas por EEUU sería fracturar aún más a la biosfera—”Ucrania, primera guerra híbrida mundial: fractura de la biosfera“— en dos grandes bloques, donde EEUU se llevaría la peor parte.
A mi juicio, hoy las únicas tres fortalezas que le quedan a EEUU son el azorante control de su perniciosa propaganda global, su delantera en materia de computación cuántica y, más que nada y nadie, su todavía omnipotente dólar, que ya empezó a ser cercenado por los BRICS+.
Siempre ha sido mi muy humilde opinión que el conflicto en Ucrania —prácticamente definido a favor de Rusia— delinea el nuevo orden mundial geoestratégico y una de sus consecuencias sería el establecimiento de una nueva divisa que refleje la realidad geofinanciera del resultado en el campo de batalla.
Justamente, ahora que asistí a la Cumbre XVI de los BRICS+ en Kazán, percibí que Rusia y China “optaron por la desdolarización gradual en la tectónica cumbre de Kazán”.
A propósito, a dos semanas de la elección en EEUU, emití la hipótesis de que “en un escenario de triunfo de Trump, este había sido más prístino en cuanto se refiere al peligro de las desdolarización, que ha sugerido adoptar las criptodivisas como sustento del dólar”.
Vale la pena revisar y evaluar que detrás de la creación del modelo de las criptodivisas se encuentra el Pentágono (“Criptodivisas: ¿Invento del Pentágono para contrarrestar al oro y la plata?”).
Es evidente el nerviosismo de las autoridades financieras del Gobierno saliente de Biden cuando Brent Neiman, asistente de la secretaria del Tesoro de EEUU, advirtió el 19 de noviembre los “riesgos potenciales para la estabilidad financiera internacional y la seguridad económica del sistema de pagos transfronterizo que no se adhieran a los parámetros que minimicen la actividad ilícita“, en obscena alusión al comunicado de los BRICS+ del 22 de octubre que exhortó a un sistema de pagos transfronterizo con el objetivo de eludir las plataformas occidentales.
Luego, el 21 de noviembre, dos días después, el Departamento de Estado (sic) anunció nuevas sanciones del Tesoro en contra de todos (sic) los bancos rusos y el sistema de transferencia de los mensajes financieros de Rusia, para impedir el uso de Moscú del sistema financiero global.
El efecto integral de ambas medidas punitivas en EEUU desembocó en una fuerte devaluación de la divisa rusa, que alcanzó 114 rublos por dólar debido primordialmente a las sanciones contra Gazprombank, su tercer banco más importante.
Finalmente, toda esa serie de asfixiantes medidas geofinancieras parecen más bien estertores de un dolarcentrismo que se desvanece gradualmente en el horizonte del advenimiento del nuevo orden mundial, multipolar, policéntrico, ecuménico y civilizatorio.
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